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Obama, un expresidente que promete ser combativo

Se mantendrá al margen del día a día pero no descarta alzar su voz cuando lo considere necesario

Barack Obama deberá buscar a partir del viernes su lugar como el 44º expresidente, el quinto vivo, de Estados Unidos. No será fácil. El demócrata promete mantenerse al margen del día a día de la presidencia del republicano Donald Trump, pero ha avisado de que alzará la voz cuando lo crea necesario ante la amenaza de que su legado sea dilapidado. Sus prioridades fuera de la Casa Blanca serán impulsar iniciativas de apoyo a los jóvenes, especialmente negros, y asesorar al Partido Demócrata.

Trump y Obama, el 10 de noviembre en el Despacho Oval
Trump y Obama, el 10 de noviembre en el Despacho OvalMICHAEL REYNOLDS (EFE)

“No me voy a detener. Estaré allí con vosotros como un ciudadano”, dijo Obama, el martes, en su discurso de despedida en Chicago. Promete recuperar el espíritu que le animó como trabajador comunitario en las calles de Chicago, su cuna política, y que lo catapultó hasta el Despacho Oval. “Ayudar a los jóvenes a tener una educación, a lograr un trabajo y tratar de traer negocios a barrios: ese es el tipo de trabajo que realmente me encanta hacer”, explicó hace un año y medio al analizar sus planes de futuro.

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Antes Obama se sumergirá en un periodo de introspección y desconexión. Seguirá viviendo al menos un año y medio en Washington hasta que su hija menor termine sus estudios. Sus objetivos inmediatos: dormir, irse de vacaciones con su esposa, Michelle, pensar en su siguiente libro y reflexionar. “Tengo que estar callado un tiempo, sosegarme”, dijo en una entrevista el pasado diciembre.“Tienes que volver a conectar con tu centro y procesar lo que ha sucedido antes de empezar a tomar un puñado de buenas decisiones”.

Obama será un expresidente joven. Tiene 55 años, uno más que Bill Clinton cuando abandonó la Casa Blanca y 15 menos que Trump. Es relativamente popular: su aprobación ciudadana ronda el 55%, frente al 37% de su sucesor. Su capital político sobrevive pese al rupturismo que conlleva la victoria de Trump, que cuestiona todas sus medidas estrella. Ambos se enfrentaron en campaña. Y, pese a las buenas intenciones iniciales, no han logrado evitar las críticas veladas ni la confrontación durante los dos meses y medio de transición.

La heterodoxia ideológica y la retórica agresiva de Trump marcan una ruptura con Obama, en el fondo y las formas. Preocupado por blindar su herencia legislativa y reconstruir el Partido Demócrata. Desorientados tras la derrota de Hillary Clinton, los demócratas han visto evaporarse buena parte de su poder regional durante la presidencia de Obama.

“No me sorprendería que haya un intervalo decente de tiempo antes de que critique públicamente a su sucesor. Pero no puede quedarse quieto y mirar cómo su legado es destruido”, escribe en un correo George C. Edwards, profesor de Ciencias Políticas en la Universidad Texas A&M.

Edwards, experto en historia presidencial, cree que Obama será un exmandatario activo, como los demócratas Bill Clinton o Jimmy Carter. Ambos han impulsado organizaciones filantrópicas y han mantenido una presencia pública como conferenciantes o mediadores internacionales. “Anticipo que prestará especial atención a asuntos de sanidad, derechos civiles, protección medioambiental e inmigración”, sostiene.

El golf, el baloncesto y la universidad

No es un secreto que Barack Obama es un apasionado del golf y no hay duda de que seguirá practicándolo. Pero existe un debate sobre dónde jugará. Según el diario The Washington Post, la cúpula, de mayoría judía, de un exclusivo club de golf a las afueras de la ciudad está dividida sobre si ofrecer un carné de socio al presidente en protesta por su política respecto a Israel.

También se especula si cumplirá su deseo de ser propietario de un equipo de baloncesto de la NBA, otra de sus pasiones. “He fantaseado sobre poder juntar un equipo y lo divertido que sería”, dijo el año pasado.

O si volverá algún día a ser profesor de Derecho, el trabajo que ejercía en la Universidad de Chicago. La Universidad de Columbia, donde estudió Ciencias Políticas, es la que más ha alimentado las elucubraciones. En 2015, el presidente de la universidad dijo que esperaba “dar la bienvenida de nuevo a nuestro exalumno más famoso… en 2017”. Pero fue en Harvard donde se graduó en Derecho.

“Creo que se involucrará en cómo conectar más a la gente con sus comunidades”, dice por teléfono Michele Jawando, vicepresidenta del Center for American Progress, un think tank de la órbita demócrata.

Como todos los exmandatarios recientes, Obama impulsa una fundación y la construcción de un centro de estudios, en Chicago. Le servirá para tratar de defender su presidencia ante el juicio de la historia, una obsesión de todo exmandatario, y promover su agenda. También cobrará de por vida una pensión de 205.000 dólares anuales, la mitad del sueldo presidencial, y recibirá asistencia sanitaria y la protección del servicio secreto.

“Respecto a mis prioridades, está construir esa próxima generación de liderazgo. Veinteañeros y treintañeros, llenos de talento e idealismo”, explicó en la entrevista de diciembre. “¿Cómo les damos las herramientas para propiciar un cambio progresista? Quiero usar mi centro presidencial como un mecanismo para desarrollar la nueva generación de talento”.

El primer presidente negro del país también ha revelado que estará involucrado el resto de su vida en ayudar a los jóvenes afroamericanos, y en reducir las desigualdades sociales.

Obama elogió la transición con su predecesor, el republicano George W. Bush, que ha evitado criticarle y le ha acompañado en actos de especial simbolismo para el presidente, como la conmemoración de la marcha de los derechos civiles en Selma. Igual que Trump con él, Obama quiso desmantelar el núcleo del legado de Bush. Pero la experta Jawando esgrime que, a diferencia de ahora, entonces había un intercambio de ideas y no solo un rechazo frontal.

Es difícil vaticinar si Obama participará algún día en un acto con el presidente Trump. Ya ha avanzado que puede que en uno o dos años se sienta obligado a criticar al republicano si ve en riesgo algún “fundamento de nuestra democracia”. “Soy aún un ciudadano, y eso conlleva sus deberes y obligaciones”, dijo en diciembre.

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