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Columna
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Ironía

Todo está destinado supuestamente a desnudar las profundas contradicciones del ‘establishment’

Jorge Galindo
El presidente de EEUU, Donald Trump, a su llegada a la Casa Blanca tras salir del hospital este lunes.
El presidente de EEUU, Donald Trump, a su llegada a la Casa Blanca tras salir del hospital este lunes.ERIN SCOTT (Reuters)

Lo bueno de la ironía es que disecciona las cosas, se pone sobre ellas de manera que podemos ver los fallos e hipocresías y dobles juegos (…) Sarcasmo, parodia, absurdismo e ironía son magníficas maneras de arrancar la máscara a las cosas y de mostrar así la poco agradable realidad que esconden". Pausemos ahí la cita de David Foster Wallace. Solo un momento: seguirá más abajo.

Los Proud Boys, los Chicos Orgullosos a los que Donald Trump ¿ordenó? “retroceder y esperar” en el anterior debate presidencial, son un grupo violento de ultraderecha nacido de ese tipo de ironía. La de Gavin McInnes, periodista canadiense que lo fundó como parte de su “crítica” a la corrección política que ahogaba, según él, la masculinidad y la cultura occidental. Hereda su nombre de una canción de Disney. Se recrea en la provocación hacia lo que él ve como progresismo biempensante (para el que trabajó mientras era parte de Vice News).

Todo era una broma. Bueno, pues esa broma acabó en los puños (y en algo más): los Proud Boys acumulan un historial de enfrentamientos propio de un grupo paramilitar.

“Pero si solo es un chiste. ¿Cómo te vas a enfadar por un chiste?” O “está de broma, tienes que conocerlo”. “Solo es Trump siendo Trump”. Todo es ironía, todo está destinado supuestamente a desnudar las profundas contradicciones del establishment: el presidente de EE UU diciendo que no va a aceptar el resultado de las elecciones, burlándose de quien no lleva mascarilla días antes de que se confirme su propia infección. O alguien soltando una ocurrencia racista, misógina, antisemita; expectante ante su posible efecto. Pero de alguna manera todo ello se acaba volviendo realidad.

“El problema es que una vez las reglas del arte han sido desenmascaradas, y una vez que las desagradables realidades que diagnostica la ironía han sido reveladas, entonces, ¿qué hacemos?”. Así sigue la cita de Wallace. ¿Qué hacen los Proud Boys? ¿Qué hace Trump? Lo que su apego a la ironía ha acabado por desnudar no es “el sistema”, sino sus intenciones. “La ironía ha pasado de ser liberadora a ser esclavizante”, sigue Wallace, que remata: “[La ironía] es la canción del prisionero que ha acabado por amar su celda”. Ahí está metido todo el que gasta su vida en provocar: no buscan la libertad, ni la crítica, sino que esa celda nos incluya a todos. Porque ellos no se pueden soportar a sí mismos en ella, solos. @jorgegalindo

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Sobre la firma

Jorge Galindo
Es analista colaborador en EL PAÍS, doctor en sociología por la Universidad de Ginebra con un doble master en Políticas Públicas por la Central European University y la Erasmus University de Rotterdam. Es coautor de los libros ‘El muro invisible’ (2017) y ‘La urna rota’ (2014), y forma parte de EsadeEcPol (Esade Center for Economic Policy).

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