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Donald Trump no se compromete a aceptar el resultado electoral

Los candidatos chocan con virulentos ataques personales en el último duelo antes de las presidenciales

Los dos candidatos en el escenario del debate.Vídeo: RICK WILKING
Marc Bassets

El republicano Donald Trump dio este miércoles otro paso en su esfuerzo por desprestigiar las elecciones en las que se enfrenta a la demócrata Hillary Clinton, y dejó en el aire si aceptará el resultado del 8 de noviembre. Sus palabras, en el tercer y último debate de la campaña, en Las Vegas (Nevada), cuestionan un pilar de una democracia, la estadounidense, que se presenta como modélica para el resto del mundo. El debate fue un cuerpo a cuerpo intenso, con descalificaciones personales en el que el republicano empezó resistiendo pero acabó relanzando ante los millones de telespectadores su mensaje más extremo y conspirativo.

“Falso”, le decía Trump a Clinton. O: “Qué mujer más asquerosa”.

Clinton, en otro momento, acusó a Trump de ser "una marioneta" del presidente ruso, Vladímir Putin, al que el republicano ha declarado su admiración.

"Tú eres la marioneta", respondió. Y añadió que, en Oriente Próximo y en las negociaciones sobre el desarme nuclear, Putin ha demostrado ser "más listo" que Clinton y que el presidente Barack Obama. Un elogio similar le dedicó al sirio Bachar el Asad, "más duro y más listo que ella y que Obama". Y, mientras elogiaba a estos líderes autoritarios, ponía en duda la alianza con democracias como Alemania y Japón, fundamento del orden internacional desde el final de la Segunda Guerra Mundial.

El republicano llevaba días afirmando, sin presentar pruebas, que las elecciones estarán amañadas en favor de la candidata demócrata. En el debate, moderado por el periodista de la cadena conservadora Fox News Chris Wallace, dio otro giro al argumento, ya insinuado en ocasiones anteriores.

Cuando el moderador le preguntó si respetaría el resultado electoral, respondió: "Cuando llegue el momento, lo miraré". Después añadió:  “Lo veré en su momento. Voy a mantenerle en suspense, ¿de acuerdo?”

La afirmación es extraordinaria, una declaración jamás escuchada en un debate televisivo entre las dos personas que aspiran a gobernar Estados Unidos. El reconocimiento del resultado por parte del perdedor es la garantía del traspaso pacífico del poder, la esencia para la buena marcha del sistema.

Clinton le replicó: "Está denigrando nuestra democracia y me asombra que alguien que es el nominado de uno de nuestros dos grandes partidos adopte esta posición”.

La mayoría de líderes del Partido Republicano —incluido su número dos, el candidato a la vicepresidencia Mike Pence— se ha distanciado de la teoría conspirativa según la cual está en curso un gran fraude electoral destinado a hurtarle la victoria a Trump.

Trump llegó muy magullado al debate, con los sondeos en contra y una avalancha de testimonios de mujeres que le acusan de haber acosado sexualmente de ellas.

No empezó mal. Al contrario que en los dos primeros debates, el de Las Vegas se centró en cuestiones programáticas, como el aborto, las armas de fuego o la inmigración. Este hecho, junto a preguntas del moderador que le daban pie a exponer sus puntos de vista, ofreció a Trump la oportunidad de colocar sus eslóganes más llamativos sobre la inmigración o el aborto, temas que funcionan bien entre una base conservadora que ve con escepticismo a su candidato. Clinton, por contraste, carecía de la capacidad de su rival para enviar los mensajes simples y comprensibles.

En la primera mitad del debate, Trump parecía avanzar, como mínimo comparado con los debates anteriores o con algunos de sus discursos. No gritó, no perdió los nervios, no insultó como suele y logró poner a Clinton a la defensiva.

Que la barra de exigencia estuviese baja le ayudaba: de Trump se esperaba poco y llegaba en su peor momento, cuando muchos en su propio partido han perdido la esperanza en la victoria.

Pero pasados los tres cuartos de hora, cuando el tema de debate era el temperamento de los candidatos para gobernar la nación más poderosa del mundo —un país que se presenta al resto del mundo como un faro de la libertad y la democracia, la shining city on hill o ciudad luminosa en la colina— el otro Trump regresó.

El momento clave fue cuando Wallace le preguntó por si aceptaría el resultado electoral. Trump se negó a comprometerse a una respuesta y los demonios del candidato antisistema y alejado de lo que tradicionalmente ha sido la centralidad de este país, volvieron a aparecer.

Llegaron entonces los ataques a los medios de comunicación, "tan deshonestos y corruptos... y que ha envenenado las mentes de los votantes", dijo. Y la insinuación de que su rival debería ser juzgada e ir a prisión. "A ella no deberían haberle permitido presentarse a la presidencia", dijo Trump, retomando otro argumento conspirativo según el cual Clinton debería estar en la cárcel por crímenes no demostrados.

Trump dilapidó entonces la ventaja que había conseguido al principio del debate. Clinton no arriesgó y mantuvo su aire presidencial. En todo caso, será difícil que el duelo de Las Vegas modifique el curso de la campaña.

Era la última vez que Trump y Clinton se encontraban en un mismo espacio hasta el 8 de noviembre. Ni al llegar al escenario ni al despedirse se dieron la mano. La campaña más virulenta de la historia reciente se acerca al final.

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Sobre la firma

Marc Bassets
Es corresponsal de EL PAÍS en París y antes lo fue en Washington. Se incorporó a este diario en 2014 después de haber trabajado para 'La Vanguardia' en Bruselas, Berlín, Nueva York y Washington. Es autor del libro 'Otoño americano' (editorial Elba, 2017).

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