Con o sin Mélenchon, el dilema acuciante de la izquierda en Francia
El Nuevo Frente Popular, que aún no ha decidido su candidato a primer ministro, teme que el protagonismo del líder de La Francia Insumisa en la campaña de las legislativas perjudique al campo progresista
A pocos días de la primera vuelta de las elecciones legislativas, el Nuevo Frente Popular (NFP) sigue sin resolver la trascendente cuestión de quién será su candidato a primer ministro. Tras superar las profundas divisiones sobre temas como la ayuda a Ucrania o el conflicto árabe-israelí y alumbrar un programa común, la alianza de izquierdas formada a toda prisa tras la disolución de la Asamblea Nacional se debate en un dilema en torno al principal aspirante, Jean-Luc Mélenchon. Los dirigentes de la coalición de izquierda son conscientes del rechazo que la figura del líder insumiso provoca en el electorado socialdemócrata, clave para recuperar a los votantes macronistas opuestos al giro a la derecha del mandatario en los últimos años, y temen que pueda poner en peligro sus opciones de vencer al Reagrupamiento Nacional (RN), al que los sondeos dan como gran favorito. Sin embargo, ¿puede el NFP prescindir de la personalidad más destacada de la izquierda de los últimos años?
Mélenchon afirmó el pasado 12 de junio que, en caso de ganar las elecciones, el primer ministro debería salir del partido de la coalición con más escaños en el Parlamento, apoyándose en un reparto de circunscripciones que favorece de entrada a su formación ―La Francia Insumisa (LFI) de Mélenchon presentará 229 candidatos; el Partido Socialista, 175; los ecologistas, 92; y el Partido Comunista, 50― y sugiriendo su candidatura a la jefatura del Gobierno. Luego rectificó, al asegurar que “no era candidato a nada”.
Pero sus compañeros de coalición no tardaron en responder. Olivier Faure, primer secretario del Partido Socialista, secundado por los ecologistas y los comunistas, habló de la necesidad de una votación de todos los diputados de la coalición, una vez pasadas las elecciones, para designar el candidato, mientras que el expresidente François Hollande, cuya candidatura a diputado en Corrèze ha sido muy criticada, pidió al líder de los insumisos “que se callara”. Animado por el resultado obtenido por Raphaël Glucksmann en las elecciones europeas, el PS no está dispuesto a dejarse dominar por LFI y pretende invertir a largo plazo la relación de fuerzas, apoyándose para ello en el resto de partidos de la coalición y en la franja moderada de LFI, opuesta a la línea melenchonista.
El líder de LFI —y artífice del renacimiento del bloque de izquierdas en las legislativas de 2022— ya no goza del mismo apoyo que entonces. Ni dentro de su movimiento ―su compañero de partido, François Ruffin calificó este miércoles a Mélenchon de “obstáculo” para la victoria del NFP―, ni en la izquierda en general. Para el exsecretario del PS Jean-Christophe Cambadélis, que frecuentó al político cuando ambos formaban parte de la jefatura del sindicato estudiantil UNEF en los años setenta, la pretensión de Mélenchon de ocupar el puesto de primer ministro es “una alucinación colectiva que él mantiene”. “En realidad, nadie cree en ello, ni siquiera él”, asegura.
Caída de popularidad
La caída de popularidad del líder de los insumisos se explica por varios motivos. Como la ausencia de democracia interna y las repetidas purgas a los que se apartan de la línea oficial. O el apoyo inquebrantable al diputado Adrien Quatennens, a pesar de haber sido condenado por violencia de género, cuando una parte del movimiento pedía su dimisión. O la estrategia del ruido y la furia en el Parlamento y las invectivas dirigidas a los periodistas. Y sobre todo destaca un discurso que en muchas ocasiones ha rozado el antisemitismo. “Él siempre ha sido así. Siempre ha sido una persona íntegra, colérica, rupturista, negándose a subordinarse a los demás o a jugar colectivamente”, reflexiona Cambadélis.
“Mélenchon tiene una doble dimensión: es una de esas figuras políticas de las que los franceses dicen que representan un peligro para la democracia, y al mismo tiempo tiene la capacidad de atraer a una parte del electorado que siente que solo él puede defenderla”, explica Emmanuel Rivière, especialista en opinión pública y profesor en la Sorbona y en el Instituto de Ciencias Políticas de París (Sciences Po). “El impacto de su figura en las clases populares es real. En los barrios pobres de Marsella, por ejemplo, su nombre es clave para movilizar a los votantes que si bien no saben qué es el Nuevo Frente Popular, sí tienen claro quién es Mélenchon”, ahonda el politólogo Maxime Quijoux, miembro del think tank Intérêt General, en la órbita de la izquierda.
La estrategia puesta en marcha por el exministro socialistade enfocar el discurso casi exclusivamente en las banlieues “es lo que le da fuerza a LFI”, estima Quijoux quien cree que la campaña de las europeas, centrada en la defensa de Palestina, ha ilustrado esa dinámica.
A pesar del paso al lado dado anunciado, que aún es difícil juzgar si durará, Mélenchon asegura estar convencido de que sigue siendo imprescindible para la izquierda si quiere captar el voto de los jóvenes y de las clases populares urbanas, a menudo de origen inmigrante. “Creo que tiene la actitud correcta ante los ataques que recibe. No es el momento de excluir a nadie ni de dividirnos. Él sigue siendo un faro para la gente de los barrios pobres y lo necesitamos en esta campaña”, cree Aurélie Trouvé, diputada de LFI saliente de la Seine Saint-Denis y candidata del NFP en estos comicios.
Mélenchon siempre recuerda que, en las presidenciales de 2022, estuvo cerca de vencer a la ultraderecha, quedando tercero en la primera vuelta, con el 22% de los votos, apenas 600.000 votos menos que el RN de Marine Le Pen, que quedó segundo. En las europeas del pasado 9 de junio, con el 9,9% de los votos, el movimiento fue capaz de ganar un millón de votantes más que en 2019.
Las disensiones internas en el NFP y LFI sobre el liderazgo de Mélenchon son una bendición tanto para el RN como para el bloque presidencial, Ensemble, que llevan días mencionando el nombre de Mélenchon para ahuyentar a los votantes moderados tentados de apoyar al NFP.
Macron ha hablado incluso del riesgo de guerra civil en caso de victoria del NFP, en una campaña centrada en demonizar a la alianza de izquierdas, a la que equipara con la extrema derecha, y a un programa económico que considera que podría llevar al país a la ruina a pesar de haber recibido la aprobación de economistas como la Nobel Esther Duflo. . Esta es, según el politólogo Quijoux, una retórica peligrosa. “En realidad [estos ataques] nos indican cómo el contexto político se ha radicalizado a la derecha al punto de considerar que un programa progresista ―si lo comparamos con el de la coalición de Gobierno en España casi puede parecer un poco soso―, constituye una amenaza”, concluye.
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