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EN ISO 20471

Un análisis de la actualidad internacional a través de artículos publicados en medios globales seleccionados y comentados por la revista CTXT

Manifestación de los 'chalecos amarillos' en París este sábado.
Manifestación de los 'chalecos amarillos' en París este sábado. Thibault Camus (GTRES)

El aséptico nombre de "EN ISO 20471" casi con toda seguridad nada dirá al lector, pero es el estándar europeo para la ropa de protección destinada "a señalizar visualmente la presencia del usuario de la prenda mediante el aumento de su visibilidad por parte de un tercero" utilizando para ese fin materiales fluorescentes y retroreflectantes. También conocido como "chaleco amarillo". En el semanario alemán Der Freitag Axel Brüggemann repasa la historia del que se ha convertido en símbolo de las protestas contra el alza del precio de los carburantes en Francia y que, irónicamente, en sus orígenes representaba todo "lo contrario a la desobediencia, la revolución y la revuelta", puesto que "se inventó para garantizar la seguridad" de los trabajadores en los aeropuertos y de los conductores en las carreteras. "Probablemente no haya ninguna otra prenda de vestir en tantos hogares como el chaleco amarillo", un accesorio, escribe Brüggemann, "que unifica al pueblo de verdad" y que "simboliza la historia de la clase obrera, encarnando a la vez al pueblo oprimido en nombre de la seguridad". Y "lo más importante: el chaleco grita ininterrumpidamente, día y noche, con la claridad de las chillonas luces de neón: ¡Mírame! ¡No me olvides!"

¿Pero lo ven? FranceInfo recogía cómo tanto Marine Le Pen como Jean-Luc Mélenchon reclamaban a comienzos de la semana a Emmanuel Macron la convocatoria de elecciones anticipadas tras las protestas del pasado domingo en la capital. El periodista François Ruffin, autor del documental Merci patron! (2015) y diputado en la Asamblea Nacional, pidió frente al Palacio del Elíseo la dimisión del presidente francés, haciéndose eco de la demanda de muchos manifestantes. En su blog pueden encontrarse sus declaraciones, en las que pide a Macron que se marche "en coche, en moto, a caballo, en patinete, en helicóptero, como quiera, pero que se marche" para "recuperar la paz social y la concordia nacional." Desde las páginas de la London Review of Books Jeremy Harding intentaba desgranar el movimiento para comprenderlo mejor, refutando las acusaciones de poujadismo por la presencia de simpatizantes de la ultraderecha entre los manifestantes.

Mientras, en el alemán tageszeitung Tobias Müller recordaba que la protesta de los 'chalecos amarillos' también se ha extendido a la vecina Bélgica, donde es objeto del mismo debate. "No sólo están en contra de los precios de los carburantes, sino que, creo, están hasta las narices en un sentido más amplio", valoraba el ex primer ministro belga Elio di Rupo. Los 'chalecos amarillos' siguen resistiéndose a colgar la pieza que se ha convertido en símbolo de su protesta, que Jean-François Ballay define en Mediapart como "una cólera desde abajo" por el deterioro de las condiciones de vida en Francia. En una entrada anterior a su blog, este autor criticó al ejecutivo de Macron por "culpabilizar a los pobres de la fiscalidad ecológica", el origen de las protestas de los 'chalecos amarillos'. En un post titulado 'Esto no es una revuelta, sire, ¡es una revolución!', Mélenchon aseguraba que "el gobierno ha optado por el deterioro de la situación", "menos por cálculo que por falta de imaginación para encontrar una salida a la crisis", demostrando una "total falta de sensibilidad y de tacto". "El pueblo ha vuelto. Supuestamente había sido eliminado de la escena política. El adversario, en consecuencia, no tiene ninguna herramienta ideológica para entender esta realidad [...] No se gobierna a 65 millones de personas como una start-up, no se gobierna contra el pueblo en una nación democrática", sentenciaba el presidente de la Francia Insumisa. Finalmente, el miércoles, el Gobierno suspendió la subida de los impuestos a los carburantes para intentar calmar a los 'chalecos amarillos'.

Alemania y el nazismo que no se va

La noticia pasó inadvertida para la mayoría de medios del país y de fuera de él, pero la recogió el austríaco Der Standard: Alemania tiene a 467 neonazis en búsqueda y captura en paradero desconocido, 110 de los cuales tipificados como violentos. "Las fuerzas de seguridad deben hacer de una vez por todas algo para detener lo más rápido posible a estos nazis en fuga", reclama la diputada de La Izquierda Ulla Jelpke, para quien resulta inquietante que "exista un número de tres cifras de neonazis que hayan logrado evadir la detención desde el año 2017 e incluso antes”. Según el Ministerio del Interior alemán, al menos 29 de ellos han abandonado el país y podrían encontrarse actualmente en Austria, Polonia, Chequia e Italia.

La noticia contrastaba con la condena de un tribunal de Múnich al artista Wolfram Kastner a sufragar los costes de limpieza de la tumba familiar de los Jodl. Kastner manchó de pintura roja la tumba familiar del general nazi Alfred Jodl, condenado por el Tribunal de Núremberg a la horca por crímenes de guerra cometidos durante la Segunda Guerra Mundial. Aunque las cenizas de Jodl fueron esparcidas en un afluente del río Isar para evitar que su tumba se convirtiese en un lugar de peregrinaje de neonazis, su nombre sí que aparece en la tumba de la familia en Chiemsee (Baviera). "No quiero vivir en un país en el que se honra a criminales de guerra", declaró Kastner al semanario Der Spiegel. El artista tendrá que pagar por su acción los 4.088,34 euros de la limpieza de la lápida.

El brexit visto desde la izquierda

Nigel Farage, el hombre que abanderó el brexit, abandona el Partido de la Independencia de Reino Unido (UKIP), la formación a la que proporcionó un rostro que la gente llegó a identificar con la causa de la salida del país de la Unión Europea. Lo comunicó el martes a través de su cuenta de Twitter y en un artículo en The Telegraph expuso los motivos con detalle. Según explicaba The Guardian, Farage dimite en protesta por las políticas del nuevo líder de UKIP, Gerard Batten, quien ha escorado el partido todavía más a la derecha con su decisión de nombrar como asesor a Tommy Robinson, antiguo miembro del Partido Nacional Británico, de extrema derecha, y también fundador de la xenófoba English Defence League (EDL). Batten llegó a la presidencia de UKIP con la promesa de sacar al partido de la bancarrota que lo amenazaba, y a pesar de haber logrado su objetivo, la radicalización por la que apuesta ahora que el partido ha perdido su principal seña de identidad ha provocado ya el abandono de tres eurodiputados y el de Farage, al que probablemente seguirán otros.

La revista Jacobin entrevistaba sobre este mismo tema al marxista británico Richard Seymour, que se sitúa en una posición que no encuentra mucho eco en los medios: la de los defensores del brexit desde la izquierda. "¿Puede la Unión Europea ser reformada en una dirección progresista?", se preguntaba Seymour. "No excluyo la posibilidad de que una seria lucha política pudiera terminar en una Unión Europea reformada, pero no creo que se convirtiese en una institución progresista, sino que podría ser mucho peor de lo que es", comentaba el autor del conocido blog Lenin's tomb. Para Richard Seymour, que considera el europeísmo como "otra forma de nacionalismo", la Unión Europea se ha mostrado a lo largo de estos años como "todavía menos democrática que los estados nacionales". "La Unión Europea formaliza y cimenta formas de disciplina que potencialmente están ahí, dentro del Estado nacional y dentro de sus relaciones comerciales", explicaba Seymour al sentenciar que "la Unión Europea únicamente les proporciona mucha más fuerza, mucha más cohesión y mucho más poder."

Nueva guerra fría, viejos temores

El veterano historiador estadounidense Stephen F. Cohen, especialista en Rusia, dedica un artículo en The Nation a las tensiones entre Moscú y Washington en el que alerta de que "la nueva guerra fría entre EEUU y Rusia es mucho más peligrosa que su predecesora de 40 años y a la que el mundo sobrevivió." Según el autor, "hay más oportunidades de que ésta pueda terminar, de manera inadvertida o intencionada, en una guerra de verdad entre dos superpotencias nucleares”. Cohen, autor de varios libros sobre la Unión Soviética y Rusia, enumera algunos de los episodios del deterioro de las relaciones entre EEUU y Rusia, como el llamado 'Russiagate', la supuesta interferencia del Kremlin en las elecciones presidenciales de 2016, de la que todavía no hay ninguna prueba pero que "limita gravemente la capacidad del presidente Donald Trump para establecer negociaciones de crisis con Moscú"; las declaraciones –"sin precedentes", precisa Cohen– del Secretario del Interior de EEUU, Ryan Zinke, quien amenazó en abril con un bloqueo naval a Rusia; y los roces entre ambas potencias en los conflictos en Siria y Ucrania.

En La Llança, el suplemento cultural de El Nacional, Javier Borràs reseña Entender la Rusia de Putin: de la humilllación al restablecimiento (Akal), el último libro de Rafael Poch-de-Feliu, que comparte el análisis de la situación con Stephen F. Cohen. Como corresponsal, Poch no ha comprado "la interpretación del mundo cocinada en Washington”, valora Borrás, que elogia "la contundencia" del antiguo corresponsal de La Vanguardia, "forjada en el estudio histórico y en una interpretación muy personal del mundo, que en nuestro ambiente de columnistas internacionales –lleno de tópicos 'neutrales' y con la gracia estilística de un pescado hervido– resulta especialmente chocante." El libro de Poch, concluye Borràs, "es una buena manera de airear el cerebro, de leer una perspectiva diferente e inteligente de un tema de tanto morbo mediático como es Rusia."

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