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Corrupción política y judicial: el caldo de cultivo para la impunidad criminal en las cárceles de México

Los presos con más poder viven con todo tipo de comodidades en los penales y manejan la violencia fuera de ellos. El Cereso 3 tiene un módulo de seguridad que prácticamente no se ha usado

Un policía de investigación en el sitio en que murieron oficiales al ser atacados por personas no identificadas, este 2 de enero, en Ciudad Juárez.
Un policía de investigación en el sitio en que murieron oficiales al ser atacados por personas no identificadas, este 2 de enero, en Ciudad Juárez.JOSE LUIS GONZALEZ (REUTERS)
Carmen Morán Breña

“La violencia en Ciudad Juárez es como un río que unas veces se desborda y otras vuelve a sus cauces”, dice el criminólogo Óscar Máynez Grijalba. El 11 de agosto pasado se desbordó con un motín en el penal Cereso 3, y las aguas se extendieron por las calles, dejando 11 muertos entre balas e incendios de negocios. Todo el mundo sabía que las órdenes habían partido de aquella cárcel, en la que estaba encerrado El Neto, el líder criminal de los Mexicles. Y quien no lo sabía pudo escucharlo por boca de la gobernadora del Estado, María Eugenia Campos, quien lo aseguró en febrero de este año. Entonces comunicaba a la prensa una reducción de los homicidios en aquellos meses. Pero el río volvió a desbordarse este 1 de enero, de nuevo con el foco en el Cereso 3: un ataque armado en el exterior y un motín dentro del penal acabaron con 17 muertos y 30 presos fugados, entre ellos El Neto. Era la tercera vez que lo intentaba. Máynez Grijalba sostiene que el criminal “no tenía por qué haber estado en esa cárcel, sino en una federal de máxima seguridad”. Eso mismo pensó todo el mundo. Pero hay presos en México que hacen lo que les da la gana.

Las máximas autoridades de la Seguridad en el país contaron este lunes que en la celda del fugitivo y en algunas otras se había descubierto un botín de 1,7 millones de pesos, probablemente de la venta de drogas, que también encontraron por kilos y bien empaquetadas. Había en estos dormitorios televisiones de plasma, caja fuerte, armas largas, cartuchos, chalecos antibalas, exactamente lo mismo que habrían encontrado si hubieran hecho una redada en el domicilio del narcotraficante. Son los jefes del penal y controlan la violencia fuera de él. “Ni la política estatal ni la municipal tienen capacidad para enfrentarlos, solo una estrategia de seguridad federal podría, pero no la hay. Ellos meten en las cárceles armas, drogas, mujeres, hacen festejos con cantantes. Y eso ocurre en todo México”, relata el criminólogo, que también es profesor en la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez.

Máynez Grijalva se refiere a lo que se ha dado en llamar narcoestado, es decir, una madeja de corrupción y sobornos en la que se desenvuelven policías, funcionarios, políticos, jueces y criminales. Hay dinero para todos y nadie quiere salir del negocio, o no pueden. Plata o plomo. Por qué El Neto no estaba en un penal de alta seguridad tiene una respuesta sencilla. Cuando se intenta trasladar a estos criminales se revuelven esparciendo violencia por todos lados o consiguen un amparo judicial que frena esos trámites. Los jueces se lo conceden. Plata o plomo. En junio de 2021, el todavía gobernador de Chihuahua Javier Corral cursó la petición de traslado de El Neto a una cárcel federal así como la de otros líderes criminales. “Son procesos largos que requieren oficios, expedientes, recursos legales y ellos suelen obtener amparos, porque hay jueces corruptísimos”, dice Corral, quien tuvo que visitar durante su mandato al entonces presidente de la Suprema Corte, Arturo Zaldívar, para que le ayudara “a destrabar el tema de los amparos”. Corral sigue de cerca a El Neto porque ordenó su muerte en tres ocasiones, en la que resultaron heridos sus escoltas. Refiere que es la tercera vez que el delincuente trataba de zafarse del encierro. “La primera vez que lo intentó fue en un traslado para una audiencia judicial, hubo tiros y uno le dio en la cabeza, pero sobrevivió”. Corral acusa hoy a la actual Administración de Chihuahua de haber dejado caer en el olvido aquellos esfuerzos por trasladar a los presos que él inició. “Pasó el 11 de agosto [con el nuevo motín en la cárcel] y no movieron un dedo. Debe haber mucho de fondo. Solo por lo ocurrido entonces deberían haber prescindido del fiscal y del director del centro penitenciario”, sugiere el exmandatario.

Tras la matanza del domingo quien ha sido destituido es el director de la prisión, Alejandro Alvarado, se ha iniciado el traslado de presos por vía urgente y una investigación sobre lo ocurrido. “El director tenía que estar detenido, no destituido”, sugiere Corral, quien mantiene serias discrepancias con su sucesora, Maru Campos, ambos del mismo partido, el PAN, aunque Corral ya ha anunciado que se dará de baja. Cuando se apagó el fuego y cesó la balacera en la cárcel, las vergüenzas quedaron al descubierto y obligaron a las autoridades a reconocer que lo que pasaba tras las rejas no era de recibo. El fiscal del Estado, Roberto Fierro Duarte, asumió en rueda de prensa que había problemas graves de corrupción allí adentro: “Lo evidente no lo podemos ocultar”, ha dicho este martes. Ante la insistencia de los periodistas sobre si no habían visto lo que pasaba en la cárcel, contestó: “No se trata de un tema de haber visto o no haber visto”. Y acusó a los anteriores responsables del desastre penitenciario.

En el Cereso 3 conviven 3.901 internos, muy por encima de la población que puede soportar el penal. Ahora habrá más espacio, porque 30 se han fugado y otros siete han muerto en la rebelión. La cuestión es que mientras unos están hacinados, otros viven a cuerpo de rey. Y eso, también pasa en otras cárceles de México. Hace apenas unos días se concentraron en Ciudad de México familiares de presos para pedir el traslado a otro penal de Abigael González Valencia, El Cuini, cuñado de El Mencho, quien disfruta de tantos privilegios como sus extorsiones le permiten, denunciaron los afectados. El Cuini está en la cárcel de Santa Martha Acatitla.

En el mandato de Corral ya se sabía que la violencia en las calles de Ciudad Juárez “se operaba desde dentro del penal, que había celulares para ello”. El exgobernador cuenta que hicieron un operativo mayúsculo para acabar con ello, pero que hubo filtraciones y la reacción del grupo delictivo “fue virulenta”. “Balacearon oficinas de la Seguridad Municipal, quemaron camiones, hubo ejecuciones. No dio el resultado que queríamos”, afirma, pero se decidieron entonces a construir un módulo de alta seguridad en el Cereso 3, que costó unos 40 millones de pesos. “Es un edificio de cuatro niveles y 450 metros cuadrados de construcción, rodeado de malla perimetral de aislamiento, monitoreo de celdas, automatización de puertas y esclusas, cámaras. Tiene capacidad para 46 reclusos”, explica Corral. Y asegura que en el traspaso de poderes con la gobernadora Campos pidió que le advirtieran de que disponía ahí de “un activo importante para trasladar a los delincuentes”. Corral acusa a la gobernadora de haber presentado ese proyecto como propio en su primer informe de Gobierno. “Nunca se utilizó, los delincuentes no les han permitido hacerlo”, sostiene el exgobernador.

Si hay o no presos en esas celdas es difícil saberlo. “A los periodistas no nos dejan entrar en las cárceles”, dice Rocío Gallegos, directora editorial de La Verdad, de Ciudad Juárez. “Los delincuentes desafían a la policía, a las autoridades políticas. Ya lo vimos cuando el motín de agosto, dijeron que había renunciado el entonces director del Cereso y que se abría una investigación. Lo mismo que ahora. Pero no hubo consecuencias ni transparencia. Esta era una fuga anunciada”, sostiene. Se sabe que las órdenes parten desde la cárcel porque así lo cuentan los delincuentes cuando los detienen en las calles. Y se sabe que los capos disfrutan de condiciones “distintas” de otras celdas, porque de tanto en tanto sale a la luz, como en esta ocasión con los reportes de la Sedena.

Los grandes criminales controlan los penales más pequeños y quizá también los federales. Máynez Grijalva no sabe del módulo de seguridad en el Cereso 3, pero no descarta que los reos se nieguen a ser trasladados ahí. “Hay veces que los meten, toman la foto y luego los sacan”. No hay fuerza que pueda combatir al narcoestado, “que es lo que es, aunque no lo quieran reconocer. El combate a la violencia es una farsa, hay legislación, pero no sirve de nada. Si se ataca el lavado de dinero se llevan entre las patas a la clase política”, sostiene el criminólogo.

Ciudad Juárez es una ciudad fronteriza, una raya apenas en el mapa que separa México de Estados Únicos, por donde entran armas y sale droga, migración, prostitución y trata de mujeres, los negocios más lucrativos del mundo. Hay dinero para todos. El criminólogo cree que los fugados no irán muy lejos, porque no pueden pasar a Estados Unidos ni andar por distintos territorios mexicanos sin entrar en pelea con otros grupos. “Será más fácil de este modo que los recapturen”. Entonces volverán a la cárcel, prenderán la televisión, tomarán sus drogas y festejarán con cantantes. Los celulares se encargarán de dar órdenes detrás de las rejas y las aguas volverán por una temporada a sus cauces.

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Sobre la firma

Carmen Morán Breña
Trabaja en EL PAÍS desde 1997 donde ha sido jefa de sección en Sociedad, Nacional y Cultura. Ha tratado a fondo temas de educación, asuntos sociales e igualdad. Ahora se desempeña como reportera en México.

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