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‘La noche será negra y blanca’, de Socorro Venegas: una oda de amor al monstruo de la paternidad

La primera novela de la escritora mexicana se edita por primera vez, 15 años después de su publicación, en España y Argentina

Socorro Venegas, escritora mexicana,  en la Ciudad de México el 6 de abril del 2024.
Socorro Venegas, escritora mexicana, en la Ciudad de México el 6 de abril del 2024.Aggi Garduño
Erika Rosete

“Si el padre de Latinoamérica es un fantasma huidizo, nuestra madre es la escritura”, dice la escritora argentina Dolores Reyes en la solapa de la reedición de la novela La noche será negra y blanca (2009), de la mexicana Socorro Venegas. La frase condensa una idea sobre la paternidad que ha abrazado a generaciones enteras de mexicanos —y latinoamericanos, por supuesto— que crecieron con la figura del padre Pedro Páramo, y que a un selecto y privilegiado grupo de autores y autoras les dio la materia prima para transformar una paternidad inocua y desdibujada —casi fantasmal— en el tema de varios de los grandes títulos literarios que vio nacer la región. Venegas es uno de esos nombres, y La noche será negra y blanca, otro eslabón para ahondar en esa herida que reboza de amor y contradicción entre una mujer y su padre.

Socorro Venegas (San Luis Potosí, 51 años) no es de recordar fechas exactas de eventos diversos en su propia hoja de vida, pero tiene muy claros los días en los que su existencia y su forma de habitar el mundo han cambiado debido a la pérdida. La muerte de su hermano —cuando ella era todavía una niña— o la de su pareja sentimental, son duelos que la escritora ha decidido volcar en casi todo lo que escribe, como una forma de entenderse a sí misma y de continuar su paso por el mundo.

Su primera novela, La noche será negra y blanca, que publicó en 2009 y que perfeccionó durante varios años hasta el cansancio, se reedita este 2024 para llegar a las manos de lectores de España (con Editorial Contraseña) y de Argentina (Ediciones La parte maldita). Este libro, que la autora considera como su trabajo más personal, fue uno de los primeros ejercicios que Venegas desarrolló como un intento para entender la pérdida, el luto y la muerte de sus seres amados. Además de que su origen estuvo custodiado y cuidadosamente acompañado por grandes autores de la literatura mexicana del último siglo: Alí Chumacero, Carlos Montemayor, Daniel Sada o Ricardo Garibay.

Venegas recapitula: “Es una novela particular. Quería contar más sobre la muerte en mi hermano y he seguido explorando esa historia porque es muy difícil comprender la muerte de un niño. Partí de puntos cardinales, vitales, míos, muy míos, el tema del alcoholismo, por ejemplo, o el del padre, esa era como mi primera exploración más profunda, moviéndome entre lo muy mío, y lo que ya no sé hasta dónde ya no era mío. Y ahora lo entiendo mejor, era una necesidad que me venían las vísceras, yo necesitaba escribir esto, no es que quisiera, la principal justificación era vital”, dice.

En La noche será negra y blanca, Andrea, la protagonista de la historia, es una mujer con una infancia dura y un tremendo apego a su padre, que pronto la abandona a ella y a su madre y que reaparece diez años más tarde, tratando de reconstruir el vínculo con su hija. “Tanto daño en tan poco tiempo. El poder absoluto de los padres”, se dice a sí misma en una de las páginas del libro. La historia de Andrea empieza con ese momento confuso en el que tiene que decidir si desea o no retomar la comunicación con un hombre al que acepta, no podrá reconocer más. En esa búsqueda y en el reconocimiento de sus propias heridas, Andrea busca ese pilar de la paternidad en un escritor al que acude con la excusa de entrevistarlo; un intento para darle sentido a su decisión de convertirse también en periodista.

Venegas acepta que el personaje de Millá, el escritor, está hecho con pequeños extractos de la vida y la personalidad de varios hombres que influyeron en su vida, pero destaca, sobre todo, a Garibay: “Ese encuentro con el escritor me parecía también muy especial, porque ahí estaba yo tomando una figura importante: Garibay —hoy muy poco leído y muy olvidado—. De él aprendí muchísimas cosas y además fue fundamental en este libro, porque lo conocí en un momento en el que él ya estaba muy afectado por el cáncer, aunque no se le notaba. Yo ya leía poesía, por ejemplo, pero creo que la descubrí en su biblioteca. Nunca me perdonaré el no haberme podido despedir de él”, recuerda.

En el fondo, Venegas también acepta que la muerte de su hermano, cuando ella tenía 11 años, creó un vacío profundo entre los “sobrevivientes” —ella y su hermano menor— y sus padres, quienes rebasados por el dolor y el duelo estuvieron ausentes y les llevaron a convertirse pronto en personas independientes. “El propio Garibay tiene un libro que me parece fundamental y que si vamos a hablar de escritura autobiográfica como ahora se hace tanto, tendríamos que concederle a este libro un lugar muy importante en la literatura mexicana: Beber un caliz. Fue Garibay, sentado junto a su padre agonizante, que escribió lo que veía, lo que recordaba, la agonía del padre. Ese es un ejercicio que requiere a agallas porque estás ahí luchando con tu dolor, porque había sido un padre terrible, un monstruo, pero uno ama ese monstruo y yo en este libro también lo que estoy escribiendo es cómo puedo amar a este monstruo”, recuerda.

La autora asegura en que gran parte de latinoamericanos llevan casi en el ADN el legado de aquella historia de Juan Rulfo: Pedro Páramo, una figura paterna ausente, que hiere y que lastima y que parece ser casi una ilusión. ”Qué difícil es ser justo con tus padres. ¿Se puede, de verdad, ser justo? Esas son las preguntas que me importan. Esto que heredamos de Rulfo, el padre en América Latina es ausente. Eso me pasó en el libro, sentir esta necesidad de mirar sin romantizar al padre, sin justificarlo, sin querer necesariamente ser justa por entenderlo. Y al final quizás aceptarlo”, dice.

“Mis escritos trataban de ti, no hacía más que depositar en ellos las quejas que no podía hacerte directamente, apoyado en tu pecho. Era una despedida de ti, dilatada expresamente”, escribe Kafka en Carta al padre. Es el pequeño texto que aparece como epígrafe en La noche será negra y blanca, un libro luminoso, lleno de aspectos fundacionales para Venegas: ella se convirtió en lectora cuando tras la muerte de su hermano, alguien olvidó una novela en su casa y ella la leyó varias veces, sumergiéndose en la ficción y ayudándose a transitar su luto; también retrata su necesidad infantil de encontrar un eco en sus padres y en quienes le rodean para poder entender su propio mundo interior y sus decisiones vitales. Venegas acepta que la exploración del mundo de las heridas y de las muchas veces en las que se puede volver a empezar, estará presente siempre en su literatura: “No dejo de escribir sobre el duelo, sobre la pérdida porque aunque sigo explorándolos yo no siento que haya nunca una repetición y eso es tremendo, porque te das cuenta de que son temas vitales, tan poderosos que no terminarás nunca de explorarlos, que vas a encontrar siempre una vertiente, una arista que no habías visto”.

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Erika Rosete
Es periodista de la edición mexicana de EL PAÍS.
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