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Soledad Carreguí: “Debemos pensar si un hospital en pandemia es el lugar más adecuado para un parto normal”

Esta matrona y supervisora de partos en el Hospital de La Plana, considera que hay que salir de los entornos hospitalarios para dar a luz hacia espacios más respetuosos como las casas de nacimientos

Soledad Carreguí, matrona y supervisora del servicio de partos del Hospital de La Plana.
Soledad Carreguí, matrona y supervisora del servicio de partos del Hospital de La Plana.

Importa cómo parimos pero esto, muchas veces, lo descubrimos después. Puede que hayamos tenido una amiga, una hermana, que haya pasado por un parto traumático. O todo lo contrario. Puede que nosotras mismas hayamos pasado por un proceso que ha escapado de nuestras expectativas. O no. Es entonces cuando tomamos conciencia de lo importante que es cómo, dónde, con quién parimos. Para Soledad Carreguí, matrona y supervisora del servicio de partos del Hospital de La Plana, el parto va mucho más allá de lo fisiológico: tiene mucha relevancia para la salud física pero también para la salud emocional tanto del bebé como de la madre. Aquí es fundamental la actitud de los profesionales –empática, respetuosa y cálida–, pero también el entorno en el que se desarrolla el proceso –más similar al hogar y fuera de un entorno hostil que relacionamos con la enfermedad–. Porque el parto normal puede y debe migrar hacia espacios más respetuosos con el proceso como pueden ser las casas de nacimientos, una opción que ofrece la seguridad de la proximidad de un hospital al tiempo que desvincula el parto del ambiente hospitalario. El reto: seguir la estela de otros países europeos e implantarlo en la sanidad pública para que las mujeres puedan elegir cómo y dónde parir.

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PREGUNTA: El Hospital de La Plana es desde hace años un hospital de referencia por la “humanización” del parto hospitalario. ¿Cómo debe ser la atención para que pueda considerarse esa atención más humana?

RESPUESTA: Hemos visto que el concepto humanizado a veces trae conflictos porque se puede relacionar con el nivel de intervenciones. Por eso creemos que es mejor hablar de parto “óptimo”, que vendría a definirse como el parto más adecuado para cada mujer en base a sus circunstancias. Y para esto es imprescindible una asistencia de calidad pero también contar siempre con su autonomía, con sus preferencias, con su capacidad de toma de decisiones. Aquí los protagonistas son ella y su bebé, así como su pareja o la persona que ella ha decidido que la acompañe. El problema es que trasladar esto al entorno hospitalario es muy complicado porque estamos hablando de un modelo médico y no un modelo biopsicosocial, que sería lo idóneo. El parto va mucho más allá de lo puramente físico, por lo que la actitud de los profesionales es fundamental.

P: ¿Y cómo debe ser esa actitud?

R: La actitud debe ser, sobre todo, empática. Un profesional o una profesional debe tener la capacidad de saber escuchar a la persona que tiene enfrente y de ponerse en su piel. Además de la actitud de los profesionales hay que tener esos profesionales, claro, porque a veces los recursos humanos no están, y se debe contar también con todos los medios y la infraestructura para poder atender a las mujeres con todas las garantías.

P: Según la Guía de práctica clínica sobre la atención al parto normal elaborada en 2010 por el Ministerio de Sanidad solo se debería intervenir en situaciones en las que el parto se desvíe de la normalidad. ¿Se ha avanzado en este sentido? Te lo pregunto porque parece que sigue habiendo grandes diferencias en la atención al parto entre hospitales; e incluso dentro de un mismo hospital la atención depende de los profesionales que te toquen...

R: En estos años hemos evolucionado pero no al ritmo que esperábamos. En su momento hubo un esfuerzo importante por parte del Gobierno y de las consejerías para mejorar la atención al parto. Se hizo una importante inversión económica, aunque no bien gestionada, y se creó la estrategia de atención al parto normal. Sin embargo, esto que parecía tan prometedor con el tiempo se ha dejado abandonado como un libro en una estantería y no hemos tenido el resultado que queríamos a nivel hospitalario. Sigue habiendo una lotería a la hora de saber cómo va a ser tu parto porque es cierto que depende de quien te atienda y depende de a qué hospital vayas. Esto ocurre porque al parto normal no se le da la importancia que tiene: dentro de que es un proceso fisiológico tiene mucha relevancia para la salud emocional tanto para el bebé como para la madre. Y es un pena porque estamos perdiendo una oportunidad magnífica de entender que el parto normal, si se acompaña como debe acompañarse, es un momento de salutogénesis.

A veces parece incluso que retrocedemos en lugar de avanzar. Lo hemos visto con la crisis que estamos viviendo por coronavirus: muchos han encontrado una justificación para volver atrás en ciertos derechos que habíamos adquirido. Esto demuestra que la estrategia de atención al parto normal no está consolidada y hace falta un mayor esfuerzo para lograrlo; además de que habría que hacer una actualización de la estrategia –como sí han hecho otros países de nuestro entorno– porque hay cuestiones que han quedado obsoletas después de una década.

P: Cuesta mucho cambiar las rutinas…

R: Las rutinas hospitalarias son para nosotros: se organiza el trabajo para poder sacarlo de forma ordenada y rápida. La cuestión es que esas rutinas no entienden de las particularidades o las necesidades de cada mujer. Una mujer que ha parido a las 5 de la mañana y que acaba de llegar a la habitación, a lo mejor no necesita que a las 8 entren a tomarle la temperatura sino que necesita descansar. Cuando lo haces ves que funciona, y que es cómodo, pero el cambio cuesta muchísimo.

P: Has citado antes la pandemia. ¿Cuáles dirías que son las mayores dificultades que os habéis encontrado en la atención al parto derivadas de esta crisis?

R: Hemos visto que la estructura hospitalaria es tan rígida que ha causado diversos problemas con la cuestión de los acompañamientos tanto en el embarazo como en la asistencia al parto. En nuestro hospital hemos podido salvaguardar ese derecho en gran medida pero, por ejemplo, en las cesáreas, a las que antes entraban las parejas, ahora no se les permite entrar. Hemos visto también que en un parto normal es imposible que una mujer pueda parir con una mascarilla o que la estancia hospitalaria también ha cambiado y, como consecuencia de ello, las estamos privando de la familia, privándolas de todo lo que envuelve el nacimiento.

P: ¿Puede suponer un aumento en el riesgo de contagio dadas las circunstancias?

R: Por supuesto que tiene un riesgo añadido porque son muchos los profesionales que terminan estando en contacto con esa mujer y que han podido estar atendiendo un caso positivo. Es cierto que un espacio como un centro de nacimientos no va a estar libre de COVID pero vamos a reducir mucho tanto el número de usuarios como las posibilidades de atención de sanitarios que hayan estado en contacto con casos positivos. Debemos pensar en cómo es el entorno hospitalario en plena pandemia y si de verdad es el lugar más adecuado para un parto normal.

P: Las casas de nacimientos combinarían ese parto óptimo del que hablabas al principio sin renunciar a tener disponible esa atención médica más específica si se llegara a necesitar. ¿Debería sacarse el parto del hospital para una mejor experiencia?

R: Sí. El parto normal, fisiológico, de una mujer que no está enferma, debemos sacarlo del hospital. Hay unidades de partos lideradas por matronas situadas próximas al hospital que sabemos que ofrecen buenos resultados. Por un lado, nos ofrecen la seguridad de que tenemos un entorno medicalizado y con un equipo coordinado que da soporte si se necesita, y al mismo tiempo desvinculamos el parto del ambiente hospitalario. Dejamos así de relacionarlo con la enfermedad. Son lugares que la mujer puede hacer suyos, con un aspecto más domiciliario, cálido. Como matrona creo que es el paso que nos falta por dar pero hay mucha resistencia al cambio.

Es cierto que cuando el parto migró al hospital conseguimos unos resultados muy buenos en cuanto a morbimortalidad materno-infantil. Con el tiempo hemos visto que esto ha sido un poco como matar moscas a cañonazos porque ese paso, y la medicalización extrema del proceso, también ha tenido una serie de consecuencias para la salud de la madre y del bebé que son innegables. Nuestros datos nos delatan: tenemos un índice de cesáreas brutal, una tasa de inducciones bárbaras, sabemos que se siguen haciendo episiotomías por rutina, que en ocasiones se sigue separando al bebé de su madre sin que sea necesario… Por ello tenemos que valorar qué podemos hacer para mejorar esto y encontrar el equilibrio. Necesitamos soluciones más atrevidas, más innovadoras, soluciones que en otros países han demostrado que están funcionando. Las políticas sanitarias deben ir en esta dirección.

P: ¿Este cambio también pasa por una mayor autonomía de las matronas?

R: Los obstetras saben mucho de parto distócico, de hecho son quienes lo resuelven, pero el profesional que sabe y debe atender un parto normal es la matrona. Todos los organismos sanitarios, incluida la Organización Mundial de la Salud, comparten que la matrona es la profesional que debe atender un parto normal porque se obtienen mejores resultados. Se deben dejar las jerarquías a un lado y afianzar las competencias profesionales de las matronas porque estamos preparadas para ello.

P: Son muy pocas las mujeres que pueden acceder a en España al recurso de las casas de nacimientos si no es a nivel privado. Cataluña cuenta con dos de titularidad pública –una de ellas aún por inaugurar– y en Valencia se acaba de aprobar una propuesta de Compromís para analizar la viabilidad de su implantación en la red pública de esta comunidad. ¿Existe una demanda por parte de las mujeres?

R: ¿Qué iría antes la opción o la demanda? Si las mujeres no tienen información ni opciones de elección no pueden acceder a otra forma de asistencia y optan por lo que tienen. En Inglaterra, por ejemplo, tienen capacidad de elegir dónde quieren parir. Hay opciones y las casas de nacimientos son una de ellas. Y no sólo en Inglaterra, en otros muchos países como Escocia, Alemania, Suiza, Dinamarca, Noruega, Bélgica o Bulgaria, este tipo de espacios –que requieren de una certificación muy estricta– están creciendo como la espuma porque la evidencia científica actual está demostrando buenos resultados. En España no podemos quedarnos atrás, y para ello las políticas sanitarias se deben aliar con la evidencia científica, con la motivación de los profesionales y con las necesidades de la ciudadanía.

P: Hemos hablado de una mejor atención del parto pero, ¿qué ocurre con el puerperio? ¿Hay un abandono por parte del Sistema de Salud público durante este período?

R: El puerperio es el gran abandonado pese a su importancia. El puerperio es la forma de emprender una maternidad, la crianza, y marcará también las relaciones que tengamos con nuestros hijos e hijas. La mujer debería estar acompañada en estos momentos, tener apoyo y asesoramiento en torno a la lactancia materna y a la crianza, con personal especializado. Cuando a una cosa se le da importancia se emplean los recursos para ello, cuando se minusvalora está claro que no se invierte en ello. Si se pide remover un modelo asistencial es para darle la importancia que toca. La manera de entender el nacimiento, cómo estamos criando a nuestros hijos, cómo estamos viviendo la maternidad… Todo esto tiene una influencia en el futuro por lo que debemos cuidar el presente.

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