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Las negociaciones sobre Chipre entran en una fase definitiva

Grecochipriotas y turcochipriotas abordarán en noviembre en Suiza cuestiones relativas al territorio, con el objetivo de llegar a un acuerdo antes de fin de año

María Antonia Sánchez-Vallejo
Akinci (izquierda) y Anastasiadis, en mayo en Nicosia con el enviado de la ONU, Espen Barth Eide.
Akinci (izquierda) y Anastasiadis, en mayo en Nicosia con el enviado de la ONU, Espen Barth Eide.P. Karadjias (AP)

El proceso de diálogo para derribar el último muro existente en la Unión Europea —la división de la isla de Chipre, cuya mitad septentrional fue ocupada por Turquía en 1974— entra en una fase definitiva en medio de un clima de buenos augurios. Las dos partes se sentarán a negociar en Mont Pèlerin (Suiza) del 7 al 11 de noviembre, bajo los auspicios del enviado especial de Naciones Unidas para Chipre, el incansable Espen Barth Eide, que subrayó el carácter “crítico” del encuentro. Mustafá Akinci, presidente de la República Turca de Chipre del Norte (RTCN, entidad reconocida sólo por Ankara), se ha mostrado muy optimista sobre la cita, señalando que es “muy probable” que antes de finales de año, o incluso “en un plazo de 45 días”, se alcance una solución para el contencioso chipriota.

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Sin embargo, detalles tan aparentemente insignificantes como el horario de invierno, adoptado el sábado en toda la UE, han puesto de manifiesto que en la isla del Mediterráneo oriental aún persisten las diferencias: la mitad turcochipriota sigue fiel a la hora de Ankara, mientras que la República de Chipre (grecochipriota, la única que reconoce la comunidad internacional) ajustó los relojes al horario europeo. En comparación con los temas mayores que se pondrán sobre la mesa en Suiza, todos ellos los relacionados con el territorio (reconocimiento de títulos de propiedad, catastro, etcétera), la de los relojes es sólo una anécdota, pero muy reveladora de la existencia de dos realidades insulares.

La buena sintonía existente entre el líder turcochipriota y su vecino y amigo Nikos Anastasiadis, presidente grecochipriota, ha servido para acelerar el proceso de diálogo en los últimos meses, pero no menos que el interés estratégico que representan para las dos entidades de la isla los enormes yacimientos de gas natural en aguas de la isla, que han triangulado, e impulsado, una nueva colaboración regional desde Grecia hasta Israel y Egipto. La diplomacia energética da así un empujón puede que definitivo a unas conversaciones que se prolongan desde hace años, y que miran al último día de este año como límite deseable para su conclusión. Ese objetivo de alcanzar un acuerdo definitivo antes del 31 de diciembre, recuerda la ONU, es un compromiso común de las dos partes.

Será la primera vez que los dos líderes de Chipre negocien directamente sobre cuestiones relativas al territorio, las más difíciles según fuentes cercanas a la negociación. Al tratarse de un tema tan sensible —tras la ocupación militar del 74 hubo desplazamientos masivos de población, y muchas propiedades fueron ocupadas por los invasores, o cambiaron de manos—, los participantes han decidido encontrarse fuera de la isla. El objetivo final es la reunificación de la isla bajo un paraguas confederal. Akinci fue llamado al orden en su día por el presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, por defender la reunificación de la isla y la independencia con respecto a Ankara.

Por todo ello Nicosia, la única capital de la UE dividida en dos mitades —por una línea de demarcación, o línea verde, cerca de la que aún permanecen replegados unas pocas decenas de cascos azules de la ONU—, seguirá en vilo el desarrollo del diálogo en Suiza, aunque lo haga con dos horas distintas (los turcochipriotas, una más que sus vecinos) en una distancia de apenas unos metros. Las autoridades de la RTCN aseguran que no hay motivaciones políticas tras la decisión de no adoptar el horario de invierno, pero para el analista Mete Hatay se trata de una situación “tragicómica”, explicó al diario local Sunday Mail. Muchos ven en el desfase horario un vínculo directo con el problema político subyacente, ese que Anastasiadis y Akinci intentarán solucionar en Suiza.

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