Tokio se prepara para los Juegos Olímpicos tras las acusaciones de plagio y el temor al calor del verano
La sede olímpica del próximo verano enfila los últimos meses de preparativos sacudida por problemas técnicos y de reputación
Tokio enfila los últimos meses antes de la inauguración, el próximo verano, de sus juegos olímpicos y paralímpicos tras las disputas entre arquitectos, las acusaciones de plagio entre diseñadores, las sombras de soborno de directivos y el temor a la radiactividad y al calor extremo. Los organizadores miran con nerviosismo el brote de coronavirus, que ha obligado a cancelar decenas de eventos deportivos preolímpicos en China y a trasladar fuera del país otro.
Japón ha concebido el gran evento deportivo como un escaparate con el que mostrar al mundo la recuperación del país tras el triple golpe que supusieron el terremoto, el tsunami y el accidente nuclear de la central de Fukushima en 2011. Las explosiones del 11 de marzo de 2011 contaminaron vastas zonas a unos 200 kilómetros al norte de Tokio, provocaron masivas evacuaciones y mancillaron la impecable candidatura olímpica de una de las capitales más modernas y seguras del mundo. La firmeza del primer ministro Shinzo Abe, cuando aseguró en Buenos Aires el 7 de septiembre de 2013, en la elección de la sede, que la situación en Fukushima estaba “bajo control”, pareció surtir efecto y Tokio se adjudicó los que serán sus segundos olímpicos, tras los de 1964.
En Japón hubo euforia, pero también desconcierto por la audacia de Abe al describir unas operaciones de desmantelamiento de instalaciones altamente radiactivas cuya duración, prevista en unos 30 años, está plagada de enigmas tecnológicos. Aunque los medidores instalados en la provincia donde se ubica la central indican que los niveles de radiación son seguros, extraer el combustible nuclear entre los escombros de la central accidentada es una maniobra sin precedentes y se suma a la falta de un plan para eliminar las miles de toneladas de agua contaminada que resultan de las labores diarias de enfriamiento de los reactores.
La reconstrucción de las zonas devastadas por el tsunami ha afectado a las infraestructuras inicialmente previstas por Tokio 2020. Se han encarecido los materiales de construcción y eso ha provocado que se cancele el proyecto estrella de la candidatura japonesa: un estadio con capacidad para 80.000 espectadores diseñado por la arquitecta británica de ascendencia iraquí Zaha Hadid.
Aunque la primera mujer galardonada con el premio Pritzker revisó el diseño inicial, el proyecto renovado sufrió el ataque conjunto de la crema de la arquitectura japonesa. Destacó la del autor del Palau de Sant Jordi de Barcelona 1992, Arata Isozaki, que lo calificó de "error monumental". Indignada, Hadid tildó a sus colegas japoneses de hipócritas, chovinistas y envidiosos. Uno de ellos, Kengo Kuma, fue el elegido para erigir un nuevo estadio, que ha costado unos 1.000 millones de dólares menos que el proyecto de Hadid, pero que cuenta con solo 68.000 asientos. La arquitecta señaló que el proyecto de Kuma se parecía al suyo. Falleció de un ataque al corazón en marzo de 2016.
La polémica por el supuesto parecido entre los proyectos de Hadid y Kuma ha escalado, en el caso del logotipo, a la categoría de plagio. El emblema de los juegos es obra del diseñador japonés Kenjiro Sano. En agosto de 2015, un mes después de presentar el diseño, que se inspiraba en la letra t de Tokio, un diseñador belga mostró un concepto idéntico que había realizado dos años antes para el Teatro de Lieja y amenazó con demandar. El proyecto de Sano fue eliminado y se convocó un nuevo concurso.
Francia, por su parte, ha contribuido a la cadena de infortunios cuando implicó al presidente del Comité Olímpico Japonés y antiguo jinete, Tsunekazu Takeda, en un escándalo de compra de votos de comités olímpicos africanos para favorecer la elección de la candidatura japonesa. Takeda dimitió al final de su período en marzo pasado.
Miedo al calor
El temor por la inclemencia del húmedo verano tokiota durante las fechas de los juegos olímpicos, que se celebrarán del 24 de julio al 9 de agosto, ha obligado a cambiar las agendas para varias competiciones al aire libre. Así, la salida del maratón será a las 5.30 de la mañana.
Sobrevuela el fiasco de la final de atletismo de septiembre pasado en Doha, donde más del 40% de las atletas abandonaron víctimas del calor. Eso ha bastado para que el Comité Olímpico Internacional traslade la maratón desde Tokio a la septentrional Sapporo, sede de los juegos olímpicos de invierno de 1972, donde se espera que haga cinco grados menos. El anuncio tuvo lugar el pasado 5 de noviembre. Tan solo dos días después, se anunciaba que el tenor Plácido Domingo cancelaba su participación en un evento cultural de Tokio 2020 que combinaba opera y teatro kabuki "por la complejidad del proyecto".
La larga lista de gafes ha merecido una entrada de Wikipedia titulada “preocupaciones y controversias en los juegos olímpicos de verano de 2020”, donde se incluyen las protestas de Rusia por mapas olímpicos que incluyen territorios en disputa entre Tokio y Moscú, y de Corea del Sur y China, que piden prohibir la bandera de los rayos rojos usada por el ejército imperial nipón en las invasiones de Asia del siglo pasado, un emblema usado habitualmente por los grupos de extrema derecha japoneses.
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