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Biden asegura haberle dicho a Bin Salmán que lo considera culpable del asesinato de Khashoggi

Un frío choque de puños entre el presidente estadounidense y el príncipe saudí escenifica la incomodidad por el viaje del líder demócrata a un país al que prometió convertir en un Estado paria

Joe Biden, en el momento de su saludo con el príncipe heredero Mohammed bin Salmán, en Yeda (Arabia Saudí).Foto: DPA VÍA EUROPA PRESS (DPA VÍA EUROPA PRESS) | Vídeo: REUTERS

Joe Biden aterrizó este viernes en Yeda para un polémico encuentro con el príncipe heredero de Arabia Saudí, Mohamed bin Salmán. Durante la campaña que lo llevó a la Casa Blanca de 2020, el presidente estadounidense prometió enviar al rincón de los “Estados paria” al reino del desierto por la responsabilidad de su líder de facto en el brutal asesinato del periodista Jamal Khashoggi, cuya muerte en el consulado de Estambul en 2018 atribuyen los servicios de Inteligencia estadounidenses al príncipe. Sobre la visita oficial, que Biden ha emprendido presionado por los altos precios del petróleo y por la inflación desbocada, sobrevolaba la duda de cómo abordaría (si se atrevería a hacerlo en absoluto) el espinoso asunto. Tras una reunión de dos horas, el presidente de Estados Unidos ha asegurado a los periodistas enviados a Yeda que le ha dicho a Bin Salmán que lo considera culpable del asesinato del columnista de The Washington Post.

“Lo planteé al principio de la reunión”, afirmó Biden, “dejando claro lo que pensaba en ese momento y lo que pienso ahora. Fui franco y directo al discutirlo. Dejé muy clara mi opinión. Dije sin rodeos que el hecho de que un presidente estadounidense guarde silencio sobre una cuestión de derechos humanos es incoherente con lo que somos y con lo que yo soy. Siempre defiendo nuestros valores”. ¿Y cómo reaccionó su interlocutor? “Básicamente, afirmó que no era personalmente responsable de ello y que había tomado acciones contra quienes cometieron el crimen”. A lo que Biden repuso, siempre según su relato: “Le indiqué que creía que lo era”.

A su llegada a la ciudad saudí, no hubo abrazo, ni palmadita en la espalda, ni un apretón de manos. Un frío choque de puños (de la clase que puso de moda en todo el mundo el coronavirus) sirvió de saludo entre Biden y el príncipe heredero. Un gesto encierra a veces un mundo en diplomacia, y este hablaba, no tanto de las precauciones pandémicas (pese a lo que ha querido hacer ver la Casa Blanca, sin éxito) como de la incomodidad por la visita. Al padre de Bin Salmán, el rey Salmán bin Abdelaziz, sí le dio la mano Biden.

Desde el asesinato del columnista de The Washington Post, saudí residente en Estados Unidos, han pasado muchas cosas, pero sobre todo una: llegó la guerra de Ucrania, la realpolitik obligó a Biden a replantearse sus prioridades y los derechos humanos pasaron a un segundo plano. Necesita al régimen del desierto para contener los precios del petróleo, que están desbocados en Estados Unidos, y, de paso, hacer algo que acalle las críticas en casa por su inacción respecto a la inflación, que en junio ha vuelto a pulverizar todos los récords, con un 9,1%. En la reunión se ha alcanzado, según Biden, un acuerdo para un incremento en la producción de petróleo (aunque el presidente estadounidense no especificó de cuánto aumento se trata), así como medidas para suavizar las relaciones saudíes con Israel. Ambos países son los principales aliados de Estados Unidos en la zona.

Biden también anunció la retirada de las tropas estadounidenses en servicio como parte de un contingente de fuerzas de paz internacionales en la isla de Tirán, en el mar Rojo, vieja fuente de conflictos que se remontan a la Guerra de los Seis Días de 1967 y que hoy son la llave para el deshielo en las relaciones diplomáticas entre Riad y Tel Aviv. Abandonarán a finales de año las pequeñas islas, que dominan la desembocadura del Golfo de Aqaba, única salida de Israel al Mar Rojo. En la mañana del viernes, pocas horas antes de que el Air Force One aterrizara en Yeda, Arabia Saudí hizo pública otra decisión en la misma dirección conciliadora: abrir su espacio aéreo a aviones procedentes y con destino a Israel, que hasta ahora se veían obligados a rodear el país. La decisión ha sido interpretada por Biden como un gesto hacia una mayor integración de Israel en la región, y deja entrever la predisposición de Riad a participar de este nuevo clima, en el que ya cuenta con países como Emiratos Árabes Unidos, Marruecos y Baréin, además de Egipto y Jordania.

Entre los objetivos de Estados Unidos también está apaciguar la tensión con Irán, cuyo regreso al pacto nuclear está en punto muerto, buscar soluciones a la guerra en Yemen (este viernes acordado tratar de extender la tregua vigente) y frenar la influencia de China en la zona. A ese respecto, Biden ha compartido los planes de probar en Arabia Saudí una tecnología 5G y 6G diseñada para competir con la china Huawei.

La agencia estatal de noticias saudí se ha limitado, por su parte, a informar de que durante la reunión, las delegaciones saudí y estadounidense han repasado las relaciones históricas entre ambos países y han discutido fórmulas de fortalecerlas para servir a sus intereses.

Los medios estadounidenses han hecho esta semana casi una cuestión de Estado de la etiqueta que Biden (que se precia de ser un líder cercano) iba a observar ante Bin Salmán. Khashoggi era un periodista destacado y muchos de los analistas que estos días se han prodigado en los canales de noticias lo conocían personalmente, así que su asesinato conmocionó especialmente al sistema mediático de Washington. Tanta expectativa había generado que la Casa Blanca anunciara al principio de la gira que Biden, población de riesgo a sus 79 años, no estrecharía la mano de otros líderes por precaución ante el coronavirus, que en Estados Unidos está protagonizando una nueva ola. Con el primer ministro en funciones israelí, Yair Lapid, chocó los puños, pero al líder de la oposición, Benjamín Netanyahu, sí le dio la mano.

Finalmente, Mohamed bin Salmán ha salido a recibir al coche que ha llevado a Biden desde el aeropuerto internacional Rey Abdulaziz de Yeda, adonde llegó poco antes de las 18.00, hora local, hasta el Palacio Real Al Salam. El sobrio y esperado encuentro ha sido retransmitido por la televisión estatal saudí Al Ejbariya. Después de chocar los puños, se han introducido en el edificio para celebrar la primera reunión de la última parada del viaje del presidente estadounidense por Oriente Próximo, que arrancó el miércoles en Israel y ha recalado este viernes en Cisjordania, donde compareció por la mañana ante la prensa junto al presidente de la Autoridad Palestina, Mahmud Abbas.

En otro encuentro con los medios, compartido con Lapid, el presidente estadounidense se negó el jueves a especificar si iba a sacar el tema de Khashoggi ante Bin Salmán. “Mis puntos de vista sobre Khashoggi han sido absoluta y positivamente claros, y nunca me he callado al hablar de derechos humanos”, dijo Biden. “La razón por la que voy a Arabia Saudí es para promover los intereses de Estados Unidos de una manera que creo que tenemos la oportunidad de reafirmar nuestra influencia en el Oriente Próximo”.

La incomodidad de Biden con la visita a Arabia Saudí y su necesidad de justificarse se había hecho evidente a medida que se acercaba el momento. En una conferencia de prensa durante la cumbre de la OTAN en Madrid a finales de junio, el presidente de Estados Unidos trató de restarle importancia al viaje afirmando que su principal objetivo no era reunirse con las autoridades saudíes, sino acudir a un encuentro con líderes de varios países de la región que resultaba tener lugar en el reino del desierto. También sugirió que en realidad lo hacía para beneficiar a Israel en sus esfuerzos por acelerar su integración regional. Y llegó a insinuar que no sabía si se iba a encontrar con el rey saudí y el príncipe heredero. Biden también publicó este pasado fin de semana una tribuna en el Washington Post para defender su decisión y enmarcarla como una “reorientación” de las relaciones con Riad en lugar de una ruptura.

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