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Deforestación, opacidad y dependencia: las grietas del programa Sembrando Vida

La iniciativa estrella en materia ambiental de México, alabada por EEUU, tiene aún que demostrar su eficacia en el largo plazo

López Obrador recorre una parcela del programa Sembrando Vida, en Ocosingo, Chiapas
López Obrador recorre una parcela del programa Sembrando Vida, en Ocosingo, ChiapasPresidencia (Presidencia)
David Marcial Pérez

La visita de John Kerry hace un par de semanas fue una victoria a medias para México. El enviado especial de EE UU para el cambio climático dio un espaldarazo a una de las grandes apuestas del Gobierno de Andrés Manuel López Obrador, un programa de ayudas a las comunidades rurales a través de la reforestación de millones de árboles. Desde el sur de Chiapas, una de las zonas más verdes, más pobres y a un paso de la frontera con Guatemala, Kerry alabó los avances de Sembrando Vida en su doble objetivo, tanto social -”fuente de prosperidad para las comunidades”, como medioambiental -”un símbolo del liderazgo de México en el combate por la reforestación”. Pero las buenas palabras no se tradujeron, de momento, en dinero.

López Obrador lleva desde el principio de este año intentando involucrar a EE UU en una extensión del programa del sur de México a Centroamérica, bajo la lógica de que al generar empleo agrícola en las zonas más desatendidas y marginadas se mitigarán las causas de la migración. La primera oferta, rechazada desde Washington, llegó en vísperas de la Cumbre de líderes por el clima celebrada en primavera. Esta vez, la visita diplomática de Kerry ha servido para acercar un poco más las posturas de cara también a la Cumbre del Clima COP26 que arrancó el domingo en Glasgow.

México lleva años en los primeros puestos de las listas internacionales que alertan sobre la deforestación. El ritmo con el que bosques y selvas son arrasados en el país se ha acelerado más del doble en las últimos dos décadas, según un estudio reciente de Greenpeace. Los estados del sur, Chiapas, Michoacán y la península de Yucatán son los más afectados. Las zonas donde se ha concentrado la presencia de Sembrando Vida.

Presentado en 2019 con uno de los presupuestos más altos en la historia para un programa desarrollo rural -casi 70.000 millones de pesos en los tres años- ya supera el millón de hectáreas cultivadas en 20 Estados con una bolsa de beneficiarios de 450.000 sembradores. Cada uno recibe 5.000 pesos mensuales para recuperar parcelas abandonadas o en desuso y explotarlas con una mezcla de árboles maderables y frutales además de cultivo agrícola: maíz, frijol, cacao, pimienta.

Deforestación

López Obrador ha sacado pecho varias veces afirmando que “es el proyecto de reforestación más importante del mundo”. Organizaciones ecologistas no niegan la mayor pero sí alertan de que el programa tiene unas cuantas grietas. “Es cierto que no se conoce otra experiencia de este tamaño en un plazo tan corto. Pero precisamente los problemas están llegando por la velocidad en la implantación y la necesidad de recursos y técnica de un proyecto de esta envergadura”, apunta José Iván Zuñiga, investigador de World Resources Institute (WRI), una institución internacional que trabaja con empresas y gobiernos en la protección de la naturaleza.

De hecho, también acompañaron los primeros pasos del proyecto mexicano. A propuesta del Gobierno, plantearon cuatro indicadores ambientales para evaluar su funcionamiento. “Aceptaron la plataforma de monitoreo pero a partir del otoño del año pasado se cortó la comunicación y solo pudimos implantar uno de los indicadores”, añade Zúñiga. Se trata de un análisis sobre deforestación y captura de carbono. Tras un trabajo sobre el terreno, pero con la salvedad de no haber tenido acceso a la mayoría de las parcelas donde se desarrolla el programa, sus conclusiones son que, solo durante el 2019, Sembrando Vida provocó “una pérdida de coberturas forestales de 72.830 hectáreas”, equivalente a poco más del 11% del total de parcelas.

La pérdida de masa verde tiene su correlación también en una menor captura de carbono: entre 6 y 9 millones de toneladas. Un golpe que, en todo caso, podría ser temporal y llegar no solo a subsanarse sino a mejorar. “Si las parcelas se plantan correctamente y se mantienen entre 30 y 50 años no solo compensaría sino que superaría las emisiones perdidas. El problema es que el programa no especifica ningún plazo”, añade el investigador de WRI, que apunta señales no demasiado optimistas en cuanto a su duración: “las parcelas no están registradas como plantaciones forestales maderables y tampoco cuentan con un plan de manejo de microplantación, aunque sí es muy positivo que están rescatando especies maderables en extinción”.

Clientelismo

El objetivo medioambiental no es en todo caso la prioridad de Sembrando Vida. Como demuestra que, por ejemplo, no sea una programa adscrito a la Secretaría de Medio Ambiente, si no a la de Bienestar, que consultada por este diario ha decidido no hacer comentarios. El combate contra la pobreza rural, la inseguridad alimentaria o la exclusión ocupan los primeros lugares. Así, los 5.000 pesos que se paga al sembrador están obligatoriamente distribuidos en una tarjeta de débito, una cuenta de ahorro y otra cuota para un fondo destinado a obtener prestaciones sociales.

Para Eugenio Fernández Vázquez, consultor del Centro de Especialistas y Gestión Ambiental (CEGA), “se trata de seguir la lógica de generar dependencia de los subsidios públicos sin ampliar la base de la inversión social”, y compara la apuesta de López Obrador con la de Felipe Calderón y el programa de siembra de miles de plantas llamado ProArbol. “No se generan incentivos para la producción maderera porque te pagan por sembrar, no por producir. Esa es la trampa”, añade Fernández, que también subraya la falta de información en cuanto a la integración de los sembradores en las cadenas de producción locales.

El objetivo paralelo de mitigar la migración también es analizado con cautela por los expertos. No obstante, tras dos años de funcionamiento del programa las cifras de detenciones por parte de la policía fronteriza de EE UU rompió todos los récords este septiembre, siendo además los mexicanos el grupo migrante más numeroso. “Es interesante porque acude a las raíces económicas de la migración. Pero su efectos no van a ser inmediatos y, además, lo económico no es muchas veces la única causa para abandonar tu país, también hay que contar con la violencia, la impunidad y la degradación de las democracias de origen”, explica Ana Saiz, abogada y directora de la ONG Sin Fronteras.

México en todo caso sigue apostando por contar con la colaboración del EE UU para extender Sembrando Vida a Centroamérica. En 2019, México entregó 30 millones de dólares al presidente salvadoreño, Nayib Bukele, para impulsar el programa. Y el objetivo más ambicioso es convencer a Biden para reorientar parte de los 4.000 millones de dólares que la Casa Blanca tiene preparados para planes sociales para atajar la migración.

Tras una primera negativa, Biden parece estar dispuesto a llevar a cabo una primera “prueba piloto conjunta”, que podría sellarse en la cumbre de la ONU de la semana que viene. La profesora de Estudios Globales en la universidad neoyorquina The New School, Alexandra Délano, advierte que es un tema “más de forma porque no pueden comprometer el presupuesto sin pasar por el Congreso. Y mientras continúan su propia estrategia de inversión en la región”, la llamada Alianza para Centroamérica, un plan que ya cuenta con el respaldo de un puñado de empresas y primeros acuerdos con, por ejemplo, el Gobierno de Guatemala.

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Sobre la firma

David Marcial Pérez
Reportero en la oficina de Ciudad de México. Está especializado en temas políticos, económicos y culturales. Ha desarrollado la mayor parte de su carrera en El País. Antes trabajó en Cinco Días y Cadena Ser. Es licenciado en Derecho por la Universidad Complutense de Madrid y máster en periodismo de El País y en Literatura Comparada por la UNED.

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