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Del Azteca a Sinaloa, ascenso y caída de Maradona en México

El Diez tocó la cima del mundo como futbolista y tres décadas después regresó como entrenador, golpeado por los excesos

Diego Armando Maradona, cuando era entrenador de los Dorados de Sinaloa, en 2018.
Diego Armando Maradona, cuando era entrenador de los Dorados de Sinaloa, en 2018.Getty Images (Getty Images)
Diego Mancera

Diego Armando Maradona (1960-2020), invitado especial en todos los países, encontró en México un inesperado oasis. El Diez conquistó un fulgurante Mundial en 1986 en el césped del estadio Azteca. Se despidió del país como un campeón en su apogeo y regresó 32 años después, golpeado por los excesos, para disfrutar su mejor etapa como entrenador de clubes en Culiacán (Sinaloa) donde estuvo cerca de ganar su primer trofeo como estratega. Su esplendor y declive se mezclaron en México.

El Maradona jugador aterrizó en Ciudad de México con 26 años. La selección argentina estaba lejos de ser la favorita para conquistar la Copa del Mundo. Y las primeras sensaciones del Pelusa sobre México no eran las mejores. Había cierta zozobra entre los futbolistas porque un año antes un fuerte terremoto había cimbrado a la capital mexicana. Al conjunto albiceleste le tocó instalarse en el centro de entrenamiento de uno de los clubes de mayor abolengo en México, el América. El Diez reprochó que las instalaciones no estuviesen terminadas. “Era un burdel”, dijo Maradona, según se lee en el libro México 86. Mi mundial, mi verdad. Así ganamos la Copa. Otro asunto que incomodaba a los argentinos fue la altura de la ciudad, de 2.250 metros sobre el mar.

Maradona era el centro de atención para los fotógrafos que le hicieron posar con un sombrero de mariachi y con los juveniles del América. Uno de ellos fue Ricardo Peláez. “Nos tocó ser el sparring de Argentina, estuvimos entrenando al parejo con ellos durante un mes. Era una selección extraordinaria”, cuenta Peláez a EL PAÍS. “Veníamos de jugar contra Brasil en el centro de capacitación, regresamos a las instalaciones del América y Diego Armando Maradona estaba tirando balones a la portería desde el centro del campo. Me paré fuera de la cancha con mi cámara. Me dijo: ‘¡Pásale!”, describe el exfutbolista mexicano el día que consiguió su fotografía más preciada. Ese “¡pásale!” fue la única frase que pudo arrebatarle al argentino, bajo la mira de los periodistas que se colocaban hacinados sobre unas vallas para intentar robar una declaración.

El Diez y sus compañeros hicieron una tradición en México: ir de compras al entonces lujoso centro comercial Perisur. Maradona hacía de unos hotdogs su dieta especial, aunque el equipo albiceleste se volvió el cliente asiduo de un restaurante llamado Mi Viejo, en el acomodado barrio de Polanco. Esos pequeños momentos blindaron a los pupilos de Carlos Bilardo.

Maradona, durante el partido de cuartos de final contra Inglaterra, en 1986.
Maradona, durante el partido de cuartos de final contra Inglaterra, en 1986.STAFF (AFP)

Diego Armando Maradona dejó la huella de su gambeta en tres estadios mexicanos: el Olímpico Universitario de la UNAM, el Cuauhtémoc en Puebla y, claro, el Azteca, escenario donde marcó dos goles indelebles en la historia del fútbol contra Inglaterra. En la final frente a Alemania, el Diez tuvo un momento de bronca con los aficionados a los que semanas antes había sorprendido con sus goles. “Me jodió que gritaran los goles de Alemania. No creo que lo hicieran por antiargentinos ni nada de eso”, dijo, según contó al periodista Daniel Arcucci. “En México al principio no se le festejó tanto a Argentina porque el favorito, después del local, era Brasil. Al final la gente sí se decantó por los argentinos”, cuenta Carlos Calderón, historiador mexicano. Los mexicanos, que en 1970 habían festejado el triunfo de Pelé en el Azteca, se encomendaron a Maradona como el gran héroe del fútbol del mundo. El Diez ya había tocado la cima del mundo.

Sinaloa, refugio para Maradona

Pasaron 32 años para que Maradona regresara a México. Una súbita noticia sacudió al ecosistema del balón: el astro argentino iba a dirigir en la Segunda División mexicana a los Dorados. Las miradas se postraron sobre Sinaloa, un Estado golpeado por la violencia del narcotráfico. El Maradona que regresó al país que lo coronó ya no era tan ágil, caminaba como un gigante torpe. Había ganado varios kilos y había sobrevivido a una sobredosis que lo orilló a la muerte. Y cuando hablaba sus palabras se arrastraban, como si estuvieran lesionadas. El que era el rey del fútbol en los ochenta, regresó en 2018 visto como el rey de los excesos.

“Quiero darle a Dorados lo que me perdí cuando estaba enfermo. Hoy quiero ver el sol, quiero acostarme de noche”, dijo el argentino el día de su presentación. Ese día los periodistas mexicanos le aplaudieron de pie. El efecto Maradona le dio un vuelco al club que sufría en la media tabla y los llevó a disputar dos finales. Ambas las perdió. Lo que ganó fue un billete a la tranquilidad. Tras triunfar como futbolista, Maradona era una celebridad que no podía caminar sin ser acosado por una fotografía. En Culiacán (Sinaloa) la gente respetó su entorno. “Si Diego va a Nápoles se llena la plaza. Acá lo han visto en el supermercado comprando con su pareja. El día del niño fue por su nene al colegio. Es alguien auténtico y su vida en Culiacán es trabajo, familia y paz”, contó a este diario Javier Llausás, un trabajador del club en 2019.

“De ahora en más para nosotros tú serás El Diego de Sinaloa”, rezaba uno de los corridos que le dedicaron al argentino, que vivió durante varios meses en el séptimo piso del hotel Lucerna. Un deteriorado Maradona dejó escenas que alertaban a sus seguidores: en una entrevista con la ESPN no podía hilvanar las palabras en su respuesta y tras perder una de las finales con Dorados el Diez retó a golpes a unos aficionados que le vociferaban “¡Maradona se la come!”.

Maradona pudo reiniciar su vida familiar en Culiacán y nada podía perturbarlo, salvo su salud. El argentino renunció a su cargo en 2019 para viajar a Buenos Aires a someterse a operaciones de rodilla y hombro. Unos meses después se convirtió en estratega de Gimnasia y Esgrima, su último club. No pudo convertirse en campeón como entrenador y en México, su gran talismán, casi lo logra. El Azteca y los Dorados lloran la partida de El Diez.

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Sobre la firma

Diego Mancera
Es coordinador de las portadas web de la edición América en EL PAÍS. Empezó a trabajar en la edición mexicana desde 2016 escribiendo historias deportivas. Es licenciado en Ciencias de la Comunicación y Periodismo por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).

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