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Columna
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Los ases del caudillo Trump

El magnate tiene un plan B, por si hubiera una segunda ola de covid-19 en otoño que arruine sus planes

Ramón Lobo
El presidente de EE UU, Donald Trump, en la Casa Blanca, el pasado 22 de mayo.
El presidente de EE UU, Donald Trump, en la Casa Blanca, el pasado 22 de mayo.Alex Brandon (AP)

La estrategia demócrata para recuperar la Casa Blanca en noviembre se basa en tres factores: una crisis económica que deje a los republicanos sin discurso, que Donald Trump hable mucho y que Joe Biden hable poco. Las cifras de desempleo no dejan de aumentar y todo apunta que los datos del segundo trimestre serán pésimos. La campaña será anómala, sin apenas baños de masas pese a que Trump amenaza con trasladar la convención republicana, prevista en agosto en Carolina del Norte, si le impiden llenar el aforo. Tras superar los 100.000 muertos, la batalla no está en salvar vidas, sino en salvar la presidencia.

Jason Furman, uno de los destacados economistas en el Gobierno de Barack Obama, sostiene que el tercer trimestre tendrá un crecimiento espectacular, tal vez el mayor de la historia de EE UU. Lo lleva repitiendo desde abril. Predice un fuerte rebote entre julio y septiembre que dejará en los votantes la sensación de que lo peor ha pasado. Será un rebote parcial, un espejismo. La verdadera cuesta vendrá después, en 2021. Trump necesita vender éxito y olvido para ganar las elecciones. De ahí su obsesión por la desescalada y por obtener algo que parezca una vacuna.

Una fuerte alza dejaría a los demócratas sin discurso en el último minuto. De los difuntos solo se acuerdan “los medios enemigos”, no sus votantes que le perdonan todo. En su cruzada contra la verdad acaba de incluir a Twitter por advertir que dos de sus tuits contenían afirmaciones potencialmente engañosas. El presidente amenaza con cerrar la plataforma, su gran arma de comunicación tóxica.

Trump tiene un plan B, por si hubiera una segunda ola de covid-19 en otoño que arruine sus planes. La batalla se centra hoy en el voto por correo. Ha amenazado con cortar fondos a los Estados que lo promuevan y ha llevado a California a los tribunales por aprobar una ley que permitirá el envío de las papeletas a todos los inscritos. La intención es sembrar dudas sobre la limpieza para rechazar el resultado si pierde en noviembre. Ya lo he escrito: Trump denunciará un fraude, lo llevará al Tribunal Supremo y convocará (por Twitter) a sus fieles a la defensa de la Casa Blanca. Son los mismos de Michigan y Charlottesville: neonazis armados.

Las encuestas favorecen a Biden, de momento. A la espera del tercer trimestre milagroso que anuncia Furman, Oxford Economics predice que Trump sufrirá un revés histórico en el voto popular y que no pasará los 210 compromisarios en un Colegio Electoral compuesto por 538. Los demócratas confían en que una derrota contundente evite una crisis constitucional sin precedentes. Además de la economía, la clave será el perfil de su candidata a vicepresidenta. Debe ser muy presidenciable (Biden cumple 78 este año) y conocida. Hasta hace un par de semanas la favorita era Amy Klobuchar. No descarten a Kamala Harris o a Stacey Abrams, un guiño a la comunidad afroamericana.

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