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LA BRÚJULA EUROPEA
Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

Francia, Alemania, España y otros europeos: cómo la polarización retrata quienes somos

En el corazón maduro de Europa el foso principal tiende a ser entre moderados y radicales; en la periferia de democracias más jóvenes, entre izquierda y derecha

Andrea Rizzi
Jean Castex, en primer plano. A su lado, Edouard Philippe, este viernes en París.
Jean Castex, en primer plano. A su lado, Edouard Philippe, este viernes en París.CHRISTOPHE PETIT TESSON (EFE)

Dice mucho de cualquier país qué partido lo lidera, pero puede que sea más definitorio aún cuál es el mayor foso dentro de su arena política: ¿aquel entre derecha e izquierda? ¿o el que divide moderados y extremos?

En Francia, la victoria de Emmanuel Macron en 2017 dinamitó la tradicional rivalidad y alternancia entre conservadores y socialistas. El Gobierno de Édouard Philippe disuelto este viernes encarnaba la apuesta de Macron por volar ese eje polarizador. El presidente, político de inspiración liberal que fue ministro de un gobierno socialista, encargó el mando de su Ejecutivo a un moderado de la formación conservadora Los Republicanos. En el equipo gubernamental figuraban otros conservadores (Bruno Le Maire, en Economía) y también socialistas (Jea-Yves Le Drian en Exteriores y Gerard Collomb en Interior). “En 2017, elegí a un hombre que no era de mi formación política, pero que estaba en la misma senda de apertura y superación de las divisiones tradicionales”, dijo Macron en una entrevista con medios regionales franceses publicada justo antes de anunciar el cambio.

Este viernes, con el nombramiento de Jean Castex, también conservador moderado y figura de talante dialogante y técnico, Macron parece querer insistir en ese esquema que aúna cooperación entre pragmáticos y confrontación con los extremos (de ambos lados). Queda por ver qué resultados arrojará su estrategia, pero el cambio del mapa político en Francia ha sido vigoroso en los últimos años.

Si se aplica ese filtro, el mapa europeo dice cosas interesantes. En Alemania, la coalición gubernamental entre democristianos y socialdemócratas y el férreo cordón sanitario a la ultraderecha de AfD son los rasgos distintivos de la última década y claramente sitúan a la potencia europea en el gremio de los países con alta cooperación entre moderados y alto rechazo de los radicales.

Italia, como en muchas otras cosas, compone un escenario sui generis. La capacidad de interacción entre fuerzas es muy elevada. El Movimiento Cinco Estrellas ha formado coalición de gobierno primero con la Liga y luego con el Partido Democrático en esta legislatura. La historia política del país transalpino está marcada por la configuración en múltiples casos de amplísimas coalición de respaldo a gobiernos técnicos o de unidad nacional (recordemos el de Ciampi o el de Monti) o coaliciones multipartidistas para gobierno políticos. En el caso italiano, la flexibilidad se proyecta también en la relación con las alas extremas. Berlusconi cooptó tanto los herederos del movimiento posfascista como la Liga. Los socialdemócratas buscaron formas de entendimiento con formaciones poscomunistas.

España, cuarta potencia de la UE, compite con serios argumentos como país más polarizado de Europa occidental alrededor del eje derecha-izquierda. Los dos bloques han actuado en las últimas décadas con un bipolarismo muy rígido, a menudo áspero. En los últimos años la retórica política es vitriólica. Por supuesto ha habido muy significativos casos de cooperación, desde el pacto de Toledo en materia de pensiones, la lucha contra la banda terrorista ETA, la activación del artículo 155 de la Constitución ante el desafío independentista catalán o en la reforma de la Constitución en materia de déficit (en este caso, bajo inmensa presión europea). Puede observarse además que, últimamente, Ciudadanos emite señales que podrían romper la configuración monolítica de los bloques. Pero la cooperación a través de la línea divisoria mediana es la excepción; aquella con los partidos en los extremos del arco parlamentario, la norma.

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En Portugal y Grecia también, el corte principal parece pasar por el centro, aunque, especialmente en el primero, hay un talante menos agresivo. En el Este, por otra parte, la polarización política es furibunda.

Al contrario los países nórdicos, bálticos y del Benelux tienen por lo general amplios historiales de cooperación entre moderados.

Visto a través del filtro de la polarización, el mapa susurra que el corazón maduro de Europa tiende hacia altos niveles de cooperación entre moderados y hacia la amputación de las extremidades; y que las periferias democráticamente más jóvenes tienden al corte político en canal.

Sobre la firma

Andrea Rizzi
Corresponsal de asuntos globales de EL PAÍS y autor de una columna dedicada a cuestiones europeas que se publica los sábados. Anteriormente fue redactor jefe de Internacional y subdirector de Opinión del diario. Es licenciado en Derecho (La Sapienza, Roma) máster en Periodismo (UAM/EL PAÍS, Madrid) y en Derecho de la UE (IEE/ULB, Bruselas).

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