Los ataques de Putin en Polonia y de Israel en Qatar socavan la influencia internacional de Trump
Los incidentes evidencian el fracaso de la estrategia del presidente estadounidense

Dos manotazos en el tablero geopolítico separados solo por unas horas han servido para evidenciar el fracaso que hasta la fecha ha tenido la estrategia de Donald Trump para alcanzar la paz en las dos guerras con las que prometió que acabaría nada más llegar a la Casa Blanca. También han puesto en entredicho la credibilidad internacional de Trump y su imagen de líder del club de hombres fuertes al que también pertenecen el presidente ruso, Vladímir Putin, y el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, dos mandatarios decididos estos días a poner a prueba la paciencia del republicano.
Primero, fue el bombardeo lanzado unilateralmente por Israel a los líderes de Hamás en Doha, capital de Qatar. La Casa Blanca reconoció después que Washington no había sido avisado de la operación militar, aunque el Ejército estadounidense sí alertó a Trump, que por la noche criticó, en un gesto poco común, a Netanyahu, su gran aliado en Oriente Próximo (y también, al decir de ambos, “amigo”), por bombardear otro país aliado de Estados Unidos en la región.
Después, el presidente estadounidense compartió con la prensa su “descontento”. “Tenemos que lograr la liberación de los rehenes. Pero estoy muy decepcionado por cómo se desarrolló todo”, declaró en referencia al hecho de que su enviado especial a Oriente Próximo, Steve Witkoff, avisara a las autoridades cataríes del ataque, como le pidió Trump, cuando las bombas ya estaban cayendo sobre Doha.
Más o menos a la misma hora en la que Trump hizo esas declaraciones a la puerta de un restaurante de Washington, saltó la noticia de que 19 drones rusos habían sido derribados tras invadir el espacio aéreo de Polonia en lo que supone la primera intimidación real de Moscú a un miembro de la OTAN desde el inicio de la guerra en Ucrania, hace tres años y medio, que cabe interpretar como una escalada de impredecibles consecuencias en el conflicto. Polonia abatió esos artefactos con la ayuda de otros aliados de la OTAN (como Holanda, que aportó dos aviones F-35), y su primer ministro, Donald Tusk, describió el incidente como “un acto de agresión”.
El Kremlin sostiene que Varsovia no era “el objetivo”, y el vecino Bielorrusia, aliado de Moscú, afirma que los drones “perdieron su curso”. Hasta que se aclare el incidente (Mark Rutte, secretario general de la Alianza Atlántica consideró este miércoles que, “intencionado o no, se trata de un ataque imprudente y peligroso”; tampoco de un “incidente aislado”), algo quedó claro: Putin sigue jugando al despiste con Trump sin demasiadas consecuencias.

Este prometió durante la campaña electoral que lo llevó de vuelta a la Casa Blanca que acabaría con la guerra en Ucrania en su primera jornada en el Despacho Oval. Han pasado 233 días y no ha habido avances dignos de ese nombre en la consecución de la paz con Kiev. También han transcurrido 22 días desde la reunión de Putin y Trump en una base militar de Anchorage, en Alaska, un encuentro en el que el presidente estadounidense no solo sacó a su homólogo del aislamiento internacional en el que se hallaba y olvidó las amenazas de imponer nuevos aranceles a Rusia para forzar un cambio de idea del Kremlin; también dio por buenas las principales reclamaciones de Putin para empezar a hablar del final de la guerra. En total, Rusia ha ocupado cerca de un 20% del país vecino.
Desde entonces, Putin no ha dejado de elogiar a Trump mientras intensificaba su campaña bélica, que, además de la invasión del espacio aéreo de Polonia, han incluido el mayor ataque con misiles y drones, lanzado el pasado domingo sobre Ucrania desde que empezó la guerra. Todas esas acciones militares parecen diseñadas para provocar a Trump a que endurezca su postura con Rusia y para dejar claro que Putin solo está dispuesto a acabar con la guerra de Ucrania en sus propios términos.
La invasión de los drones en Polonia llega una semana después de la visita a Washington del presidente polaco, el ultranacionalista Karol Nawrocki, historiador y boxeador aficionado, con el que Trump tiene una (otra) sintonía personal. En esa visita, el presidente de Estados Unidos prometió que su país mantendrá una sólida presencia militar en Polonia. “Os apoyaremos en todo momento”, prometió Trump.

El ministro de Asuntos Exteriores polaco, Radek Sikorski, se dirigió al republicano durante una conferencia de prensa el miércoles en Varsovia para exigirle que cumpliera esas promesas. “Putin se ríe de los esfuerzos de paz del presidente Trump”, declaró Sikorski. “Desde Alaska, solo ha intensificado la guerra. Espero que [el presidente estadounidense] respalde sus palabras con hechos”.
A la espera de si los deseos de Sikorski se cumplen y de ver cuál es la reacción de Washington con respecto a Polonia, país con el que Estados Unidos comparte membresía de la OTAN y con el que, por tanto, está obligado a un compromiso de defensa mutua contemplado en el artículo 5 del tratado de la Alianza Atlántica, cabe concluir que la provocación de Rusia y la actuación unilateral de Israel hacen mella en esa imagen que Trump quiere proyectar: la del hombre de Estado que venía a poner orden en el escenario internacional. También, en sus aspiraciones de conseguir el Nobel de la Paz, un premio que considera que merece por unos esfuerzos por acabar con las guerra en Gaza y Ucrania que no terminan de cristalizar.
No deja de ser irónico que este martes, mientras el Ejército polaco derribaba los drones rusos que invadieron su espacio aéreo, Trump ejerciera otro tipo de presión sobre el Kremlin, ciertamente más suave, casi se diría que de salón, al instar sus aliados de la UE a imponer aranceles de hasta el 100% a China y a India, principales compradores del petróleo ruso, como parte de una estrategia para presionar a Putin, según informan varios medios estadounidenses.
Una delegación de la UE se encuentra estos días en Washington para discutir la coordinación de las sanciones entre ambos aliados. La operación se completaría, según Reuters, con la imposición de aranceles similares por parte de Washington, una vez que la UE haya dado el primer paso. Si queda probado que la crisis de los drones en Polonia forma parte de un plan de Putin de escalar el conflicto más allá de Ucrania, tal vez esas armas económicas no sean suficientes.
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