Erdogan retoma las riendas de su partido por aclamación
La reforma constitucional aprobada en referéndum le permite volver a liderar la formación islamista AKP a la vez que continúa ejerciendo como jefe de Estado, lo que incrementará su influencia sobre el poder legislativo
Por la puerta grande y prácticamente por aclamación. Así retornó el presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, a la presidencia del Partido de la Justicia y el Desarrollo (AKP), que se había visto obligado a abandonar en 2014 al acceder a la jefatura de Estado. Una de las consecuencias de la reforma constitucional aprobada por un estrecho margen en el referéndum del pasado 16 de abril ha sido eliminar la cláusula de imparcialidad que anteriormente se exigía al presidente, lo que permite a Erdogan regresar a su partido y, tal como sucedió en el Congreso Extraordinario celebrado este domingo en Ankara, asumir la presidencia de la formación islamista que él mismo fundó en 2001.
Esta es la segunda medida implementada tras el plebiscito, después de que esta semana se completase la elección del nuevo Consejo de Jueces y Fiscales (órgano encargado de nombrar a los responsables de los tribunales) que permitirá al presidente un mayor control sobre la judicatura: cuatro de los 13 miembros de la institución han sido designados directamente por Erdogan, siete por el Parlamento con los votos a favor del AKP y la derecha ultranacionalista y los otros dos son el ministro de Justicia y su subsecretario. Si bien el grueso de la reforma de la Carta Magna -la introducción de un sistema presidencialista fuertemente centralizado en sustitución del actual régimen parlamentario- entrará en vigor en 2019, el sistema se irá aplicando de facto durante esta etapa de transición gracias al mayor dominio que ejercerá Erdogan sobre los diferentes poderes: en el legislativo a través de su control del partido; en el ejecutivo mediante la presidencia y en el judicial gracias al Consejo de Jueces y Fiscales. Ello, arguyen los defensores del nuevo sistema, hará más fluida la gestión del país, evitando crisis políticas y permitiendo que el Gobierno abra “un nuevo periodo de acción” y se centre en las “reformas, la transformación y el desarrollo”, uno de los lemas del Congreso.
En el Ankara Arena todo estaba preparado y diseñado para escenificar el retorno del líder al partido como un gran festival. Cientos de autobuses llevaron a millares de militantes de la formación islamista hasta la capital y la gente hacía fila desde la madrugada para poder acceder al pabellón deportivo, con capacidad para 10.000 personas. Aún así y pese las estrictas medidas de seguridad (en la víspera la policía abatió a dos supuestos militantes del ISIS que preparaban un atentado), varios miles hubieron de seguir el desarrollo del evento desde pantallas gigantes colocadas en el exterior del recinto, convertido en una fiesta amenizada por repartos gratuitos de comida y una imponente megafonía que repetía machaconamente uno de los nuevos himnos del AKP, cuyo estribillo no es otro que "Reeeecep Tayyip Erdoooogan".
A sus 63 años, Erdogan sigue siendo un animal político de pura raza, tal y como demostró en el congreso hablando a sus seguidores ininterrumpidamente durante más de una hora y encandilándolos con su verbo. Más que en su papel institucional, el presidente turco se siente cómodo en su papel de líder de masas: alternando el tono paternal y el agresivo hasta provocar la ovación de la concurrencia con sus proclamas: “Nunca nos hemos arrodillado ante nadie y jamás nos arrodillaremos” o “Quien quiera desandar el camino, que lo haga, yo no daré un paso atrás”. Un discurso en el que además dejó claro que no levantará el estado de emergencia vigente “hasta conseguir la paz total” y envió mensajes a Bruselas: “O la Unión Europea mantiene las promesas que nos hizo, o cada uno irá por su camino. Nuestra apuesta, pese a todo, es la UE. Pero la UE tiene que tomar una decisión”.
Sus palabras eran interrumpidas constantemente por los gritos del público que, bufandas y banderas al viento, coreaba el nombre de su líder y le gritaba “Mantente firme” o “Eres un orgullo para nosotros”. Más que de un congreso, el ambiente era el de un partido de fútbol y, desde luego, de congreso no tenía mucho. Todas las enmiendas presentadas por la dirección fueron adoptadas a mano alzada y prácticamente al unísono, mientras en las gradas del estadio continuaban los cánticos. Y no había otra candidatura a la presidencia del AKP que la de Erdogan, que recibió el apoyo de 1.414 de los 1.470 delegados asistentes. “No se puede encontrar otro líder como Erdogan, tan capaz a la hora de luchar contra el terrorismo y derrotar un golpe de Estado. Esta estabilidad que garantiza el nuevo sistema no beneficia sólo a Turquía, sino a toda la región. Si en Turquía no hay estabilidad y tenemos, como en el pasado, gobiernos débiles, Europa lo notará”, sostuvo la diputada del AKP Fatma Benli en declaraciones a EL PAÍS.
Además de la elección de Erdogan como nuevo líder en sustitución del actual, el primer ministro Binali Yildirim, se aprobó renovar a cerca del 40 % de los miembros del comité central ejecutivo por nuevos dirigentes, algunos de ellos hasta hace bien poco ajenos a la formación islamista; una táctica habitualmente utilizada por Erdogan como advertencia hacia los cuadros del partido de que deben probar su fidelidad al líder continuamente. En los próximos seis meses “la estructura provincial y local del partido será renovada de arriba abajo” -explicó Benli- de cara a prepararse para la próxima gran fecha: 2019, cuando habrá elecciones presidenciales, legislativas y locales.
La estrategia de rejuvenecer la formación islamista, opina el director de Hurriyet Daily News, Murat Yetkin, se dirige a dejar el AKP en manos de “una nueva generación de hombres y mujeres jóvenes que no hayan tenido un pasado político antes de Erdogan”, de manera que para los nuevos dirigentes sea más importante “la lealtad a Erdogan que la lealtad al partido o a sus ideas”. “El AKP se identificará completamente con Erdogan”, concluye Yetkin.
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