Biden y Macron prometen en el 80º aniversario del día D no abandonar a Ucrania
Francia formará a 4.500 soldados ucranios en el país agredido. El presidente EE UU señala a Trump: “El aislacionismo no era la respuesta hace 80 años y no lo es hoy”
Estados Unidos y Europa mantendrán el apoyo a Ucrania ante la agresión de Rusia, y no la abandonarán. Este es el mensaje que este jueves han enviado desde las playas de Normandía el presidente estadounidense, Joe Biden, y su homólogo francés, Emmanuel Macron, 80 años después del desembarco de las tropas de Estados Unidos, el Reino Unido y sus aliados para liberar a Europa de la Alemania nazi.
Biden avisó, ante los avances de la ofensiva rusa y las dudas sobre la solidez del apoyo occidental: “No nos desentenderemos”. Y Macron corroboró: “Estamos aquí y no flaquearemos.”
En una entrevista con la cadena de televisión TF1, anunció que Francia entrenará, en el este de Ucrania, a 4.500 soldados de este país. El envío de instructores ―es decir, militares franceses— supone un nuevo paso en la implicación occidental con el país agredido. El presidente anunció la cesión de un número indeterminado de aviones de combate Mirage 2000-5 “que permitirán a Ucrania proteger su suelo y su espacio aéreo”. Los pilotos ucranios deberían estar listos para operar los aviones a final de año.
El invitado de honor de las ceremonias en Normandía era el presidente de Ucrania, Volodímir Zelenski, quien declaró al aterrizar en la ciudad de Caen, próxima a las playas: “Los aliados defendieron la libertad de Europa entonces, y los ucranios lo hacen ahora. La unidad prevaleció entonces, y la verdadera unidad puede prevalecer hoy”. Zelenski concretará este viernes con Macron en París los planes de ayuda franceses.
Biden y Macron pronunciaron sus discursos durante las ceremonias en los cementerios y playas normandas. Este año, la presencia de Zelenski buscaba actualizar el mensaje de junio de 1944 y conectar su combate con el de los últimos veteranos que eran casi adolescentes hace 80 años y han viajado a Normandía, quizá por última vez. Como entonces, Europa está amenazada, dicen los líderes; como entonces, se libra una guerra en defensa de la libertad. Como entonces —este es otro mensaje que sale de estas celebraciones— es la unidad entre EE UU y las democracias europeas, desafiada por las amenazas externas e internas, lo que está en juego. Y la unidad es la clave del éxito en el campo de batalla, entonces y ahora.
Pero hoy ni EE UU ni la UE combaten en el terreno. El posible despliegue de militares europeos en el país agredido —incluso instructores como los que quiere enviar Macron— divide a los occidentales, y hay incógnitas sobre el alcance del compromiso con los ucranios. E inquietud, entre los partidarios de la alianza transatlántica a ambas orillas del charco, sobre la viabilidad de la OTAN si en noviembre el expresidente Donald Trump gana las elecciones a la Casa Blanca. Quién sabe si dentro de cinco años, o 10, un presidente estadounidense volverá a celebrar la amistad transatlántica en la playa de Omaha.
“Aquí demostramos que las fuerzas de la libertad son más fuertes que las fuerzas de la conquista”, dijo Biden, en un discurso en el homenaje franco-americano en el cementerio militar de Colleville-sur-mer. Frente a él, centenares de invitados y, más allá, el mar de cruces blancas donde están enterrados los caídos y las vistas sobre la playa de Omaha, punto central del desembarco en el que participaron más de 130.000 soldados y murieron, solo ese día, miles de aliados y alemanes. “Y aquí”, continuó el presidente, “demostramos algo más: la unidad inquebrantable de los aliados”.
El mensaje tenía varios destinatarios. Uno era el presidente ruso, Vladímir Putin: “No podemos rendirnos ante los acosadores, es simplemente impensable. Si nos rendimos, la libertad será subyugada, toda Europa estará amenazada”. Otro, Trump, que continuamente amaga con desentenderse de Europa: “El aislacionismo no era la respuesta hace 80 años y no es la respuesta hoy”.
Por la tarde, en una ceremonia internacional en otro municipio de la playa de Omaha, Saint-Laurent-sur-mer, Macron exhortó: “Ante el retorno de la guerra en nuestro continente, ante el cuestionamiento de todo aquello por lo que combatieron [los soldados del día D], ante los que pretenden cambiar fronteras por la fuerza o reescribir la historia, seamos dignos de los que desembarcaron aquí”. Y, dirigiéndose a Zelenski, añadió: “Su presencia aquí, en este día, señor presidente de Ucrania, expresa todo esto”. En ese preciso instante, mientras el público se levantaba para aplaudir, tres aviones sobrevolaban la playa dejando una estela con la bandera francesa.
Entre los invitados a la ceremonia internacional de la playa de Omaha figuraba también el canciller alemán, Olaf Scholz, quien escribió en el diario Ouest-France: “El desembarco aliado en Normandía (...) también fue una liberación para Alemania de ella misma”. Asistieron también, entre otros, el cineasta Steven Spielberg y el actor Tom Hanks, que fijaron la memoria del desembarco para toda una generación con la película Salvar al soldado Ryan, de 1998.
Quien no estaba en Normandía esta vez era Putin, presente hace 10 años, ni ningún representante diplomático de Rusia. En 2014, Putin acababa de anexionarse la península ucrania de Crimea y la conmemoración de Normandía se aprovechó para organizar un encuentro con el entonces presidente ucranio, Petro Poroshenko. Se abrió en esa ocasión una negociación para resolver el conflicto, evidentemente fallida.
Había un aire de fin de época este jueves en las playas durante los homenajes, en los que los verdaderos protagonistas —más allá de Zelenski, Biden, Macron, el rey Carlos III y una veintena de jefes de Estado y de Gobierno invitados— fueron las pocas decenas de veteranos todavía vivos, a los que Macron declaró: “Ustedes vinieron aquí y aquí están para siempre en su casa, en suelo francés, y nunca olvidaremos”. En un vídeo que se emitió en la ceremonia franco-americana, un veterano de EE UU decía: “Cuando veo estas cruces, veo a personas en pie, incluso saludando”. Otro afirmaba: “Yo no soy un héroe, solo hice mi trabajo. Los verdaderos héroes están en los cementerios”.
Todos, centenarios o casi: la mayoría de los que estaban este jueves faltarán en las ceremonias del 90º aniversario. Todos, o casi todos, en silla de ruedas. Cubiertos con mantas y gorras: frágiles pero resistentes. Todos, héroes del día más largo, la mayor invasión naval de la historia, un sacrificio sangrante que contribuyó, junto al de los soviéticos en el frente oriental, a la derrota de Hitler. Un hilo férreo, pero frágil a la vez, entre el mundo de ayer y el de hoy, en el que la guerra, para muchos europeos, ha dejado de ser un capítulo en los libros de Historia y ya es un hecho cotidiano.
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