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Francia
Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

Honestidad brutal, con más de lo segundo que de lo primero

Macron fue reelegido con un programa que incluía la reforma de las pensiones, por lo que no hay engaño. Lo que está en cuestión no es el fondo, sino la forma

Un manifestante sujetaba este viernes una pancarta con la palabra "rabia" durante una de las protestas en contra de la reforma de las pensiones de Macron en Estrasburgo.
Un manifestante sujetaba este viernes una pancarta con la palabra "rabia" durante una de las protestas en contra de la reforma de las pensiones de Macron en Estrasburgo.SEBASTIEN BOZON (AFP)
Enric González

Lord Kilmorey, Richard Needham en el mundo real, ocupó distintos ministerios británicos entre 1985 y 1995 y fue de los pocos diputados conservadores que nunca admiraron a Margaret Thatcher. Ella lo despreciaba por ser uno de esos “húmedos” que se preocupaban por las cifras de desempleo y la desigualdad creciente. Él dejó para la posteridad una frase que definía perfectamente a Thatcher, sin necesidad de mencionarla: “Las personas que son brutalmente honestas disfrutan de la brutalidad tanto como de la honestidad, o posiblemente más”.

Emmanuel Macron fue reelegido como presidente el año pasado con un programa que incluía la reforma de las pensiones. Quienes lo votaron conocían su propósito de retrasar la edad de jubilación. Nadie puede declararse engañado. Lo que está en cuestión no es tanto el fondo de la reforma (sobre el que el Consejo Constitucional difícilmente podía oponer reparos) como la forma en que se ha llevado a cabo: por decreto, con la oposición de la Asamblea Nacional y con una cierta fruición cruel por parte del presidente.

A Macron, el gran destructor del paisaje político francés (un paisaje que, ciertamente, llevaba años en estado ruinoso), se ha embarcado ahora en una batalla contra los sindicatos, quizá a vida o muerte. Igual que Thatcher hace 40 años. Y lo ha hecho, como Thatcher, con una honestidad brutal en la que, apelando a Lord Kilmorey, parece haber disfrutado especialmente de la brutalidad. Con más de cuatro años de mandato por delante.

Desde hoy hasta 2027, las pensiones marcarán la actividad política. Marine Le Pen y Jean-Luc Mélenchon, dirigentes de los dos movimientos ―no quedan grandes partidos en Francia― que flanquean el macronismo por la extrema derecha y la extrema izquierda, ya han pedido el voto de quienes quieren recuperar la jubilación a los 62 años. Para la ultraderechista Le Pen, que encabeza los sondeos ahora mismo, la impopular reforma constituye un fuerte empujón, quizá suficiente para alcanzar esa mayoría que por dos veces, ambas frente a Macron, le han negado los electores.

Conviene tener en cuenta varios factores importantes. Uno, que no hay elecciones de gran relevancia a la vista (senatoriales parciales en otoño, europeas el año próximo) y Macron dispone, por tanto, de un cierto margen. Dos, que no toda Francia rechaza la reforma: en las ciudades, donde abundan los trabajos de oficina, no se ve tan mal como en las zonas industriales y rurales. Y tres: que cualquier promesa de revocar la reforma, como la formulada por Marine Le Pen, tiene una credibilidad escasa. La heredera de la dinastía Le Pen ha cambiado suficientes veces de posición en cuestiones fundamentales (euro no, euro sí, por ejemplo) como para estimular la duda.

Volvamos a la honestidad y recordemos que Macron no ha sido del todo honesto: hace pocos meses aún descartaba por completo la opción de sacar adelante la reforma por la vía del artículo 49, apartado 3, de la Constitución, es decir, por decreto. Y eso fue lo que hizo. En cuanto a brutalidad, por el contrario, no puede ponérsele ningún reparo. Ha sido tan brutal en los salones como la policía lo ha sido, y sigue siéndolo, en la calle.

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Es posible que la protesta sindical y ciudadana no hubiera sido tan vehemente si el presidente fuera otro. Media Francia detesta a Macron de forma visceral. La otra media no lo vota por convicción, sino por conveniencia: hacen falta reformas y la única alternativa a Macron, de momento, es la ultraderecha. Cabe esperar grandes dosis de brutalidad, de un lado y de otro, en el futuro próximo.

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