_
_
_
_

Duelo al sol en la bahía de Piran

Croacia y Eslovenia tienen roces por la frontera marítima desde hace un cuarto de siglo. El largo contencioso está ahora en manos del Tribunal de Justicia de la Unión Europea

PHILIPPE REGNIER (LE SOIR)

Aficionado a la apicultura. Piloto de avioneta y de planeador. Toca la armónica. Ex primer ministro cuando su país logró la independencia. Y eurodiputado desde 2004, el año en que Eslovenia entró en la Unión Europea (UE), en busca de su... cuarto mandato consecutivo. Es Alojz Peterle.

Nos reunimos con el político esloveno en la terraza de una cafetería de Liubliana. Hace unos días, este democristiano miembro del PPE, el gran grupo de la derecha, dio mucho que hablar en la última sesión plenaria de la legislatura en el Parlamento de Estrasburgo. Lojz, como le llaman sus allegados, cogió su instrumento de bolsillo para tocar la Novena de Beethoven. “Feliz Pascua”, decía. Ovación en pie del hemiciclo. El vídeo que inmortalizó el momento tuvo más de 100.000 visitas.

Pero hoy, no es una oda a la alegría. Eslovenia está furiosa. El último recurso es el Tribunal de Justicia de la Unión Europea. Este pequeño país alpino interpuso una demanda ante el máximo órgano judicial de la UE el pasado 13 de julio, contra su gran vecino, Croacia. Como último recurso, porque se ha intentado todo para tratar de resolver un viejo conflicto —o casi— pero no la guerra, afortunadamente. A partir de ahora, Liubliana se encomienda a la sabiduría de los jueces de Luxemburgo.

Este contencioso enfrenta a los dos países desde hace más de un cuarto de siglo. El conflicto emponzoña la vida de la UE desde el inicio de las conversaciones para la entrada de Croacia en la UE, hace cerca de 15 años, que sufrieron durante mucho tiempo las consecuencias de esta disputa, y ahora que Zagreb ya forma parte de la UE, desde 2013, cerca de 10 años después de Eslovenia, el litigio no se ha resuelto. El conflicto también influye en la región: cuando llaman a la puerta de la UE, a los países balcánicos occidentales les responden que el club no quiere importar más conflictos sin resolver, sobre todo si son sobre la delicadísima cuestión de las fronteras. El recuerdo de las guerras de Yugoslavia siempre es reciente.

Danilo Latin, pescador croata.
Danilo Latin, pescador croata.

Eslovenia y Croacia, que antes pertenecían a Yugoslavia, se pelean por la delimitación de una parte de su frontera marítima. El epicentro del litigio es la bahía de Piran, en el sur de la microcosta eslovena —unos 40 kilómetros— justo antes de Croacia y sus cerca de 1.800 kilómetros de litoral y su millar de islas.

Conocer lo que pasa fuera, es entender lo que pasará dentro, no te pierdas nada.
SIGUE LEYENDO

“Si miran el mapa, el litoral esloveno está muy encajado en el norte del mar Adriático, y Eslovenia ya no tenía una conexión entre su mar territorial y alta mar. Los navíos en el mar territorial esloveno se ven obligados a pasar por las aguas territoriales, o bien croatas, o bien italianas, para acceder a alta mar”, explica el francés Michel Morin, un jurista e investigador asociado del Centro de Derecho Marítimo y Oceánico de la Universidad de Nantes y exfuncionario de la Comisión Europea.

“El acceso a aguas internacionales es muy importante para Eslovenia como país marítimo”, explica Alojz Peterle. “Tenemos derecho a acceder a aguas internacionales. También tenemos intereses económicos. Está el puerto de Koper, que es muy importante. Y por supuesto, es importante para la pesca. De hecho, consideramos sencillamente que eso pertenece a Eslovenia. Nunca hemos pedido a Croacia nada que no pertenezca a Eslovenia”.

Ante el callejón sin salida en el que se encontraban las negociaciones bilaterales —y a pesar de la “participación y la implicación de la Comisión Europea, y por eso la UE tiene una responsabilidad a este respecto”, insiste el eurodiputado esloveno, cuya institución, la Eurocámara, ha financiado este reportaje—, los dos países se habían puesto de acuerdo para someter su litigio al veredicto de un tribunal de arbitraje. Pero lo que pasó es que la sentencia, dictada el 29 de junio de 2017, fue impugnada por Zagreb.

El tribunal otorgó a grosso modo un tercio de las aguas de la bahía a Croacia y dos tercios a Eslovenia, más un acceso directo a aguas internacionales del mar Adriático. “El tribunal de arbitraje ha definido una zona de conexión, que no es ancha —2,5 millas náuticas de ancho, lo que equivale aproximadamente a 4,5 km, por 11 millas náuticas de largo, por tanto, apenas 20 km— para que las embarcaciones eslovenas puedan acceder directamente a alta mar, pero para que Eslovenia también pueda, por ejemplo, colocar canalizaciones, tuberías o cables en el fondo del mar, sin tener que pedir permiso a Croacia o a Italia”, puntualiza Michel Morin. “Y esta zona de conexión hacia alta mar se encuentra en el mar territorial croata”.

“Ya existe esta frontera, definida por el tribunal de arbitraje. Antes de eso, nunca habíamos tenido una frontera en esta bahía, que pertenece al municipio de Piran desde hace siglos”, afirma Lojz Peterle. “Pero ahora, tenemos un problema político, porque ha habido una situación asimétrica: Eslovenia respeta la decisión del tribunal, pero Croacia no”.

Imagen del móvil de unos pescadores de la policía eslovena y la croata en el mismo punto en el mar.
Imagen del móvil de unos pescadores de la policía eslovena y la croata en el mismo punto en el mar.

“¡Ha sido un arbitraje contaminado!”, objeta, en los agitados pasillos del Parlamento Europeo en Bruselas, otro eurodiputado, el croata Ivan Jakovcic. Este eurodiputado liberal, brevemente ministro de Integración Europea a principios de este siglo y empresario, también es consejero en la asamblea de la región de Istria, la parte más occidental de Croacia. Pero Istria también es el litoral esloveno, por tanto Piran, y el golfo de Trieste, en Italia.

Aunque “contaminado”, “tenemos un documento internacional que, creo, ofrece una buena base para encontrar la solución final”, prosigue Jakovcic. “Somos vecinos. En la Istria eslovena y en la Istria croata, estamos todos juntos. No hay guerra, ni grandes problemas: somos amigos. Por tanto, espero que Zagreb y Liubliana encuentren una solución aceptable para toda la línea fronteriza. No solo en el mar, sino en toda la línea fronteriza. Y hay que encontrar esa solución a partir del arbitraje”.

Sin embargo, Zagreb se retiró unilateralmente del proceso de arbitraje. Croacia denunció una oscura historia de colusión entre el juez esloveno elegido para zanjar el litigio y el representante de ese país en el tribunal, que terminó por deshacerse de los jueces designados por las dos partes y resolvió el asunto de manera independiente considerando que los intercambios entre eslovenos denunciados por Zagreb no habían alterado su fallo. Pero Croacia se obstina.

“Croacia no tenía razón al retirarse totalmente del proceso”, considera, sin embargo, Morin. “Croacia habría podido encontrar elementos para desmontar jurídicamente los argumentos esgrimidos por Eslovenia. Pero no lo hizo. En mi opinión, ha mantenido una actitud estúpida al retirarse del proceso y afirmar que no acepta el resultado de la sentencia”.

“Ha habido mucho nacionalismo, por ambas partes”, considera el eurodiputado croata. “Pero ahora que tenemos este documento jurídico, que es un buen documento para Croacia (sic), hay que trabajar sobre este documento y encontrar la solución final”. Para Peterle, en cambio, no hay que tergiversar: “Lo que espero es un cumplimiento incondicional y la ejecución de la decisión de los jueces. No hemos sido capaces de resolver esta cuestión bilateralmente. Espero que con el fallo del Tribunal (de Justicia de la UE) consigamos poner fin al problema”, afirma el eurodiputado esloveno. A pesar de sus serias dudas, que nos confiesa cuando nos reunimos, en el aeródromo de Portoroz, en la bahía de Piran.

“Lo que ha pasado después del arbitraje no es muy prometedor, porque Croacia ha decidido no acatar el fallo. Pero tenemos que cumplir el derecho internacional. Si la decisión del tribunal se incumple otra vez, solo puedo prever problemas políticos”.

Y el eurodiputado-apicultor-aviador nos propone subir a bordo de un pequeño Cesna 172 para sobrevolar el lugar: “Les voy a enseñar dónde se encuentra la frontera definida por los jueces del tribunal de arbitraje. Les enseñaré la bahía y el punto en el que Eslovenia considera que se encuentra la conexión con el mar abierto”. Peterle dejará que sea el piloto Joze Ocepek el que nos dé este paseo por los aires. Alojz Peterle vuelve de la pequeña localidad de Izola, un poco más allá de Piran, en dirección hacia Italia, donde acaba de hacer campaña en el Festival del “vino naranja”, la nueva tendencia de los vinos blancos de larga maduración. Probarlo o volar, dice, hay que elegir.

De regreso a tierra, la tensión política entre las dos capitales se materializa cuando conocemos a algunos pescadores.

En Piran, Rok Dobnik relativiza. Él nunca se aventura muy lejos hacia alta mar con sus redes fijas, colocadas al principio de la bahía. Toda esta historia “es una especie de juego político”, zanja. Un “pimpón” entre los dos países.

Pero en Savudrija, el pequeño puerto pesquero croata justo después de la bahía, Danilo Latin mantiene otro discurso totalmente diferente. El pescador denuncia “una gran presión”, “el estrés”, “tenemos miedo”. Y eso se debe, dice el que ha pintado en la parte delantera de su camarote un Thank you for peace [Gracias por la paz], a que “nunca sabes, cuando sales del puerto, si volverás o si acabarás en la cárcel en Eslovenia”.

La escena es un poco forzada, pero el ambiente de trabajo es como mínimo extraño. “Cada vez que vamos a pescar en las aguas objeto del conflicto entre los dos países, nos escoltan”. Danilo Latin, de 59 años, tercera generación de pescadores, no ceja en su idea: “Allí nunca ha habido aguas territoriales eslovenas”, dice mostrando la bahía, un golfo que su abuelo y su padre nunca han llamado “de Piran”, sino solo “valle pequeño”, un fondeadero. “Los eslovenos han cambiado el nombre, igual que el del río”, trasladando la frontera terrestre dos kilómetros más al sur, asegura el pescador mientras sigue desenganchando cangrejos de sus redes. “No respetan el derecho internacional”.

Y cuando nos sorprendemos ante las pretensiones croatas sobre esta bahía, frente a una Eslovenia que dispone de un acceso al mar mucho más reducido, Danilo Latin se ofusca: “¡Eso no cuenta!” Así pues, Croacia, que no tiene estaciones de esquí, no puede pretender apoderarse de las de Eslovenia, aduce, como tampoco yo, que estoy divorciado desde hace “siete u ocho años”, tengo derecho a apoderarme de la mujer de otro.

En el trasfondo de estas relaciones tumultuosas entre vecinos, también percibimos un pequeño resentimiento frente a esta pequeña Eslovenia, una especie de “primero de la clase yugoslavo”. “Siempre piensan que son los mejores”, dice echando pestes el pescador de Savudrija.

Subiendo unos 30 kilómetros hacia el norte, en dirección a Piran y a Koper, el único gran puerto comercial esloveno, primero atravesamos una aduana estricta. Aunque los dos países pertenecen a la UE, Eslovenia no bromea con el control de la frontera del espacio Schengen, del que Zagreb todavía no forma parte.

En Koper, Silvano Radin está en paro técnico, porque ya no es temporada de pesca de lenguado. “En los tiempos de Yugoslavia, podíamos pescar hasta en Albania”, subraya. “El mar pertenecía a todos”. Con la llegada de las fronteras, Croacia “ha perdido un pequeño trozo de costa eslovena, pero los pescadores eslovenos lo han perdido todo. Es un espacio insuficiente para pescar y sobrevivir. Es casi el final de la historia”.

Silvano Radin, que cumplirá 64 años en junio, ha perdido la cuenta de las maniobras “peligrosas” a las que ha tenido que enfrentarse. El escenario es siempre el mismo: desde que los pescadores eslovenos se aventuran hasta el límite decidido por el arbitraje de 2017, mientras sus homólogos croatas ocupan la mitad de la bahía, las policías de ambos países merodean alrededor de los barcos.

Y de los episodios en los que su barco, el Andrea (que es el nombre su mujer), ha sido acosado por la policía que hacía que el arrastrero cabecease creando olas. “Es imposible trabajar en estas condiciones”. Y hay más: les llueven las multas. No se paga nada, todo se recurre ante un tribunal local croata. Pero Silvano Radin ya ha acumulado 200.000 euros en multas. Y aunque ha perdido la cuenta del número de multas, como pesa su pescado en kilos, puede decir que todos los papeles relacionados con estas multas pesan “4,3 kilos”.

Sin embargo, lo que está en juego con la pesca es marginal teniendo en cuenta los limitados recursos de las aguas de la zona. Con la multiplicación de las patrullas de policía, “hay más barcos que peces”, asegura irónicamente Silvano Radin. “No es una gran pesca”, confirma Alojz Peterle, el eurodiputado esloveno. “No hay un problema económico o cultural”, señala también Ivan Jakovcic, su homólogo croata. “De acuerdo, hay un pequeño problema político...”

¿Un “pequeño problema”? En cualquier caso, la tensión subió un poco entre las dos capitales el mes pasado. Croacia se enteró de que la prensa eslovena iba a hacer unas nuevas revelaciones sobre el extraño sabotaje del arbitraje, pero ¿cómo? Supuestamente Croacia intentó presionar para impedir el nuevo bombazo. Crisis diplomática inmediata: retirada del embajador esloveno destinado en Zagreb, convocatoria de su homólogo croata por parte de Liubliana y convocatoria muy teatral del primer ministro esloveno, el liberal de tendencias populistas Marjan Sarec, de un “consejo nacional de seguridad”.

No es descartable que esta febrilidad sobreactuada se deba a la proximidad de las elecciones europeas. Pero observamos que estas aguas agitadas de Piran siguen envenenando los asuntos de la UE. Una UE que debe decidir en junio si se inician o no las conversaciones para la adhesión de Albania y de Macedonia del Norte, en la que se sospecha que el presidente de la Comisión Jean-Claude Juncker se abstuvo de posicionarse para apoyar a su correligionario del PPE Andrej Plenkovic, el primer ministro croata, y en la que los proyectos de redefinición de las fronteras de los Balcanes occidentales encienden regularmente los ánimos. Etcétera.

Entonces, ¿la tabla de salvación – la resolución del conflicto – será el fallo del Tribunal de Justicia de la UE? ¡Rumbo a Luxemburgo!

En el Kirchberg, el barrio de los negocios bancarios y de las instituciones europeas de la capital del Gran Ducado, el presidente del tribunal, el belga Koen Lenaerts, nos indica que la única vista en la que se presentarán los alegatos se celebrará “hacia finales de este año o a principios de 2020”.

“Como es un caso pendiente en el tribunal, evidentemente no puedo decir nada sobre el contenido del asunto”, advierte Lenaerts, pero se trata de un rarísimo “recurso por incumplimiento” de las obligaciones derivadas del derecho de la UE interpuesto por un Estado miembro contra otro Estado de la UE. “En toda la historia del tribunal, es decir un poco más de 65 años, solo es el octavo caso”. Porque generalmente es la Comisión Europea, ante la que ha recurrido el Estado demandante, la que traslada los “incumplimientos” al órgano judicial.

“En el caso de Eslovenia contra Croacia, la Comisión se ha abstenido de tomar partido por uno u otro”, recuerda el presidente Lenaerts. ¿Demasiado delicado? “La Comisión no está obligada a dar su opinión”. Puede optar por abstenerse “en los casos políticamente delicados o cuando ella misma duda del alcance exacto del derecho de la UE, que, como todo sistema jurídico, no es una ciencia exacta”, responde el primero de los 28 jueces de la institución encargada de velar por la correcta aplicación del derecho de la UE.

“¿Será la última etapa jurídica? No podemos saberlo de momento”, afirma Michel Morin, el experto en derecho marítimo. Pero el jurista cree que “el Tribunal de Justicia va a tener en cuenta, sin duda, el hecho de que en el derecho internacional, los litigios deben resolverse de forma pacífica, especialmente entre dos Estados miembros de la UE. Y como la convención de arbitraje se ha considerado válida, el Tribunal de Justicia probablemente se pronunciará en un sentido bastante favorable a Eslovenia. Aunque seguramente intentará equilibrar las posturas, para que los dos Estados no lleguen a un enfrentamiento jurídico demasiado fuerte”.

¿Es el tribunal el último recurso? “Totalmente”, asegura el presidente Lenaerts, que recuerda que un fallo de constatación de incumplimiento es obligatorio en todos sus elementos, como cualquier otro fallo del tribunal. Y es evidente que un Estado que no respeta la res iudicata, la decisión judicial, comete un gravísimo incumplimiento del derecho de la UE”, y corre el riesgo de que se le impongan sanciones económicas. Pero “todo el mundo entiende que un Estado miembro, sea cual sea -e insisto, de manera general-, que con conocimiento de causa y de manera deliberada se niegue a aplicar el derecho de la UE tal y como se explicite en las decisiones judiciales, quedaría al margen del ordenamiento jurídico de la UE. A la larga, eso afecta a toda la UE”.

Traducción: News Clips.

Este artículo se publica en el marco de la alianza de medios LENA.

Archivado En

_
_