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La embajadora que nació en las antípodas de la diplomacia

Julie-Ann Guivarra es la primera mujer indígena que ejerce como embajadora de Australia

Julie-Ann Guivarra en la Embajada de Australia en Madrid.
Julie-Ann Guivarra en la Embajada de Australia en Madrid.Carlos Rosillo

Julie-Ann Guivarra (Cairns, Australia, 1973) está acostumbrada a llevar la delantera. Fue la primera de su familia en obtener un título en la universidad, la única que trabajó para el Gobierno en un ministerio y hace escasas semanas se ha convertido en la primera indígena que ejerce como embajadora de Australia. En Madrid, a más de 15.000 kilómetros de su tierra, la mujer que nació en las antípodas de la diplomacia relata el viaje personal y profesional que la ha llevado a liderar la representación en España de un país que hasta 1967 no reconoció la ciudadanía a los indígenas: “Mi historia representa lo que es hoy Australia: un país multiétnico y multicultural”.

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Los orígenes de Guivarra por parte materna se remontan a la pequeña comunidad de Yarrabah, en el noreste de la costa australiana. Su abuelo se dedicaba a la pesca de perlas y su abuela era ama de casa. “Todo giraba alrededor de la industria pesquera. Allí la gente tiene una conexión especial con la tierra y sobre todo con el mar, que para ellos es la fuente de vida”. En sus recuerdos, el día a día en esta localidad —donde más del 90% de los cerca de 2.500 habitantes que viven allí siguen siendo indígenas— discurría alejado del devenir en el resto del país. “Allí la vida era muy diferente a otros lugares. Se podría decir que vivían en mundos separados”.

“Durante mucho tiempo ha habido una brecha entre la mayoría y la minoría”, afirma. Ella misma la experimentó al aterrizar en la facultad para estudiar Comercio. “Cuando llegué a la universidad me di cuenta. Vaya, no hay ningún otro indígena aquí. Cuando yo hice la carrera estaba sola”. Esta circunstancia no le impidió seguir adelante con su trayectoria profesional y académica, ingresando a los 22 años en el Ministerio de Exteriores y cursando más tarde un máster en Relaciones Internacionales. Ahora aspira a personificar el cambio que, asegura, se ha ido gestando en su país en el último medio siglo en términos de integración y tolerancia hacia las comunidades que poblaban la isla antes de la colonización británica.

En la actualidad, las estadísticas siguen mostrando la desigualdad racial y étnica en Australia. Según datos oficiales del Gobierno, los indígenas —que constituyen cerca del 3% de la población— sufren el doble de desempleo, tienen menos esperanza de vida y ni siquiera el 5% de ellos accede a la educación universitaria. Además, un informe reciente de la ONU advertía de la alarmante tasa de encarcelamiento de los indígenas y avisaba sobre un “hecho único” que pone en riesgo la convivencia en el país: los niños indígenas son separados de sus familias con una frecuencia 10 veces superior a los menores no indígenas.

Julie-Ann Guivarra en la embajada de Australia en Madrid.
Julie-Ann Guivarra en la embajada de Australia en Madrid.Carlos Rosillo
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La propia embajadora relata una situación similar a la que se tuvo que enfrentar su familia. “Mi abuela fue acogida por una pareja de indígenas. Tenían los papeles en regla, pero la policía presionó para quitarles la niña”. No obstante, la diplomática es optimista con los progresos que se han hecho en el último medio siglo. Entre ellos, destaca en los noventa el caso Mabo —cuando el Tribunal Supremo anuló el concepto de terra nullius (tierra de nadie, en latín) sobre el que se legitimó la conquista británica— y más recientemente la decisión del Ejecutivo de Canberra de pedir perdón en 2008 por las llamadas generaciones robadas, integradas por miles de niños aborígenes que fueron arrebatados de sus familias y criados en centros o con familias de acogida. “La situación está mejorando, pero el camino es largo”, sentencia.

Guivarra, que heredó su apellido de un antecesor filipinoespañol llamado Guevara que llegó a Australia en el siglo XIX, asegura que al frente del cargo va a tratar seguir rompiendo las barreras que fracturan las sociedades, incluido el problema de las desigualdades de género. "Hay que crear conciencia de estos asuntos", zanja en un correcto español que empezó a estudiar hace apenas ocho meses.

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