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El delicado papel de Mike Pence como maestro de ceremonias

El vicepresidente desafía la presión de Trump para rechazar la confirmación de Biden

María Antonia Sánchez-Vallejo
Mike Pence, junto a Donald Trump el 2 de noviembre en un mitin en Míchigan.
Mike Pence, junto a Donald Trump el 2 de noviembre en un mitin en Míchigan.BRENDAN SMIALOWSKI (AFP)

Como maestro de ceremonias de la solemne sesión del Congreso que este miércoles debe ratificar a Joe Biden como 46º presidente de EE UU, el vicepresidente saliente Mike Pence, tres años y 11 meses de leales servicios a Donald Trump, podía coronarse como héroe o como villano si, en el momento de abrir los certificados enviados por cada uno de los 50 Estados del país con los votos de sus grandes electores, decidía resistirse, como ha hecho, a las presiones de su jefe para frenar la confirmación, limitándose a transmitir, como ordena la Constitución, la decisión de los 306 grandes electores que dieron la victoria al demócrata, frente a los 232 favorables a Trump. O bien, al contrario, sumarse al grupo de legisladores republicanos que pretenden sabotear la confirmación de Biden en el último ataque trumpista a la voluntad de las urnas, tras un rosario de reveses judiciales a su intento de dar la vuelta al resultado. No estuvo claro hasta el último minuto qué opción elegiría pero, confirmando las previsiones de colaboradores y expertos, Pence escogió cumplir con la Constitución.

“Hace cuatro años, rodeado por mi familia, presté un juramento para defender la Constitución que terminaba con estas palabras: ‘Que Dios me ayude’. Hoy quiero garantizar al pueblo estadounidense que mantendré el juramento que hice ante ellos y ante Dios todopoderoso. Cuando la sesión conjunta del Congreso se reúna hoy, cumpliré con mi deber de abrir los certificados, escuchar las objeciones de senadores y representantes y contar los votos del Colegio Electoral de acuerdo con nuestra Constitución, leyes e historia. Que Dios me ayude”, ha anunciado Pence, ferviente cristiano, mediante un comunicado poco antes de la apertura de la sesión.

No obstante, a la vez que se declaraba privado de autoridad para aceptar o rechazar votos, celebró el intento de algunos legisladores de plantear objeciones a las “irregularidades electorales”, en línea con el mensaje de Trump sobre el presunto robo de las elecciones, desestimado por una cascada de fallos judiciales, y como quien pone una vela a Dios y otra al diablo. “Cuando surgen disputas en un proceso electoral, son los representantes del pueblo, según la ley federal, quienes evalúan las pruebas y resuelven las diferencias a través de un proceso democrático”, declaró Pence antes de presidir la sesión.

No habrá sido un trago fácil para Pence, que por ley estaba obligado a cumplir con el trámite protocolario, sin apostillas ni rebeldías, porque sobre él pesaba como una losa el velado chantaje de Trump. “Espero que Mike [Pence] haga lo correcto. Eso espero, porque si Mike Pence hace lo correcto, ganaremos las elecciones”, exclamó el presidente este miércoles durante un mitin en Washington. “El vicepresidente Pence tiene la potestad de rechazar a los grandes electores elegidos de manera fraudulenta”, continuó. En un comunicado, Trump intentó matizar el delicado papel que se Pence debía desempeñar este miércoles: “El vicepresidente y yo estamos totalmente de acuerdo en que tiene la facultad de actuar. El vicepresidente tiene varias opciones según la Constitución de EE UU. Puede certificar los resultados o devolverlos a los Estados para ser modificados”. Matices que en realidad suenan a presión extra para un trámite que habitualmente no pasa de ser una formalidad, pero que en esta ocasión revestía, como en el resto del reñido proceso electoral, características cercanas a la anomalía.

Ante quienes esperaban un póstumo ejemplo de lealtad a Trump, sus colaboradores más cercanos, incluido su jefe de gabinete, han señalado esta semana que, pese a las presiones del mandatario republicano, el número dos se atendría a su función ceremonial y no bloquearía la confirmación de Biden en la solemne sesión conjunta de las dos Cámaras. Es más, Pence recordó el mismo martes a Trump que no tiene el poder de revertir la confirmación del nuevo presidente, aun intentando mostrar el mayor apoyo posible a las demandas de su jefe. La cuadratura del círculo para un político de bajo perfil, supeditado a Trump como una sombra durante los cuatro años de mandato, y cuyo futuro político pasa por el nivel de satisfacción que consiga granjearse entre la base de votantes de su jefe.

“[Pence] va a mostrar todo su apoyo a Trump, pero ciñéndose a la Constitución”, dijo este martes un exfuncionario de la Casa Blanca que mantiene contacto habitual con el gabinete del vicepresidente, citado por Reuters. Es decir, su lealtad no decaerá ni un milímetro, o solo el necesario para declararse constreñido por la función que reserva a los vicepresidentes la Constitución. “Es un papel ceremonial. Consiste en abrir los sobres y leer su contenido, nada más”, añadió la fuente.

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Mientras Trump dejaba caer a algunos de sus consejeros que le gustaría que Pence se batiera más el cobre por él, el vicepresidente ha seguido poniéndose de perfil hasta el último momento. El lunes, durante una visita a Georgia, Pence declaró que las objeciones republicanas a la victoria de Biden deben ser tenidas en cuenta, pero no dijo cómo ni si él iba a dar un paso al frente para lograrlo. “Comparto la preocupación de millones de estadounidenses sobre las irregularidades electorales. Y os prometo que este miércoles vamos a oír las objeciones en el Congreso. Vamos a conocer las pruebas”, dijo Pence, sin que el plural, mayestático o de modestia, desenmascarase su decisión final, la de un fiel funcionario del Estado.

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