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El último golpe en México contra la secta Lev Tahor, los “talibanes judíos”

Más de una veintena de personas fueron detenidas y dos miembros más fueron acusados de tráfico de personas y abuso infantil tras una redada en Chiapas contra el grupo ultraortodoxo

Elías Camhaji
Who are Lev Tahor, the “Jewish Taliban?”
Un grupo de miembros de la secta Lev Tahor afuera de una estación migratoria en Chiapas, al sur de México, el 27 de septiembre.Juan Manuel Blanco (EFE)

El grupo ultraortodoxo Lev Tahor está una vez más en el centro de la polémica. Una redada de las autoridades mexicanas ha acabado con la detención de 26 fieles de la secta y dos seguidores acusados de tráfico de personas y abuso sexual. El operativo se realizó con la colaboración del Gobierno de Israel para rescatar a un grupo de personas que había sido trasladado a México ilegalmente y permanecía en un campamento de la organización en la selva de Chiapas, apodada por la prensa de ese país como los “talibanes judíos” por sus prácticas extremistas.

La operación, en la que participaron agentes mexicanos e israelíes, se llevó a cabo el pasado viernes, pero se dio a conocer hasta esta semana por fuentes diplomáticas cercanas al caso. El despliegue se desarrolló alrededor de las cinco de la mañana en medio de fuertes medidas de seguridad a 17 kilómetros de la ciudad fronteriza de Tapachula, después de que un juez federal girara las órdenes de arresto contra varios miembros de la secta. A lo largo del fin de semana, otros seguidores del grupo, con una feligresía que oscila entre las 200 y las 500 personas, protestaron afuera de una estación migratoria en la localidad chiapaneca de Huixtla, en la que acusaron ser “víctimas de una persecución religiosa” y ser forzados a abandonar el campamento a punta de pistola. Los dos imputados ya se encuentran en una prisión de Chiapas, mientras que los otros 26 detenidos están a la espera de aclarar su situación migratoria.

Uno de los niños rescatados en Chiapas es hijo de Israel Amir, un joven que huyó de la secta y que había recurrido a las autoridades israelíes después de que el grupo le impidiera seguir en contacto con él, de acuerdo con información publicada por la BBC y fuentes consultadas por este periódico. Amir dijo en una entrevista con EL PAÍS a finales del año pasado que había emprendido una batalla legal que duró años para recuperarlo: denunció la desaparición del menor en Guatemala, viajó varias veces a Guatemala para reclamar su custodia y un tribunal israelí acreditó que él era su tutor legal. “No he visto a mi hijo en más de dos años, la última vez él tenía como seis meses de nacido”, decía Amir. “No sé casi nada de él, solo sé que está vivo”, agregaba. El padre recibió permiso de las autoridades mexicanas para viajar a Israel junto al menor de tres años.

Un representante del colectivo Lev Tahor Survivors cuenta que la colaboración entre los Gobiernos de Estados Unidos, México e Israel para detener los abusos de la secta inició hace unos tres años. Uno de los objetivos de la redada era el rescate de los fieles, coaccionados para permanecer en el grupo. El otro era conseguir la detención de dos líderes, cuyas identidades aún no se conocen. El culto religioso se había asentado en México desde hace unos seis meses, después de que más de un centenar de miembros fueran encarcelados en una prisión guatemalteca cercana a la frontera. “Nuestra labor aún no ha terminado, iremos a todos los rincones del mundo de ser necesario, para liberar a las niñas, los niños y los adultos que sufren de los abusos de Lev Tahor”, ha señalado el colectivo en un comunicado.

Lev Tahor, cuyo nombre se traduce del hebreo como corazón puro, arrastra una larga cadena de escándalos desde que fue fundada en los años ochenta. El grupo fue declarado “culto peligroso” en Israel y ha sido investigado por abusos físicos y sexuales contra menores de edad en México, Estados Unidos y Canadá, entre otros países. Después de un largo periplo, en medio de pesquisas de las autoridades canadienses por maltrato infantil, la organización se estableció desde 2014 en Guatemala, donde después de varios conflictos con pobladores locales fundó un asentamiento hermético y fuertemente vigilado enclavado en la selva. Desde ahí, aprovechó la porosidad de la frontera para mudarse por temporadas a Chiapas.

Apenas en abril pasado, dos líderes de su cúpula fueron condenados a 12 años de prisión por los delitos de secuestro y tráfico sexual infantil, al realizar matrimonios forzados entre sus miembros más jóvenes de la secta. Uno de los involucrados fue Nachman Helbrans, sucesor e hijo de Shlomo Helbrans, el fundador de la secta, quien murió en 2017 precisamente en Chiapas, en medio de circunstancias extrañas. El otro fue Mayer Rosner, mano derecha y segundo al mando del clan.

A finales de 2018, Nachman Helbrans planeó el secuestro de sus propios sobrinos y emprendió un escape digno de película desde Estados Unidos, que involucró el uso de disfraces, identidades falsas y escondites recónditos hasta que fueron detenidos en una casa de seguridad en la zona conurbada de Ciudad de México. Al igual que en este último caso y como lo han hecho en prácticamente todos los encontronazos que han tenido con las autoridades de los países donde se han asentado, los fieles de la organización argumentaron ser víctimas de una “persecución religiosa” por sus posiciones antisionistas. Los niños raptados, que entonces tenían 14 y 12 años, fueron rescatados en un motel de paso del Estado de México y llevados con su madre de vuelta a Estados Unidos.

Lev Tahor
Miembros de Lev Tahor fotografiados en el aeropuerto de La Aurora, Guatemala, en 2021.

Antes, los miembros de Lev Tahor habían atraído la atención mediática por las reglas estrictas y el control que imponían a su comunidad, así como por su vestimenta, similar a la de los judíos jasídicos: sobrios trajes largos de color negro para los hombres y una especie de túnicas negras, parecidas al burqa, que cubren de pies a cabeza a las mujeres. Sus prácticas son tan extremistas que son una denominación rechazada por el resto de corrientes judaícas, incluso las facciones más ortodoxas. En medio del proceso judicial contra sus líderes en Estados Unidos, EL PAÍS habló con varios miembros que abandonaron la secta y sufrieron en carne propia maltratos físicos, abusos sexuales y fueron obligados a casarse antes de cumplir la mayoría de edad, además de ser separados de sus familias. “No me gusta llamarles talibanes judíos porque creo que estar en Lev Tahor es incluso peor”, aseguraba Yoel Levy, un joven de 20 años que nació y creció dentro del grupo hasta que logró escapar hace unos tres años, en una entrevista con este diario el año pasado.

“Sufrí cada día que pasé en la secta”, recordaba Levy, que ha denunciado a la organización por someterlo abusos y humillaciones sistemáticas bajo el pretexto de los preceptos religiosos. Amir, por su parte, aseguró que fue testigo de cómo miembros de la cúpula sostenían encuentros sexuales con menores. También contó que a los 16 años fue obligado a casarse con una chica de su edad y presionado para tener hijos con el objetivo de que creciera el número de miembros de la secta. “Amenazaron con castigarme si me negaba a tener relaciones sexuales”, afirmaba el joven.

“Lev Tahor es una secta que ha prosperado gracias al abuso sexual de niños”, coincidía Marci Hamilton, una investigadora de la Universidad de Pensilvania que ha estudiado por décadas al grupo. Tras la condena de prisión que recibieron los líderes en Nueva York y las múltiples denuncias que han aflorado contra la secta en Guatemala e Israel, miembros del culto han sido localizados en los últimos meses en casi una decena de países, desde Moldavia, Grecia y Macedonia del Norte hasta Kurdistán, Marruecos y Turquía. Al final, parte de la diáspora ha vuelto a ser encontrada en México, un destino que se ha cruzado en más de una ocasión en el camino del llamado “talibán judío”.

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Elías Camhaji
Es reportero en México de EL PAÍS. Se especializa en reportajes en profundidad sobre temas sociales, política internacional y periodismo de investigación. Es licenciado en Ciencia Política y Relaciones Internacionales por el Instituto Tecnológico Autónomo de México y es máster por la Escuela de Periodismo UAM-EL PAÍS.

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