Irán afronta la negociación con EE UU con la línea roja de mantener su programa nuclear
Teherán tendrá un margen exiguo de diálogo si Washington le plantea desmantelar totalmente su plan atómico o poner fin al desarrollo de misiles


El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, ha anunciado que su país iniciará el sábado en Omán la negociación con Irán para garantizar que Teherán no se dote de armas atómicas. Lo ha hecho recalcando que será un diálogo “directo”, mientras el ministro de Asuntos Exteriores iraní, Abbas Araghchi, afirmaba lo contrario este martes al insistir en que las conversaciones serán indirectas y bajo la mediación del mencionado sultanato. Incluso antes de sentarse en esa mesa de negociación, ambas partes han empezado corrigiéndose mutuamente. El sábado, la delegación enviada por un Trump poco a nada proclive a concesiones diplomáticas, se medirá con el equipo negociador de un Irán debilitado. No solo por su grave situación económica y social interna. También por sus capacidades militares disminuidas por el ataque israelí del pasado octubre, y su política regional en ruinas por la práctica destrucción de la capacidad ofensiva de sus principales aliados en Oriente Próximo. En ese contexto, varios expertos consideran probable que Washington exija lo que para Teherán es una línea roja: el desmantelamiento completo de su programa nuclear.
El jefe de la diplomacia iraní ha eludido por el momento precisar los objetivos de su país. En Argelia, donde se encuentra de visita oficial, se ha limitado a lo obvio: que su país busca “el levantamiento de las sanciones” internacionales por su programa nuclear, ha dicho, citado por la agencia semioficial Mehr. Antes, había confirmado que él mismo liderará la delegación de Teherán en Omán, mientras que el equipo de Washington estará encabezado por el enviado especial de Trump para Oriente Próximo, Steve Witkoff.
Trump sí ofreció el lunes pistas sobre cuál puede ser su postura en unas negociaciones que se presagian muy difíciles, flanqueado por el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, en el Despacho Oval. Afirmó que el acuerdo que se propondrá a Teherán será “mucho más duro” que el pacto nuclear de 2015 (oficialmente Plan de Acción Integral Conjunto, JCPOA en sus siglas en inglés) que el propio presidente rompió unilateralmente, a pesar de que Teherán cumplía escrupulosamente lo acordado.
Firmado entre Irán, EE UU y las potencias occidentales —más Rusia y China—, el JCPOA instauró un estricto régimen de inspecciones del programa nuclear iraní para garantizar que no se dirigía a fabricar armas atómicas. A cambio, permitió el levantamiento progresivo de las sanciones. Tras definir ese acuerdo como “el peor de la historia” y tildarlo de “blando”, Trump lo condenó a muerte al retirar de él a su país en 2018 y reinstaurar las sanciones estadounidenses contra Irán, además de añadir otras nuevas.
La duda que se plantea ahora es hasta dónde quiere llegar el presidente republicano. Una de las posibilidades es que trate de imponer a Teherán una exigencia que su consejero de Seguridad Nacional, Mike Waltz, confirmó en una entrevista con la CBS el 23 de marzo. Se trata del “completo desmantelamiento” de la capacidad nuclear iraní, una demanda ante la que el país probablemente trazará una línea roja, recalca Luciano Zaccara, profesor del Centro de Estudios del Golfo de la Universidad de Qatar.
Las autoridades iraníes consideran probable esa postura maximalista, confirma desde Teherán un analista que ha hablado con este diario bajo condición de anonimato. El escenario se complica porque el régimen islámico teme que Washington plantee otras exigencias inasumibles, como el fin de su programa de misiles balísticos, y el cese de cualquier respaldo a sus ya maltrechos aliados regionales del llamado Eje de la Resistencia. Trump ha amenazado varias veces a Irán con bombardearlo si continúa apoyando a uno de ellos, los milicianos hutíes yemeníes, que comprometen el tránsito naval por el mar Rojo con sus ataques a mercantes en solidaridad con Gaza.
En su comparecencia conjunta de este lunes, también Netanyahu dejó entrever esa postura de máximos cuando aludió a la “necesidad de evitar” que Irán obtenga armas nucleares “de forma plena”, como “se hizo en Libia”. En diciembre de 2003, el entonces líder libio, Muamar Gadafi, anunció que su país renunciaba a su programa atómico, de armas químicas y de misiles balísticos de largo alcance y aceptó su desmantelamiento total. En 2011, los aviones de la OTAN bombardearon Libia en apoyo de los rebeldes que derrocaron a Gadafi, que terminó asesinado el 20 de octubre de ese año.
El analista Zaccara cree también que “sin duda”, EE UU va a asumir esa dura posición en las negociaciones. Matiza, sin embargo, que “los iraníes aún tienen bazas y son muy buenos negociadores, como quedó claro en el acuerdo nuclear de 2015″. Luego incide en que “sería muy complicado pensar en un desmantelamiento total del programa nuclear al estilo libio”. Irán está, según los expertos, a unos meses de poder fabricar armas nucleares, pero insiste en afirmar que su programa tiene fines exclusivamente civiles.
Desconfianza
El líder supremo, Ali Jamenei, recordó en un discurso en febrero que Trump fue quien rompió el JCPOA. La desconfianza con EE UU es máxima y viene azuzada por Israel, que trata de circunscribir la discusión sobre el programa nuclear iraní a una opción binaria: o Israel y/o EE UU bombardean ese país o su régimen fabricará armas atómicas. “Si las conversaciones no tienen éxito, creo que Irán estará en gran peligro”, amenazó el lunes Trump.
El analista que habla desde Teherán dice que las autoridades consideran “al menos dos posibilidades”. La primera es la idea de que “se prefiere un ataque antes que un desmantelamiento total de la capacidad nuclear al estilo de Libia”. Irán cree que “un ataque, que provocaría una represalia con todo su arsenal, es más seguro para el país” que una “rendición” respecto al programa nuclear. Por una “cuestión ideológica” y también material. Teherán ha soterrado a gran profundidad muchas de sus instalaciones nucleares; por ejemplo, el centro de enriquecimiento de uranio cercano a Natanz. Ese lugar, a unos 225 kilómetros al sur de Teherán, incluye un complejo subterráneo que podría estar fuera del alcance incluso de las potentes armas antibúnker de EE UU.
La segunda posibilidad, continúa el analista, es que “las negociaciones se limiten al tema nuclear, sin exigir nada respecto al programa de misiles o la influencia regional iraní”. En ese caso, “sí sería posible alcanzar un acuerdo mínimo”.
Luciano Zaccara apunta que la renuncia completa a su programa nuclear no solo es inaceptable para Teherán, sino que contravendría el “derecho de Irán a desarrollar energía nuclear con fines pacíficos” que recogía el JCPOA.
Trita Parsi, vicepresidente ejecutivo del centro de estudios Instituto Quincy (con sede en Washington), coincide, en un artículo en el portal Amwaj: “Si Trump pretende desmantelar el programa nuclear iraní al estilo de Libia, además de cerrar el de misiles y las relaciones de Teherán con sus socios regionales, lo más probable es que la diplomacia muera al llegar [a la negociación], una estrategia favorecida por Israel (...) precisamente porque sabe que fracasará”.
Por el contrario, “si la estrategia de Trump se centra en lograr “un acuerdo basado en la verificación que evite una bomba iraní, entonces hay razones para ser optimista”. En el tuit de este martes con el que confirmó el diálogo, el ministro de Exteriores iraní sentenció: “La pelota está en el tejado de EE UU”.
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