Once de Septiembre

Barcelona, 1714. Santiago de Chile, 1973. Washington y Nueva York, 2001. Termina el sitio de la capital catalana en la guerra de Sucesión española, con victoria de las tropas borbónicas comandadas por el duque de Berwick sobre las milicias urbanas que defienden sus murallas. Golpe de Estado del ejército chileno, al mando del general Pinochet, con ataque de aviación y artillería al Palacio de La Moneda donde resiste el presidente democráticamente elegido, Salvador Allende. Atentados contra el Pentágono y las Torres Gemelas por parte de un grupo de combatientes de Al Qaeda que hacen secuestran y estrellan cuatro aviones de pasajeros.
La primera celebración (302 años) es estrictamente local catalana y con repercusión exclusivamente hispánica. La guerra de Sucesión está muy lejos. El independentismo oficial ha intentado humanizarla y ha encontrado en los restos arqueológicos y en la investigación histórica más competente un buen montón de datos para trasladar al presente el dolor y la pérdida de hace más de tres siglos. Uno de los responsables ha llegado a calificar el Born de Zona Cero de los catalanes, en un esfuerzo vano e imprudente de equiparar aquellas víctimas del cerco con los 2996 muertos y los más de 6000 heridos en los atentados del 11S estadounidense. Para el historiador militar israelí Azar Gat (‘Naciones. Una nueva historia del nacionalismo’, Barcelona 2914), el 1714 catalán es una demostración de la antigüedad de la nación catalana, mientras que para Hobsbawm (‘Naciones y nacionalismo desde 1870’, Barcelona 1991; y ‘La invención de la tradición’, 2012) no habría duda alguna de que es un caso de “invención de la tradición”, por parte de la “comunidad imaginada” que es toda nación (Benedict Anderson, ‘Comunidades imaginadas’, México 2013).
La segunda celebración (43 años) tiene valor más universal, principalmente para la izquierda latinoamericana y europea. Allende era un presidente democráticamente elegido al frente de una gran coalición de izquierdas, la Unidad Popular, y derrocado en un golpe sangriento auspiciado por la CIA en plena guerra fría. Su proyecto, que había suscitado la atención de la izquierda mundial, era la transición democrática y pacífica al socialismo, como alternativa a la vía armada inspirada en el castrismo y el guevarismo. La política económica del gobierno de Allende fue un desastre sin paliativos, con una inflación galopante e incontrolada. Del fracaso de la vía chilena al socialismo, conducida por un presidente que no contaba con la mayoría parlamentaria, se derivaron al menos dos consecuencias: en Europa inspiró al eurocomunismo en su propósito de buscar una vía también democrática al socialismo a partir de amplias mayorías sociales y parlamentarias, pero en América Latina dio un nuevo impulso a la lucha armada, cuyas últimas derivaciones alcanzan hasta hoy mismo cuando las FARC colombianas acaban de optar por la vía pacífica.
La tercera celebración (15 años) es la más próxima en todos los sentidos. La más reciente y la que ha marcado de forma más directa nuestras vidas, incluidos los controles de seguridad que rodean nuestras formas de viajar. Los atentados del 11S cierran un paréntesis de estabilidad de solo doce años, entre la caída del Muro de Berlín y la declaración de la Guerra Global contra el Terror por parte de George W. Bush. De una época de orden mundial unipolar, dominado por Estados Unidos, hemos pasado a un mundo multipolar en el que el viejo orden mundial está cayéndose a pedazos y han aparecido nuevos agentes trasnacionales no estatales con enorme poder destructivo, como son Al Qaeda o el Estado Islámico. Aquellos atentados fueron el detonador de las guerras de Afganistán y de Irak y de unas políticas antiterroristas que minaron las libertades públicas en los países occidentales, despreciaron los derechos humanos y las convenciones internacionales sobre prisioneros de guerra y desprestigiaron a las primera superpotencia ante las opiniones públicas especialmente en el mundo árabe y musulmán. El 11S fue, por tanto, la fecha trágica que inaugura una época llena de incertidumbre, que a los 15 años se ha desplegado con todo su dramatismo en la crisis de los refugiados sirios, la deriva autoritaria de Turquía o la profunda desorientación europea acerca de su futuro.
Que cada uno escoja la proporción de cada una de las tres fechas que le apetezca para conmemorar este Once de Septiembre. Pero me parece evidente que son tres fechas muy adecuadas para meditar con calma e intentar sacar conclusiones sobre el mundo en que vivimos, desde Barcelona hasta el ancho mundo.
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