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Una nación armada

La portación de armas en iglesias, la violencia doméstica armada y la salud mental del ejército están a debate en Estados Unidos

Un manifestante en un mitin a favor de la compra y venta de armas en Augusta (Maine), en 2018.Foto: AP | Vídeo: AP
El País

De acuerdo con la Encuesta Nacional sobre Armas de Fuego de 2021, el 32% de la población estadounidense afirma tener un arma de fuego. La cifra equivale a más de 18,4 millones de estadounidenses armados, aunque se incluyen solo a personas adultas mayores de 18 años.

A pesar de las masacres armadas que han ocurrido a lo largo de la historia, la constitución estadounidense presenta un obstáculo importante para su legislación: la segunda enmienda constitucional. “Por ser necesaria para la seguridad de un Estado libre una milicia bien regulada, no se restringirá el derecho del pueblo a poseer y portar armas”, es la consigna que se ha usado para defender el armamento de civiles en el país.

Una creciente preocupación por los suicidios entre militares activos, el revés a las restrictivas leyes de Nueva York y una decisión de la Suprema Corte contra la violencia ejemplifican las ramificaciones de la problemática de las armas en la vida social de Estados Unidos.

La salud mental del Ejército

La tasa de suicidios en Estados Unidos es de 14.1 personas por cada 100.000. Entre personal militar activo, el número se dispara a 24.3 por casa 100.000, con una mayor tendencia a usar armas de fuego. En septiembre el ejército estadounidense emitió nuevos lineamientos de prevención del suicidio, enfocados a la prevención y la atención en comunidad de los problemas de salud mental. Sin embargo, las directrices aún no han sido implementadas.

En octubre, el militar en la reserva Robert Card se suicidó tras matar a 18 personas con un fusil de asalto en Lewiston, Maine. Anterior a este hecho, Card había estado en tratamiento psiquiátrico, padecía de paranoia y advirtió a un amigo que planeaba un tiroteo masivo. Tanto el ejército como la oficina del sheriff de Maine fueron alertados del deterioro de su salud mental más de cinco meses antes de la matanza.

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Los curas que van armados

El año pasado, el Estado de Nueva York aprobó una ley que prohíbe la portación de armas en ubicaciones “delicadas”, incluidas los sitios de oración. El reverendo Jimmie Hardaway Jr. encabezó una demanda para revertir la medida. En mayo, la ley fue enmendada para permitir a los líderes de las congregaciones y a personal de seguridad portar armas de nuevo.

El caso ha enfrentado legalmente a la segunda enmienda constitucional, sobre el derecho a portar armas, con la primera enmienda, que habla del derecho a profesar una religión sin miedo. Luego de que un supremacista blanco asesinara a nueve personas en una iglesia en Charleston, Carolina del Sur, algunos líderes religiosos argumentan que armarse es la mejor forma de proteger a sus devotos.

Violencia doméstica armada

Actualmente, la Suprema Corte está considerando la decisión sobre si las personas pueden ser obligadas legalmente a renunciar a sus armas antes de ser condenadas por un crimen. Para las víctimas de violencia doméstica que han logrado órdenes de alejamiento contra sus agresores, la cuestión es de vida o muerte.

Janet Paulsen, quien quedó paralizada después de que su esposo le disparara con un arma y después se suicidara ha intentado presionar a los legisladores de Georgia para aprobar medidas que permitan a la policía retirar las pistolas de su propietario si se encuentran en una crisis familiar. Cuando Paulsen presentó una orden de alejamiento contra su marido, la policía le confiscó más de 70 armas, pero una confusión en la orden le permitió conservar la pistola en su camioneta con la que tiroteó a Paulsen.

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