Cisjordania recibe a sus presos liberados entre el entusiasmo y la reivindicación de Hamás
Varios autobuses del Comité Internacional de la Cruz Roja trasladan a 90 palestinos, casi todos mujeres, después de la entrega de tres rehenes israelíes
Es la una de la madrugada y cientos de personas llevan horas en la localidad cisjordana de Beitunia esperando en el frío a 76 de los 90 presos liberados por Israel (otros 14 fueron conducidos a Jerusalén Este), tras haber recibido con vida a tres de sus rehenes en Gaza. El canje se retrasa y las tropas israelíes ante la cercana prisión de Ofer se acercan cada vez más a la rotonda. Cuando se corre la voz de que vienen, la multitud sale corriendo y, poco después, se calma, como un juego adolescente. De los 90 reos puestos en libertad en el intercambio, 69 son mujeres y 21 menores de edad.
De repente, todo cambia. A lo lejos aparecen dos autobuses con el logotipo del Comité Internacional de la Cruz Roja transportando a los presos. La multitud se abalanza sobre los vehículos, incapaces ya de avanzar unos pocos metros antes de quedar de nuevo parados. El cielo se llena de fuegos artificiales mientras algunas de las ya expresas hacen el signo de la victoria desde el interior de los vehículos.
Cada vez más jóvenes se suben a los techos de los autobuses con banderas de Hamás e incluso de la milicia libanesa Hezbolá. Aquí, hoy, las familias celebran el regreso de los suyos, pero muchos otros, la supervivencia de Hamás durante 15 meses de devastadores bombardeos en Gaza que ha acabado por fraguar este canje. Uno de los cánticos es “El pueblo quiere a las Brigadas Al Qasam”, el brazo armado de Hamás. Otro es una loa a Yahia Sinwar, el cerebro del ataque del 7 de octubre de 2023, cuya muerte en combate en Gaza ha elevado su figura entre los palestinos. En las banderas impera un color: el verde de Hamás.
Los presos van bajando como pueden, tragados enseguida por la masa. Balkiz Isa Dar Zurob tarda por ello en encontrar a su padre. Al verlo, corre a fundirse con él en un largo abrazo durante el que le dice “¡Papá, quiero ver a mis [seis] hijos, quiero ver a mis hijos!”. “Todo va a estar bien ahora, hija”, responde él.
La mayoría solo quiere eso: volver a casa, tras meses en las cárceles israelíes, convertidas en un infierno desde el ataque de Hamás, que generó un sentimiento de venganza hacia los palestinos cuando el ultraderechista Itamar Ben Gvir ostentaba la cartera responsable de los presidios (Seguridad Nacional). Desde entonces, decenas de palestinos han muerto entre rejas. El último, este sábado, Mohamed Jaber, de 22 años, según la Comisión de Asuntos de los Detenidos y Presos Palestinos. Llevaba 14 meses en detención administrativa, una herramienta de la justicia militar —criticada por las organizaciones de derechos humanos y agencias de la ONU— por la que Israel mantiene a miles de palestinos sin cargos ni vista judicial, incluso durante años.
La prestigiosa ONG israelí de derechos humanos B’tselem publicó en agosto un informe en el que concluía, a partir de 55 testimonios, que Israel viene aplicando desde octubre de 2023 una “política institucional y sistemática enfocada en el abuso y tortura de todos los presos”, con la vista gorda del Tribunal Supremo y la Fiscalía General.
En medio del caos de festejos y reencuentros, unos pocos presos liberados relatan su experiencia. Como Baraa Fuqaha, que pasó seis meses de sus 25 años de vida en detención administrativa en una prisión que define como “un cementerio de vivos”. “Eran brutales con nosotras. Nos tenía en celdas 23 horas, incluso 24 algún día. Con más de 10 presas. No teníamos ropa de invierno y solo una manta. Dejaban abiertas las ventanas y hacía mucho frío. Así era nuestro día a día”, relata.
Hanan Malawan, de 23 años, acaba de bajar de uno de los autobuses y una multitud la rodea y fotografía con el móvil. “Nos intentaron quitar la alegría hasta el último día”, dice sobre sus cinco meses en prisión que acaban de terminar. “Ayer [este sábado] preguntábamos [a los carceleros] si íbamos a salir o no, y su respuesta era: ‘No os vais de ningún modo’. Y nos lo creíamos. Nos sirvieron el desayuno y la comida diciendo que no íbamos a salir. De repente, me dejaron sola en una celda. Casi me desmayó de miedo. Tras un rato me preguntaron: ¿Eres Hanan Malawani? Respondió: ‘Sí’. Me sacaron e iba saltando de alegría”. Se dirigía a su casa en la zona de Nablus, en el norte de Cisjordania.
Casi todo lo que sucede muestra el ínfimo prestigio de la Autoridad Nacional Palestina, sobre todo por su colaboración de seguridad con Israel y su perfil bajo durante la guerra de Gaza. De hecho, a diferencia del primer canje, no ha organizado una recepción oficial, que podría haberse vuelto en su contra en uno de sus momentos —si cabe— de mayor desprestigio interno.
Sobre todo hoy. Un día en el que el sentimiento general es que es el uso de la fuerza (la toma de rehenes por Hamás) el que está trayendo de vuelta a los presos. Lo verbaliza sin miedo Ahmad Hassad. Tiene 18 años y ha sido moneda de cambio en los dos canjes de esta guerra. Fue liberado en el anterior alto el fuego (en noviembre de 2023) y arrestado de nuevo al año siguiente. Ahora, vuelve a quedar en libertad. En ambos casos, “gracias a las Brigadas Al Qasam y a los luchadores en Gaza, que humillaron y golpearon dolorosamente a Israel”, clama. Luego señala con desprecio a los —escasos— miembros de las fuerzas de seguridad de la ANP que vigilan el lugar: “Hubo enfrentamientos en Ofer [entre jóvenes palestinos y los soldados israelíes] y ninguno de esos acudió a protegernos”. “Lo que ha hecho por nosotros la resistencia no lo ha hecho nadie más”, añade.
Los congregados ondean banderas de Hamás, del Frente Democrático para la Liberación de Palestina e incluso del partido-milicia libanés Hezbolá o de Yemen, cuya milicia hutí ha lanzado misiles y drones contra Israel hasta este mismo sábado. De Al Fatah, el partido del presidente de la ANP, Mahmud Abbas, casi ninguna. El portavoz de Al Fatah, Abdel Fatah Dawla, que ha acudido al lugar, resta importancia al fenómeno: “En la reunión del comité de Fuerzas Naciones e Islámicas Palestinas acordamos solo ondear la bandera palestina. Luego hay gente aparte que es libre para ondear la que quiera. No significa nada”.
Hay bastante gente, pero no todos se han atrevido a llegar. Varias cosas juegan en contra de la convocatoria. Colonos ultranacionalistas judíos opuestos al alto el fuego en Gaza están apedreando coches a su paso por la zona y han quemado casas y vehículos de palestinos como venganza colectiva. Algunas familias de presos tienen miedo y prefieren esperarlos en casa. Tampoco ayuda el recuerdo del primer canje de rehenes por presos, en noviembre de 2023, en el que los soldados israelíes lanzaron gases lacrimógenos en esa misma rotonda para frenar las celebraciones
Tampoco ahora están permitidas. A Mohamed Amer (cuya hija Yenín ha recobrado esta madrugada la libertad en el canje) se lo recordó por teléfono esta misma tarde un oficial del Shin Bet, los servicios de inteligencia en Israel y Palestina, cuenta cerca de una hoguera que ha encendido un grupo de jóvenes para calentarse. “Me dijo: ‘no quiero ver ni una bandera de Hamás ni una celebración. Como alces una sola bandera, entramos en la casa”.
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