Biden asume la responsabilidad sobre lo sucedido en la frontera y admite que “fue indignante”
El presidente de Estados Unidos condena las persecuciones de los migrantes haitianos mientras las autoridades desmantelan el campamento
Joe Biden ha mantenido silencio durante toda la semana sobre la última crisis que enfrenta su Administración. Habló la vicepresidenta, Kamala Harris, quien dijo estar conmocionada ante las imágenes “horribles” de las persecuciones y las capturas de los migrantes haitianos que cruzaron de México a Texas. El departamento de Seguridad Interior anunció una investigación. Pero el presidente de Estados Unidos callaba. Hasta la mañana de este viernes, cuando desde la Casa Blanca, tras hacer declaraciones sobre la respuesta del Gobierno al coronavirus, el demócrata ha empleado la contundencia que no había mostrado antes y ha asegurado que “habrá consecuencias” para los responsables.
“Ver a la gente tratada de esa manera, con los caballos casi pasando por encima, la gente atada. Fue indignante. Prometo que pagarán por ello”, ha dicho el mandatario. Un reportero ha cuestionado a Biden sobre si asumía la responsabilidad sobre lo acaecido, a lo que el mandatario contestó afirmativamente y rotundo. “Por supuesto que me hago responsable, soy el presidente”, ha recordado. Fue entonces cuando el demócrata añadió que la situación ya se estaba investigando y cuando enfatizó que habría consecuencias.
Para Biden, para el presidente, la palabra vergüenza no era suficiente para determinar lo pasado. “Va más allá de la vergüenza”, puntualizó el demócrata. “Es peligroso”, sumó. “Está mal”, añadió. “Envía el mensaje equivocado al mundo o a nuestro país”, prosiguió. “Sencillamente, no es quienes somos”, finalizó.
El campamento de migrantes que se formó debajo del puente entre Del Río, en la orilla estadounidense del río Bravo, y Ciudad Acuña, en México, está desmantelado este viernes. Dos máquinas con palas barren el predio en el que llegaron a instalarse casi 15.000 migrantes, la mayoría haitianos, en su camino hacia Estados Unidos. Muchos empezaron a ser deportados el domingo por la Administración de Biden. Llevaban días durmiendo allí. Los que tenían suerte contaban con tiendas de campaña de tela o habían improvisado refugios con ramas y paja. Volaba tierra, mucha tierra.
La comida y el agua, según cuentan quienes estuvieron allí, escaseaban y las mujeres parían sobre cartones. El peligro de ser deportados a un país del que se fueron hace años detuvo a muchos en su intento de seguir hacia Estados Unidos. Y las imágenes de agentes estadounidenses usando caballos para atrapar a las personas, agarrándolos de la ropa y tirándole los animales encima hicieron a muchos desandar sus pasos.
Después del fin de semana, decenas volvieron a cruzar a México, a otro campamento improvisado. Con el agua hasta el torso, con niños en brazos, con bolsas, como podían. Otro camión rocía ahora agua sobre el predio debajo del puente para aplacar la tierra. Las temperaturas han superado los 35 grados esta semana. Ahora, desde el aire, solo se ven dos filas de personas que esperan para ser procesadas por las autoridades migratorias. Y vallas que forman hileras. Cuando se terminen de procesar sus casos, el campamento habrá desaparecido.
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