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Columna
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El día después

Nos toca trabajar a todos, los que votaron por unos y los que votaron por los otros, en construir un México donde quepamos todas y todos

Una familia se toma fotos en la calle duarante la madrugada del unes 02 de Julio.
Una familia se toma fotos en la calle duarante la madrugada del unes 02 de Julio.Hector Guerrero (El País)

El 2 de julio amanecimos con un presidente electo que lleva 18 años siendo una figura antagonista a los poderes fácticos que han regentado el país desde el desaseo del pacto revolucionario. Como en cualquier rincón del mundo occidental, la elección mexicana se ha visto enturbiada por el inclemente asedio de la propaganda. Nada nuevo, en cierto sentido, salvo la multiplicidad de medios con los que contaban los guardianes del status quo putrefacto y nefasto, no sólo del PRI, sino de todo un sistema de Gobierno que, mediante la fallida alternancia con el PAN, propugnó la desigualdad, lanzó una guerra hipócrita e inconsciente, sepultó los derechos humanos y condenó a cientos de miles de personas de la población de México a la ley de plata o plomo.

Las voces incómodas recibieron hostilidad y violencia de manera sistemática, al tiempo que los voceros del poder se congraciaban por la estabilidad de los índices macroeconómicos: pacto entre iguales que observan desde gayola el desgarriate nacional. La indignación encontró su clímax durante la elección y también preparó el desfiladero del montaje: no hubo caudal de dinero capaz de disuadir a la mayoría de la población electoral de que todo es tolerable, excepto el cauce por el que andamos.

Pero no fue solo un voto de castigo, en la mayoría de los casos resultó un voto de convencimiento. Un triunfo avasallador por donde se vea. Decían que para ganarle al sistema había que arrasar en las elecciones y eso fue lo que pasó el domingo. No le corresponde al presidente electo ni a sus millones de seguidores fincar su lugar en la historia a priori. Este se tiene que labrar durante los siguientes seis años. La elección representa el regreso de la fe en la voluntad popular y será esta, como ha señalado el presidente electo, la encargada de ratificar si Andrés Manuel pertenece a la estirpe que él mismo ha trazado y que lo ubica en la línea de Morelos, Juárez y luchadores sociales como Heberto Castillo o víctimas del poder reaccionario como Rosario Ibarra de Piedra. El verdadero trabajo de un hombre que ha recorrido, como nadie el territorio nacional, empieza ahora.

Uno de los asuntos centrales de la contienda democrática ha tenido que ver con el cambio sistémico. Y este no se puede conferir en exclusiva a las personas en el ejercicio del Gobierno, a quienes sin duda tendremos que apoyar cuando lo ameriten, y recriminar cuando lo requieran. La democracia es un sistema que por definición debe ser representativo: esto quiere decir que tenemos que exigir que nos representen, y representar lo que exigimos.

Más allá del ejercicio electoral, que llena de esperanza los procesos no sólo del país sino del continente y, por qué no, del mundo (que en términos generales llevaban inclinándose a la derecha más reaccionaria durante la última década), la verdadera exigencia comienza hoy, mañana, y pasado y después. Nunca ha habido un argumento más persuasivo que las acciones. El movimiento El Día Después, que fincó sus primeras proclamas en cesar la violencia, en detener la intolerancia, en la escucha y no en la agresión, en la reflexión colectiva y la conciliación ciudadana, apunta hacia eso: la acción.

Hoy llegó ese día. Nos toca trabajar a todos, los que votaron por unos y los que votaron por los otros, en construir un México donde quepamos todas y todos, donde celebremos y promovamos la indispensable militancia cotidiana de miles de mujeres y hombres que, contra todo, luchan por su dignidad, por el medio ambiente, por la equidad de género, por una distribución más digna de la riqueza, por un sistema que enfrente la dominación y el sometimiento. Un México donde podemos andar en reconocimiento y convicción, en pos de la recuperación de la dignidad de todas y todos.

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