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El papa Francisco emprende su viaje más largo con una salud cada vez más frágil

El Pontífice, de 87 años y con achaques crecientes, visita durante 12 días Indonesia, Papúa Nueva Guinea, Timor Oriental y Singapur

El Papa camina con la ayuda de un bastón en una audiencia en el Vaticano el 26 de agosto. Foto: Simone Risoluti/Oficina de prensa del Vaticano (EFE) | Vídeo: EPV
Íñigo Domínguez

El Papa ha emprendido en la tarde de este lunes y hasta el 12 de septiembre el viaje internacional más largo de su pontificado, un total de 12 días en Asia y Oceanía en los que visitará cuatro países: Indonesia, Papúa Nueva Guinea, Timor Oriental y Singapur. Un compromiso muy fatigoso, con 44 horas de vuelo en siete desplazamientos, hasta ocho horas de cambio horario y calor tropical, que llega precisamente en un momento en el que su salud cada vez es más delicada. Jorge Mario Bergoglio, de 87 años y que ya es el pontífice más anciano desde León XIII, se mueve en silla de ruedas, ha pasado por el quirófano tres veces en tres años ―extirpación de parte del colon en 2021, rodilla derecha en 2022 y obstrucción intestinal en 2023― y antes del verano sufrió una larga infección respiratoria que le impidió leer sus discursos. Bergoglio se halla ya en una fase compleja de gestionar por la que pasó Juan Pablo II en sus últimos años: el principal motivo de interés del Papa empieza a ser su salud, que muy a su pesar eclipsa a menudo todo lo demás.

Hace un año que Francisco no viaja fuera de Italia, desde su visita en septiembre de 2023 a Marsella. Luego, en noviembre de ese año, tuvo que cancelar un desplazamiento a Dubái a la cumbre del clima. Debido a su edad ―cumple 88 años en diciembre― y a sus últimos achaques, no se esperaba que a corto plazo volviera a hacer grandes viajes internacionales, pero ha sorprendido precisamente con el más complicado de los que ha realizado hasta ahora, aunque de puertas afuera no se le vea la urgencia. Pero el Papa tiene su propia agenda y también hace ver que la preocupación por su salud no le va a frenar en sus tareas. En este caso, su prioridad son las comunidades cristianas fuera de Europa, por lejanas que sean, el diálogo con el islam, o el cambio climático.

Este viaje estaba previsto para 2020, pero tuvo que aplazarse por la pandemia de la covid, y pocos pensaban que Francisco fuera a rescatarlo. El cardenal filipino Luis Antonio Tagle, de 67 años, ha confesado que ya no pensaba que se fuera a hacer: “Digo la verdad. Yo soy menos viejo que el Papa y siento que estos viajes tan largos son pesados. Me ha sorprendido mucho que el Santo Padre haya retomado este proyecto, es una señal de su cercanía paterna a lo que llama periferias existenciales”. Ya había sucedido algo parecido con un viaje que tuvo que suspender en 2022 a Sudán del Sur y República Democrática del Congo, tras una intervención quirúrgica en la rodilla. Pero viajó al año siguiente, otra prueba de su empeño personal en estos proyectos.

La primera escala del Papa será en Yakarta, la capital indonesia, donde llega el martes 3 de septiembre tras un vuelo de 13 horas. De hecho, se tomará un día de descanso para afrontar luego temperaturas máximas de 35 grados y una humedad del 80%, parámetros que se repetirán a lo largo del viaje y que pueden incidir en una persona con problemas respiratorios y con un lóbulo del pulmón derecho extirpado en su juventud. Francisco pronunciará aquí el primero de sus 16 discursos y una de las tres misas multitudinarias previstas. Las siguientes serán en Port Moresby, la capital de Papúa Nueva Guinea, y en Singapur.

Indonesia, donde visitará la mezquita más grande del sudeste asiático, es el país con más musulmanes del mundo y uno de los temas que abordará el Papa es el diálogo con el islam. Pero también el cambio climático, asunto central para Francisco, que dedicó al medio ambiente y al cuidado del planeta su encíclica de 2015, Laudato si´. “El tiempo se está acabando, no nos queda mucho para salvar el planeta”, dijo en marzo en su autobiografía. Yakarta se está hundiendo por la subida del nivel del mar ―el 40% de la ciudad ya se halla por debajo― y ha tenido que construir una nueva capital, Nusantara. Es una cuestión también de primer orden en Papúa Nueva Guinea, su siguiente etapa y un país que refleja perfectamente la idea de Bergoglio de ir a la periferia de la Iglesia: se considera el último país al que llegó el cristianismo.

Luego, Francisco se trasladará a Timor Oriental y será el primer pontífice en pisar el país desde su independencia de Indonesia en 2002. Junto a Filipinas, esta antigua colonia portuguesa es el único país de Asia de mayoría católica. Aquí le espera un tema candente más complicado, pues en 2022 estalló el escándalo del obispo Carlos Ximenes Belo, héroe nacional de la independencia y Premio Nobel de la Paz en 1996, que fue acusado de abuso de menores. Fue desvelado por un diario holandés, que señaló que el Vaticano conoció las denuncias en 2002, con Juan Pablo II, y sancionó y retiró en secreto al obispo. Por último, el Papa recalará en Singapur, el país más rico de Asia, donde puede hablar de modelos de desarrollo. Pero esto no es todo, porque a su regreso, tras dos semanas en Roma, le espera otro viaje a Luxemburgo y Bélgica, entre el 26 y el 29 de septiembre.

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Francisco no ha tenido problemas en advertir de que el día que no se vea con fuerzas seguirá el ejemplo de su predecesor, Benedicto XVI, que dimitió en 2013. Fue la primera vez que un pontífice renunciaba desde el siglo XIII y causó una gran conmoción en el mundo católico. No obstante, cada vez que Bergoglio ha hablado de ello ha subrayado que ve lejos ese momento. La última vez fue en marzo, en su autobiografía: “”Creo que el ministerio petrino es ad vitam y, por tanto, no veo condiciones para una dimisión. Las cosas cambiarían si se produjera un impedimento físico grave, y en ese caso ya firmé, al inicio del pontificado, la carta con la renuncia que está depositada en la Secretaría de Estado. (...) Pero esta es una hipótesis lejana, porque realmente no tengo motivos tan serios para pensar en una renuncia”.

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Íñigo Domínguez
Es periodista en EL PAÍS desde 2015. Antes fue corresponsal en Roma para El Correo y Vocento durante casi 15 años. Es autor de Crónicas de la Mafia; su segunda parte, Paletos Salvajes; y otros dos libros de viajes y reportajes.
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