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Antinmigración y control de medios en Hungría

El Gobierno de Viktor Orbán combina los incentivos a la natalidad y la retórica contra los extranjeros en su propaganda de cara a las elecciones europeas

¿Budapest en Varsovia o Varsovia en Budapest? Los eslóganes preelectorales de Viktor Orbán y Jaroslwa Kaczynski son tan similares que es difícil saber quién está copiando a quién. Cuando Kaczynski anunció en invierno que pagaría 500 zlotys (125 euros) de subvención a las familias por cada primer hijo, Orbán presentaba sus propias premisas de la política profamilia. La versión húngara del 500+ establece lo siguiente: un préstamo hipotecario a bajo interés equivalente a 31.500 euros para las mujeres que se casen antes de cumplir los 40 años (con la advertencia de que “solo cuenta el primer matrimonio”); una reducción del préstamo hipotecario por valor de 3.150 euros con el nacimiento del segundo hijo y de 12.580 euros con el tercero; exención del impuesto sobre la renta de por vida para las mujeres que den a luz y críen al menos cuatro hijos. 

Sin embargo, las emociones más fuertes las suscitó la propuesta del Gobierno de un descuento considerable en la compra de un coche nuevo. Para poder beneficiarse de 7.800 euros de subvención, es imprescindible tener al menos tres hijos. La subvención, no obstante, se puede destinar solamente a la compra de un coche que tenga al menos siete plazas.

La oposición húngara comenzó a protestar acusando a Orbán de tratar a las mujeres como un instrumento y de reducir su papel exclusivamente a la maternidad. Entre los gobernantes, pocos se tomaron a pecho esta crítica. La presentación del programa profamilia ha sido cuidadosamente planeada durante mucho tiempo. Por esa razón, unas semanas antes de las elecciones al Parlamento Europeo, los carteles publicitarios que promocionaban el programa profamilia se colocaron junto a la propaganda electoral del Fidesz, que solicitaba el “apoyo para el programa de Viktor Orbán". El Gobierno pagó por los primeros, y el partido por la segunda.

Un mendigo, en las calles de Budapest (Hungría).
Un mendigo, en las calles de Budapest (Hungría).Gazeta Wyborcza

El programa preelectoral de Viktor Orbán se apoya en un solo tema: la inmigración. Este es el punto principal de todas las campañas electorales del partido en el poder, el Fidesz, dirigido por el primer ministro de Hungría. “La campaña ha continuado sin cesar desde 2015, es decir, desde el estallido de la crisis migratoria. Se interrumpe una vez al año varios días durante la Navidad. También se produjo un parón más largo durante el Mundial de fútbol”, señala Robert Laszlo, un analista político de Political Capital, una fundación húngara.

Cuando Orbán anunció en marzo el programa profamilia del Gobierno, declaró: “Cada vez nacen menos niños en Europa. Para Occidente, la inmigración es la solución. Se piensan que por cada niño que falte, hay que traer uno, y así las cifras cuadran. Pero nosotros no necesitamos cifras. Necesitamos niños húngaros”.

Robert Laszlo cree que el programa profamilia de Orbán cumple únicamente fines propagandísticos. Los anteriores incentivos del Gobierno húngaro (la reducción parcial de los préstamos hipotecarios para la vivienda) no hicieron que los húngaros tuvieran más hijos. En 2016, la tasa de reproducción en el país ascendió a apenas 1,45 niños por familia, en comparación con una media de 1,6 en la UE.

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“Da igual, lo que cuenta es el mensaje transmitido por el Gobierno: ‘Mirad, nos preocupamos por la familia, por los valores cristianos y por Europa tal y como la conocemos. No queremos todo lo que nos trae Occidente’. Según Orbán, hoy en día Occidente es el que representa una amenaza, no Oriente y Rusia, como solía ser”, afirma Robert Laszlo.

Donde mejor se observa este cambio de rumbo, también en la política histórica, es en la plaza de la Libertad, en pleno centro de la ciudad, donde se pueden encontrar varios monumentos en memoria de algunos acontecimientos importantes en la historia húngara de los últimos 100 años.

El más grande es el obelisco construido después de la Segunda Guerra Mundial en honor a los soldados soviéticos caídos en la lucha por la liberación de Budapest. Los húngaros le tenían manía después del levantamiento de 1965, reprimido de forma sangrienta por los rusos, razón por la cual, en 2011, Orbán, en medio de una gran pompa, inauguró justo al lado la escultura de Ronald Reagan dando un paso firme, alabando de esta manera a “la gran figura que terminó con la Guerra Fría”.

En 2014, en el cuarto año de Gobierno de Orbán, se construyó un polémico monumento que muestra a los húngaros como una víctima nazi. Representa al arcángel Gabriel sosteniendo en la mano una manzana real, sobre la cual se cierne el águila de Alemania. Este monumento se mostró al público de la manera más discreta en los últimos nueve años del Gobierno de Orbán: en mitad de la noche, sin la participación de funcionarios y con la asistencia de la policía. “Este monumento es un escándalo absoluto. Si no hubiera sido por la ayuda de los húngaros, los nazis no habrían enviado a miles de judíos a los campos de exterminio, pero el Gobierno guarda silencio al respecto”, señala Robert Laszlo.

El año que viene, en las inmediaciones de la plaza, se colocará un monumento que deslumbrará a todos los demás. Un monumento de 100 metros de largo, en granito negro, que simbolizará el centenario de la conclusión del Tratado de Trianon en 1920, a consecuencia del cual Hungría perdió dos tercios de su territorio y un tercio de la población. A lo largo del monumento se grabarán 13.000 nombres de poblaciones húngaras, incluidas aquellas que hoy en día pertenecen a Eslovaquia, Rumania o Serbia, y en las que aún vive una minoría húngara.

La Fundación Centroeuropea de Prensa y Medios

“Trianon está fuertemente arraigado en la conciencia de los húngaros. Por culpa de la historia, nos sentimos amenazados por las potencias extranjeras. Y por eso el discurso sobre la amenaza migratoria que representa Bruselas encuentra un terreno fértil”, explica Agnes Urban, investigadora de medios en el Instituto Mertek, que analiza a diario el mensaje de los medios de comunicación en el país. Según ella, desde 1989, este nunca ha sido tan unilateral y favorable para los gobernantes como ahora.

Eso se debe también a que los oligarcas, muy amigos del Gobierno, han ido haciéndose poco a poco con los medios de comunicación. Este proceso concluyó a finales de noviembre del año pasado. Entonces, en un solo día, 500 oficinas editoriales, así como empresas dedicadas a la publicidad externa, pasaron a formar parte de la recién creada Fundación Centroeuropea de Prensa y Medios, en cuyo consejo había diputados del partido en el poder Fidesz. La Fundación no solo monopolizó el discurso en los medios del país, que ya era unilateral, sino también el mercado publicitario.

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“Ahora es propietaria de la gran mayoría de las acciones, lo que también es válido para la publicidad exterior. Por esta razón apenas hay en el país propaganda preelectoral de la oposición. Formalmente, las agencias responden a estos partidos explicando que no tienen fechas libres, pero en la práctica, probablemente tienen prohibida su publicación”, explica Urban.

Sin embargo, la ambición de Viktor Orbán no es solo gobernar las almas en el país. En marzo se creó la agencia de noticias V4NA, especializada en los asuntos políticos de los países del Grupo de  Visegrado. Pero, en realidad, publica la información desde el punto de vista de la retórica de los Gobiernos de Hungría y Polonia. Estos son algunos de los titulares que aparecieron en la plataforma digital de la agencia: “Un inmigrante mató a su esposa cuando esta se convirtió al cristianismo”; “La inmigración es una guerra de culturas y civilizaciones”; “Los socialistas húngaros quieren una Europa sin vallas”.

Los accionistas de la agencia son Árpád Habony, un asesor extraoficial del ministro de Medios de Comunicación y propietario de varias plataformas de Internet húngaras. Kristóf Szalay-Bobrovniczky, el embajador húngaro en Gran Bretaña, que ha registrado la agencia en Londres, tiene una pequeña participación del 3%. El acceso a los recursos de la agencia es un misterio. No se pueden comprar; primero hay que enviar un correo electrónico solicitando el acceso.

“Ninguna de las editoriales independientes húngaras que lo ha solicitado ha recibido una respuesta. Se supone que la agencia tiene que alimentar de contenido las plataformas y medios de comunicación europeos con un fuerte perfil de derechas, similar al del Fidesz húngaro. En el país magiar, su propósito es confirmar las teorías de conspiración y los discursos gubernamentales. Los medios de comunicación propagandísticos la sacan a menudo a colación, hablando de la “agencia de Londres”, lo que da la impresión de credibilidad. Es una idea brillante”, reconoce Agnes Urban.

En Hungría solo se han mantenido algunas plataformas digitales pequeñas, las que los votantes tradicionales de Fidesz no leen. Entre estas están el portal Atlatszo.hu, que revela los escándalos que involucran a los gobernantes. “Lo más frustrante es que incluso si revelamos algún gran escándalo de corrupción, la fiscalía no hace nada para iniciar una investigación. En Hungría, los escándalos no le importan a nadie”, se lamenta Anita Komuves, periodista de Atlatszo.

Gabriella Nagy, de la filial húngara de Transparencia Internacional, una organización que lucha contra la corrupción, habla de experiencias similares. “El organismo húngaro que investiga la transparencia en las licitaciones públicas afirma que la situación en el país es cada vez más nítida, dado que recibe menos avisos. Eso ocurre porque las empresas que creen que las licitaciones están orquestadas no informan sobre las irregularidades”, explica.

Notificar una irregularidad supone para la empresa tener que pagar 2,5 millones de fianza. El dinero se devuelve solo si el organismo considera que la queja es legítima (no se puede discutir la decisión del organismo ante un tribunal). “Por tanto, en la práctica, nadie está dispuesto a correr el riesgo de perder el dinero, aunque hay muchos ejemplos de irregularidades”, añade Nagy, y hace referencia a la compañía Elios, cuyo accionista era Istvan Tiborcz, yerno del primer ministro Orbán. La empresa fue la adjudicataria del contrato para la renovación de la iluminación en 35 Gobiernos locales húngaros, manejados por el Fidesz. Además, los pliegos de licitación los redactó una empresa consultora propiedad del socio de Tiborcz.

“El conflicto de intereses es evidente. En este asunto tenemos potencialmente 35 casos de infracción del reglamento. ¿Y cuántos de estos Gobiernos locales cree usted que notificaron las irregularidades?”, pregunta retóricamente Nagy.

Según los cálculos de Transparencia Internacional, la mitad de las licitaciones públicas se financian con fondos de la UE. Hace dos años, una cuarta parte de todas las licitaciones públicas nacionales las ganaron las empresas propiedad de tan solo dos personas, los oligarcas Laszlo Szijja y Lorinc Meszaros. Este último fue, hasta el año pasado, alcalde de Felcsut, el pueblo donde se crió Orbán. Los contratos que ganó en 2017 se financiaron en un 93% con los fondos de la Unión Europea. Algunas de estas licitaciones también estuvieron controladas en el pasado por comisiones especiales creadas por el Parlamento Europeo, institución que ha financiado este reportaje. Pero los gobernantes en Hungría rechazan sus acusaciones, alegando que son de carácter político.

Antes de que se creara la agencia gubernamental que aglutina a los medios de comunicación húngaros, la mayor parte de la prensa regional y nacional, así como las emisoras de radio, pertenecían a Meszaros. Pero su cartera incluye también a los bancos, a las compañías de seguros y, sobre todo, a las empresas constructoras. Después de nueve años de Gobierno de Orbán, Meszaros se convirtió en el hombre más rico de Hungría.

“Las grandes fortunas se crean en nuestro país solo gracias a las conexiones políticas. Si alguien cae en desgracia, con el tiempo lo pierde todo. Esto ocurre porque en Hungría no existen grandes empresas privadas que se centren en la tecnología avanzada. Por norma general, se trata de empresas fantasma que se dedican, por ejemplo, a la construcción de carreteras. Cuando las contrataciones nacionales llegan a su fin, se agotan sus recursos financieros”, explica Miklos Ligeti, director del departamento legal de Transparencia Internacional.

En Transparencia Internacional subrayan que el poder judicial se mantiene como la última instancia de independencia en el país. Todas las demás instituciones han sido absorbidas por el Gobierno y centralizadas.

“Los cambios tardaron años en producirse, fue un proceso paulatino. No os dejéis engañar en Polonia, que todavía no estáis tan mal. Nosotros pensábamos lo mismo siempre que los gobernantes anunciaban alguna nueva idea extremadamente extraña y estúpida. Decíamos que no irían más lejos, que no estaríamos peor y nos reíamos de sus intenciones. Pero desde hace mucho tiempo, ya no nos hace ninguna gracia”, remacha Urban.

Traducción: News Clips.

Este artículo se publica en el marco de la alianza de medios LENA.

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