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Hidrólisis, compostaje y cadáveres pulverizados para la nueva ley funeraria holandesa

Los liberales de izquierda, miembros de la coalición de centro derecha en el poder, quieren actualizar los entierros para que sean sostenibles y decidan los familiares

Isabel Ferrer
Pixabay

Un entierro no consiste solo en dar sepultura a un cadáver con dignidad. Mientras los funerales se suelen preparar, y hay quien los planea minuciosamente, la inhumación presenta dos modalidades principales: en tierra y con un ataúd, o mediante incineración. Apenas hay variaciones, y en Holanda, los liberales de izquierda, miembros de la coalición de centro derecha en el poder, sostienen que es preciso actualizar la ley funeraria, de 1869. Quieren que sea sostenible desde el punto de vista ambiental, atienda los deseos de la gente y refleje los últimos avances del sector: desde la hidrólisis alcalina, al compostaje y la criomación del cadáver.

Monica den Boer, la diputada liberal holandesa partidaria de modernizar los enterramientos, indica en su nota remitida al Parlamento que “tanto la sociedad como el sector funerario desean innovar”. Los familiares del fallecido, porque “tener mayor capacidad de decisión les ayudará a superar el duelo”. Con el apoyo de las funerarias, por otra parte, “se podrá garantizar una inhumación sostenible, sin emisión de dióxido de carbono, como ocurre al incinerar, y habrá más espacio y menos féretros”. En 2017, fallecieron en total en Holanda 150.000 personas (hay 17 millones de habitantes). En 2010, fueron 135.000, según la Oficina Central del Estadística.

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Entre otras cosas, propone permitir que los allegados “mezclen en una sola urna las cenizas de sus seres queridos, o los sepulten juntos”. Quiere acelerar las inhumaciones e incineraciones, para que se efectúen a las 20 horas, y no a las 36, según marca hoy la ley. De este modo, “todas las religiones [en particular judíos y musulmanes que entierran a sus muertos en seguida] podrán hacerlo sin pedir un permiso especial al Ayuntamiento, como ahora”. También plantea “enterrar en la naturaleza, con ropajes y materiales biodegradables”. Pero lo más llamativo son otras tres modalidades tal vez menos conocidas.

La hidrólisis alcalina como alternativa a la cremación, es la primera. El cadáver se introduce en un cilindro de acero a presión con una mezcla de hidróxido de potasio y agua, a altas temperaturas. Unas dos horas después, “solo quedan los huesos que pueden entregarse, en polvo, a los parientes, y caben en una urna”, dice Den Boer. Es legal en algunos lugares de Estados Unidos y en Canadá, pero no así en Europa, porque el líquido restante del proceso presenta dudas ambientales. En Holanda, la Organización para la Investigación de las Ciencias Aplicadas (TNO, en sus siglas en neerlandés), señaló en junio pasado que esas aguas “son estériles, no hay rastro de ADN humano y pueden ir al desagüe”. Un 25% de los ciudadanos lo elegiría, y dos tercios vería bien que se aprobara por ley, asegura la diputada, apoyándose en datos de una encuesta publicada en 2017.

Den Boer propone a continuación explorar el compostaje de los difuntos, para su descomposición de forma natural hasta que solo queda un humus que sirve de fertilizante. Y por último, la criomación, donde el cuerpo es congelado y sumergido en nitrógeno líquido en una máquina. Se congela de nuevo, y al cristalizar, se vuelve quebradizo. Una vez pulverizado con ayuda de vibraciones, y liberado de implantes dentales o prótesis diversas, es enterrado en una caja ecológica que se degrada de forma natural.

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Nada de todo ello es posible en estos momentos en el país, pero “es hora de modernizar la Ley Funeraria, cuya última enmienda se remonta a 1991, y que el ciudadano aporte su toque personal”, concluye la diputada.

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