El viejo secreto para alargar la vida en Costa Rica
El sistema sanitario costarricense cumple 75 años con buena salud
La historia oficial cuenta que en la década de los cuarenta hubo en Costa Rica un acuerdo peculiar, casi antinatural, entre un presidente conservador, un líder comunista y un obispo católico. Era la base política del pacto social que generó reformas trascendentes a mitad de siglo XX. La más notable, la creación de la Caja Costarricense del Seguro Social (CCSS), la entidad central del admirado sistema sanitario tico que hoy cumple 75 años y que llevó a este país centroamericano a estándares de primer mundo en materia de salud.
Con una expectativa de vida de 79,6 años, la más alta de América Latina, y numerosos indicadores sanitarios que confirman el aporte social de la CCSS, el sistema de salud tico recibe el 75º aniversario de su entidad central con más propensión a la reflexión que al festejo.
Tiene enfrente el desafío de responder al envejecimiento de la población y sus consecuentes cambios en las enfermedades, al adelgazamiento proporcional de la base de cotizantes, al aprovechamiento político, a la ineficiencia interna y al acecho de los negocios privados.
La incertidumbre sobre la sostenibilidad financiera futura, después de una crisis que las autoridades consideran superada, atenúa el espíritu festivo alrededor del aniversario de esta entidad estatal autónoma. Las autoridades reconocen tareas pendientes en la optimización de un aparato de 54.000 funcionarios (uno de cada 100 costarricenses trabaja en la CCSS) y el peso que significan sus amplias garantías laborales dentro del presupuesto cercano a 6.000 millones de dólares para 2017. Las dudas sobre el futuro, sin embargo, conviven con la opinión generalizada sobre el alto impacto del sistema de seguridad social en los indicadores de desarrollo humano de este país de renta media, que se retratan bien en una frase habitual de calle: “pura vida”.
“Es un sistema que pudo esquivar la racha privatizadora de los noventa en América Latina, pero esas fuerzas siempre están ahí”, explica el demógrafo e investigador de la Universidad de Costa Rica (UCR) Luis Rosero Bixby, que ha estudiado por años a la CCSS y que concluye que esta es clave en la construcción de una sociedad más igualitaria que en el resto de la región, mediante de un servicio sanitario universal y de calidad. También ha dado pasos acordes con los tiempos, como el otorgamiento del seguro familiar a parejas homosexuales.
La población asegurada puede acceder a tratamientos complejos, independientemente de su clase social, recalca la presidenta de la CCSS, María del Rocío Sáenz. Es el espíritu del pacto social que en los años cuarenta forjaron el entonces presidente Rafael Ángel Calderón Guardia —un médico de clase acomodada— con el dirigente del Partido Comunista Manuel Mora y monseñor Víctor Manuel Sanabria; un acuerdo que todavía despierta curiosidad de los historiadores. Había, es cierto, buenos antecedentes en materia sanitaria. Además, varias reformas posteriores afinaron el modelo de servicio universal y consolidaron el sistema de pensiones que también está en manos de la CCSS.
En esos tiempos eran impensables los tratamientos que se realizan ahora. No es raro que pacientes de centros médicos privados pidan ser trasladados a los públicos por la capacidad probada de los centros estatales. El año pasado, en sus instalaciones se realizaron 185.000 cirugías, se brindaron 13,5 millones de consultas médicas y 5,4 millones de atenciones en emergencias. Además, se entregaron 80 millones de medicamentos y 52,5 millones de exámenes de laboratorio. Todo esto, en una población inferior a cinco millones de habitantes.
Es la mejor institución del país, con características únicas en el continente Ángela Ávalos, periodista
Modelo a la medida
En los hospitales públicos se realizan también procedimientos extremos. El último, fue en febrero en un hospital de Cartago (este de San José): el nacimiento de un niño 25 días después de que su madre entrase en muerte neurológica. Doce médicos especialistas se dedicaron a mantener las condiciones necesarias hasta que el niño estuviera suficientemente maduro para nacer y sobrevivir. Se llama Deylan y vive sano con sus abuelos, que no han tenido que cubrir el costo millonario del nacimiento.
“Es la mejor institución del país, con características únicas en el continente y más en estos tiempos”, apunta la periodista Ángela Ávalos, la más experimentada en cobertura sanitaria. “He visto a un helicóptero llegar a recoger a una paciente indígena con problemas renales en una zona casi inaccesible para realizarle un trasplante. Es un modelo hecho muy a la medida de este país, pero eso significa que también hay que atender grandes problemas. Tiene que despolitizarse, modernizarse y, como mínimo, lograr un expediente electrónico completo para todos los asegurados”, decía mientras volvía de una clínica en Heredia (10 kilómetros al norte de la capital) donde los pacientes deben llegar a las dos de la madrugada para lograr una cita durante el día. Y aún así, agradecen.
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