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La batalla de los Duterte por la papeleta electoral en Filipinas

La hija del mandatario filipino, Sara ‘Isay’ Duterte-Carpio, encabeza los sondeos para las presidenciales de 2022. Su padre planea concurrir como vicepresidente

El presidente de Filipinas, Rodrigo Duterte, con su hija, Sara Duterte-Carpio, en una ceremonia del emperador Naruhito de Japón, en Tokio, el 22 de octubre de 2019.
El presidente de Filipinas, Rodrigo Duterte, con su hija, Sara Duterte-Carpio, en una ceremonia del emperador Naruhito de Japón, en Tokio, el 22 de octubre de 2019.POOL New (Reuters)

La carrera presidencial en Filipinas experimentó la semana pasada un giro de guion. A pesar de que ninguno de los aspirantes ha presentado formalmente su candidatura, el nombre que encabeza los sondeos para las elecciones de mayo de 2022 es el de Sara Isay Duterte-Carpio, hija del actual presidente filipino, Rodrigo Duterte. Después de que el martes se confirmase que su padre se postularía para el cargo de vicepresidente, el miércoles, la propia Sara publicaba en Facebook un mensaje en el que afirmaba que su progenitor le había pedido que, o no se presentase, o lo hiciese secundada por el senador Christopher Bong Go.

Sara, de 43 años, ya había ganado preeminencia en la vida pública filipina mucho antes de que su padre se convirtiera en el mandatario de Filipinas, en 2016. De hecho, en 2011, y por motivos poco favorables para su reputación, la actual alcaldesa de Davao, ciudad sureña donde se asienta este clan político, recibió el apodo de “la noqueadora” por haber asestado cuatro puñetazos en la cara a un alguacil en un intento de retrasar la demolición de unas chabolas locales. De carácter fuerte e independiente, es amante de las motocicletas de gran cilindrada y no oculta ser tan peleona, testaruda y polémica como su padre, con quien confiesa haber mantenido una relación de amor-odio en la adolescencia.

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Aunque asegura haber tenido vocación de pediatra, la favorita de Rodrigo Duterte terminó cortada por el mismo patrón que su padre: fue abogada antes de meterse en política y de él recogió el testigo para ser alcaldesa de Davao en 2010, tras haber sido vicealcaldesa en los tres años anteriores.

A pesar de haber reiterado que no ambiciona ser la nueva inquilina del Palacio de Malacañán, Duterte-Carpio lleva un año encabezando las encuestas, muy por delante de otros candidatos muy conocidos, como Ferdinand Bongbong Marcos, hijo del exdictador filipino del mismo nombre, y del multicampeón mundial de boxeo profesional, Manny Pacquiao. “No todo el mundo quiere ser presidente. Yo soy de esas”, asevera. Muchos filipinos, sin embargo, opinan que, una vez más, está siguiendo la estela paterna, ya que Duterte negó su interés en presentarse a las elecciones de 2016 hasta unos meses antes de que se celebraran los comicios. Los simpatizantes de Sara quieren que continúe con las políticas y proyectos de su padre y muchas calles de Filipinas llevan meses empapeladas con el eslogan Run, Sara, Run (Postúlate, Sara, postúlate), una campaña de la que la alcaldesa, en apariencia, se ha desvinculado.

Varios políticos cercanos a Duterte igualmente no han disimulado su entusiasmo por el hecho de que Duterte-Carpio dé el paso. Gilbert Teodoro Jr., exsecretario de Defensa del país, se ha ofrecido como compañero de candidatura pues considera que, gracias a su experiencia como alcaldesa, tiene la “habilidad de unir” a los filipinos y ayudar al país a recuperarse de la pandemia de covid-19. Según el medio filipino Rappler, el político Joey Salceda también ha comentado que “al menos cinco partidos” están formando alianzas para apoyar a Duterte-Carpio: “No tengo dudas, por lo que hemos hablado, de que se presentará a las votaciones de 2022”.

La ley estipula que los cargos de presidente y vicepresidente se elijan de forma separada. La Constitución de 1987 limita la presidencia a un único mandato de seis años. Al menos dos exmandatarios, Joseph Estrada y Gloria Macapagal Arroyo, han ostentado tras su presidencia otros cargos en el Gobierno, pero ninguno se llegó a postular para la vicepresidencia, como, todo apunta, hará Rodrigo Duterte.

Karlo Nograles, vicepresidente ejecutivo del gobernante partido PDP-Laban, informó la semana pasada de que Duterte, de 76 años, “ha accedido a hacer el sacrificio y escuchar el clamor del pueblo” para presentarse a las elecciones del 9 de mayo. A pesar del incremento del número de contagios y decesos por la covid-19 y el lento ritmo de vacunación, su popularidad sigue siendo alta y, de formar equipo con su hija, los analistas coinciden en que tiene todas las de ganar. “Voy a continuar con la cruzada. Me preocupan el tráfico de drogas y la insurgencia. Lo primero es la insurgencia, después, las drogas, los crímenes”, anunciaba Duterte en un discurso grabado que se emitió el miércoles pasado. Una estrategia que recuerda a la de su homólogo ruso, Vladímir Putin, a quien Duterte definió en alguna ocasión como “su héroe favorito”, y quien se las agenció para aferrarse al poder modificando la Constitución rusa que, hasta 2008, prohibía un tercer mandato. Dmitri Medvédev fue elegido entonces presidente y Putin asumió la posición de primer ministro entre 2008 y 2012. En 2012, en un enroque maestro, retomó sus funciones como mandatario y Medvedev asumió el cargo de premier.

Para plasmar su plan, Rodrigo Duterte necesitaría lidiar con serias acusaciones que penden sobre su persona. El pasado 14 de junio, la Fiscalía de la Corte Penal Internacional pidió autorización judicial para investigar su guerra contra las drogas por supuestos crímenes contra la humanidad. La fiscal jefa, Fatou Bensouda, solicitó una investigación por las sospechas de “ejecuciones extrajudiciales” que “parecen haberse cometido de conformidad con una política estatal oficial del Gobierno filipino”. Su argumento de mayor peso, según testimonios recogidos, es que miembros de la Policía Nacional y otros grupos asociados “han matado de forma ilegal a entre miles y decenas de miles de civiles”.

Lograr la vicepresidencia daría a Duterte una inmunidad que le evitaría sentarse en el banquillo durante otros seis años. Su decisión ha despertado la ira de sus opositores, quienes argumentan que semejante tránsito va en contra del espíritu de la Constitución de 1987, aprobada después de la dictadura de Ferdinand Marcos. El partido Akbayan, de tendencia socialista, ha llegado a alertar de que un tándem Duterte-Duterte “supondría la puesta en marcha de una dinastía política del más alto nivel”. No obstante, el portavoz del presidente, Harry Roque, ha apuntado que el mandatario daría un paso atrás si su hija decide presentarse. Dichas declaraciones fueron eliminadas en la edición del discurso emitido en la misma fecha.

En sus declaraciones en Facebook, Sara Duterte explicaba: “Recientemente, el presidente me confirmó que se postularía como vicepresidente y que el senador Go iría como presidente. No fue un momento agradable. Me dejó dos cartas para que evaluara las opciones: una nota explicaba por qué debería apoyar el tándem Go-Duterte y la otra me sugería que aceptase al senador Go como mi vicepresidente”. Tanto si el binomio liderado por Sara Duterte como si Bong Go encabeza la opción ganadora, ambos podrían contribuir a proteger a Duterte de eventuales cargos criminales.

Sara Duterte lidera la formación regional Hugpong ng Pagbabago. Por su parte, Duterte y Go son miembros del PDP-Laban, donde una facción apoya al senador y pugilista Manny Pacquiao. El director ejecutivo del PDP, Ronwald Munsayac, aliado de Pacquiao, considera que “el dúo Go-Duterte es una cortina de humo para esconder a la candidata real, la alcaldesa de Davao, Sara Duterte (…). Es parte de una estrategia para socavar las bases del partido”. Duterte-Carpio no tardó en responder: “No soy una persona [que toma decisiones] de último minuto. Pienso, me organizo y actúo en consecuencia. Mientras tanto, me niego a ser un saco de boxeo de un partido desorganizado”. Empleando un discurso que a menudo se torna ambiguo, la hija mayor de los Duterte ha zanjado las críticas al asegurar “les aconsejo que dejen de hablar sobre mí y de decir que yo soy la razón que les impide presentarse o no”.

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