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El PKK anuncia un alto el fuego y un futuro desarme con la condición de que Abdullah Öcalan sea liberado

El líder kurdo ordenó esta semana la disolución del grupo en un histórico llamamiento al fin de la lucha armada

Un manifestante muestra una imagen del líder kurdo, Abdullah Öcalan, durante una manifestación Diyarbakir (Turquía), el 27 de febrero.Foto: Sertac Kayar (REUTERS) | Vídeo: EPV
Andrés Mourenza

El grupo armado Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK) anunció este sábado un alto el fuego, así como un futuro desarme, bajo la condición de que se libere a su fundador y líder histórico, Abdullah Öcalan, quien hizo esta semana un llamamiento a la disolución. Se abre de este modo la vía a una solución pacífica de un conflicto con Turquía que se prolonga desde hace 40 años y se ha cobrado más de 40.000 vidas.

En un llamamiento escrito en la isla-prisión de Imrali, en la que permanece recluido desde su captura en 1999, y que fue transmitido el jueves en una rueda de prensa en Estambul por representantes políticos kurdos, Öcalan exigió a la organización que se disuelva y abandone las armas. “Convocad un congreso y tomad la decisión; todos los grupos [armados dependientes del PKK] deben abandonar las armas y el PKK debe disolverse”, escribió Öcalan.

Si bien algunos dirigentes militares del PKK habían mostrado ciertas reticencias en entrevistas previas al llamamiento de Öcalan ―que se negocia desde hace meses―, el comunicado publicado este sábado por el Comité Ejecutivo del PKK acepta claramente las directrices de su líder. “Estamos de acuerdo con el contenido del llamamiento del líder Öcalan y afirmamos que cumpliremos con él e implementaremos lo requerido a nuestra parte”, afirma el texto publicado por la agencia de noticias Firat, vinculada a la organización armada. Por ello, y como modo de “preparar el camino” a la disolución, el PKK declara un alto el fuego “efectivo desde hoy [sábado]” y afirma que sus fuerzas no “llevarán a cabo acciones armadas a menos que sean atacadas”.

Aunque la dirección de la guerrilla kurda acepta la exigencia del desarme y la disolución planteada por Öcalan, pone condiciones para ello. “Estamos listos para convocar el congreso del partido, como desea el Líder Apo [como se refieren a Abdullah Öcalan]. Sin embargo, para que ello suceda, se debe crear un entorno de seguridad y el Líder Apo debe dirigir personalmente [el congreso]. Solo el Líder Apo puede liderar la era de la paz y la sociedad democrática”, afirma el PKK.

El Gobierno turco ha descartado negociar directamente con los mandos guerrilleros, a los que considera, como Estados Unidos y la UE, una organización terrorista, aunque sí mantiene canales de diálogo ―directos e indirectos― con Öcalan. La propuesta que puso en marcha este nuevo proceso de paz (tras otras iniciativas fallidas en las últimas dos décadas) la hizo el pasado octubre el líder de la ultraderecha nacionalista turca, Devlet Bahçeli, aliado del presidente turco, Recep Tayyip Erdogan. Bahçeli ofreció que Öcalan recibiese beneficios penitenciarios, incluida una posible liberación, y se dirigiese a los kurdos desde el Parlamento de Turquía, una propuesta hasta ahora anatema para el nacionalismo turco y que, hecha por otra persona, supondría un proceso judicial por apología del terrorismo.

Con todo, es todavía difícil pensar en un Öcalan en libertad. Fue condenado a muerte por buscar la secesión de una parte del país y dirigir durante años una organización terrorista culpable de numerosos ataques a militares y atentados contra civiles, así como de varias matanzas de aldeas enteras que no querían cooperar con el PKK. Posteriormente, cuando Turquía eliminó la pena de muerte de su código penal, el castigo le fue conmutado por la cadena perpetua.

Los principales partidos políticos de Turquía han reaccionado positivamente al anuncio de Öcalan, y el hecho de que Bahçeli esté implicado en el proceso garantiza una menor oposición del campo nacionalista. Sin embargo, varias formaciones más pequeñas de la derecha nacionalista han respondido ondeando las banderas de sus sedes a media asta y colocando pancartas negras con los nombres de soldados caídos en combate contra el PKK.

El PKK exige, además, un entorno democrático para la solución de la cuestión kurda, en un momento en que precisamente arrecian las detenciones y la represión contra los representantes legales del nacionalismo kurdo. Miles de cargos locales y dirigentes kurdos están en prisión y una y otra vez los ayuntamientos logrados por el partido prokurdo DEM son intervenidos por orden del Ejecutivo de Erdogan.

En línea con lo expresado, si bien de forma vaga, por Öcalan, el Gobierno turco ha exigido, además, que todas las organizaciones armadas vinculadas al PKK depongan las armas, incluidas las milicias kurdo-sirias que, apoyadas por Estados Unidos pese a su vinculación al PKK, controlan todavía un tercio del territorio de Siria. Pero el comandante de las Fuerzas Democráticas Sirias (FDS), Mazlum Abdi, ha afirmado que el llamamiento de Öcalan no se aplica a ellas. Con todo, Salih Muslim, dirigente del ala política de estas milicias, se ha mostrado más abierto a un diálogo y ha dicho que si la razón por la que tomaron las armas desaparece, entonces eso podría llevar al desarme.

Aunque los procesos en Turquía y Siria son diferentes, ambos están estrechamente vinculados. Grupos de antiguos rebeldes sirios sostenidos por Ankara siguen combatiendo a las FDS en el norte de Siria, y a la vez, el nuevo Gobierno en Damasco, liderado por el exyihadista Ahmed al Shara y fuertemente apoyado por Turquía, negocia con las milicias kurdas su reintegración al Estado sirio. Por tanto, los progresos de las negociaciones en Turquía podrían tener efectos positivos en Siria, y viceversa.

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