Rusia lanza un ataque a gran escala contra el sistema energético de Ucrania como represalia por el uso de misiles occidentales
Putin justifica el bombardeo como respuesta al empleo ucranio de armamento estadounidense contra territorio ruso y amenaza a Kiev con volver a utilizar el misil balístico experimental que lanzó el 21 de noviembre
Rusia prosigue con su campaña de bombardeos de invierno contra la red energética de Ucrania. En la mañana de este jueves se ha producido un ataque con 90 misiles y 97 drones bomba dirigidos a infraestructuras civiles en una docena de provincias del país. Las empresas de suministro eléctrico han introducido cortes de luz en las ciudades de Ucrania, una medida que se ajusta a lo que persigue precisamente el Kremlin desde el otoño de 2022: dejar a millones de ucranios sin electricidad ni otros servicios básicos como la calefacción o el agua caliente en los meses de frío. Horas después del ataque, el presidente ruso, Vladímir Putin, ha advertido en una conferencia en Kazajistán que este bombardeo es una respuesta al uso por parte del ejército ucranio de misiles de largo alcance de Estados Unidos y el Reino Unido en suelo ruso. Putin ha indicado que el principal objetivo han sido 17 enclaves militares y ha amagado con volver a emplear masivamente contra Kiev el Oréshnik, un cohete diseñado para una guerra nuclear y empleado por primera vez la semana pasada contra instalaciones militares en Dnipró. “Podrían ser instalaciones militares, empresas de la industria de defensa o centros de toma de decisiones en Kiev”, ha amenazado el líder ruso.
La ofensiva de este jueves ha dejado sin conexión a 523.000 consumidores en la región de Lviv, a unos 215.000 en Volinia y a más de 280.000 en Rivne, según el balance provisional de las autoridades regionales. “El sector energético se encuentra de nuevo bajo un ataque masivo del enemigo. Los ataques se producen en todo el país. El operador [de la red eléctrica] Ukrenergo ha introducido apagones de emergencia”, ha escrito en un breve comunicado a primera hora de la mañana el ministro de Energía, Herman Galushchenko. Desde las 5.00 hasta las 8.30, el ejército ruso ha disparado misiles y drones contra infraestructuras en una docena de provincias. Se han registrado daños en edificios civiles en Kiev y en Odesa.
Las Fuerzas Aéreas Ucranias han reportado que han interceptado 79 de los misiles y 35 drones. La cuenta de información militar de Telegram Monitor, especializada en el seguimiento de bombardeos, ha resumido que la operación del invasor ha constado de dos fases: una primera en la que la flota rusa en el mar Negro ha lanzado los misiles de crucero Kalibr, y una segunda en la que se han empleado misiles de crucero Kinzhal disparados por bombarderos desde la provincia rusa de Volgogrado y desde la península de Crimea, anexionada ilegalmente por el Kremlin en 2014.
Volodímir Zelenski ha subrayado en un mensaje en sus redes sociales que Rusia ha utilizado munición de racimo, que aunque produce explosiones menos potentes, sí expande más el daño y complica más la reparación de infraestructuras civiles. “Esto es una muy vil escalada de Rusia en sus ataques terroristas”, ha dicho el presidente ucranio. Zelenski ha insistido en la necesidad de recibir más defensas antiaéreas de sus aliados occidentales: “Estos sistemas de defensa son necesitados ahora en Ucrania, donde salvan vidas, y no en almacenes”.
El Ministerio de Energía ha informado de que este es el bombardeo a gran escala ruso número 11 contra la red energética en lo que va de año. Naciones Unidas estima que Ucrania ha perdido un 60% de su capacidad de generación eléctrica.
El anterior bombardeo de estas dimensiones se produjo el pasado 17 de noviembre, y siguió los mismos parámetros de horario, tiempo y armamento que el de este jueves, aunque en aquella ocasión el arsenal empleado fue mayor, con 120 misiles y 90 drones bomba Shahed.
Amenaza de Putin
La ofensiva rusa contra el sistema energético del país invadido coincide con una nueva fase de la guerra en la que el Kremlin amenaza a Kiev y a sus socios en la OTAN con graves consecuencias si el ejército ucranio continúa utilizando misiles de largo alcance occidentales contra objetivos militares en suelo ruso. Vladímir Putin ordenó el 21 de noviembre el lanzamiento del Oréshnik, un misil balístico hipersónico de rango intermedio contra una planta militar en la ciudad de Dnipró. Es la primera vez que se utiliza un cohete de este tipo, diseñado para una guerra nuclear, en un conflicto armado. Putin quiso transmitir con esta decisión una amenaza a los socios de Ucrania en Europa y en Estados Unidos.
El mandatario ha aprovechado una reunión de la Organización del Tratado de Seguridad Colectiva (OTSC), la alternativa rusa a la OTAN, para elevar su amenaza a Occidente. “En el caso de un lanzamiento masivo y en grupo de estos misiles [Oréshnik], es decir, varios a la vez en un solo golpe, su potencia será comparable al uso de armas nucleares”, ha manifestado Putin.
El presidente ruso ha declarado que su Estado Mayor y el Ministerio de Defensa están seleccionando nuevos objetivos para este misil, aunque ha hablado en condicional al mencionarlos: “Podrían ser centros de toma de decisiones en Kiev”. Además, ha justificado bombardear al Gobierno ucranio porque ejerce el poder en funciones al no poder celebrar unas elecciones normales por culpa de la invasión rusa.
“[Las autoridades ucranias] son totalmente ilegítimas. Desde el punto de vista legal, ni siquiera tienen derecho a dar órdenes a las Fuerzas Armadas, porque son usurpadoras del poder”, ha asegurado Putin, que renovó su mandato hasta 2030 en marzo en unas elecciones en las que vetó cualquier candidatura opositora y que no pudieron ser examinadas por observadores independientes internacionales, como la misión de la OSCE.
No obstante, la bravata de Putin no es nueva. Ya vertió la misma amenaza en junio de 2022, al principio de la guerra, cuando Europa dudaba sobre si enviar armas a Ucrania: “En cuanto a las líneas rojas, permítanme que me las guarde porque significará acciones bastante duras contra los centros de toma de decisiones. Pero esto debe decidirlo la dirección político-militar rusa. Es decir, el Ministerio de Defensa”, dijo entonces el líder ruso.
Ucrania inició el pasado agosto una ocupación parcial de la provincia rusa de Kursk. Desde entonces ha perdido un 40% del espacio conquistado, pero el objetivo de Zelenski es permanecer en Kursk a largo plazo, para demostrar que Rusia es vulnerable en su propio territorio. Para ello, Kiev ha conseguido este noviembre la autorización estadounidense, británica y francesa del empleo de misiles de largo alcance ATACMS, Storm Shadow y Scalp contra objetivos militares rusos en suelo enemigo.
Putin ha afirmado además que su industria bélica produce 10 veces más misiles que todos los países de la OTAN juntos y en 2025 “su fabricación aumentará otro 25% o 30%”, y se ha regocijado por el poder destructivo de su nuevo misil: “El impacto provoca una temperatura que alcanza los 4.000 grados centígrados, si no me falla la memoria, cuando en la superficie del Sol es de 5.500 a 6.000 grados. El epicentro de la explosión se separa en partículas elementales. Se convierte en polvo”.
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