Una Europa de tres velocidades para que Londres no se vaya

El proyecto que acaba de difundir Bruegel, el think tank europeo, gira alrededor de un concepto innovador para resolver el rompecabezas del Brexit. Le llama Asociación Continental (Continental Partnership) y consiste en una cooperación intergubernamental estructurada, que garantice la parte del Mercado Unico que le interesa a Reino Unido –las tres libertades de circulación de bienes, servicios y capitales— “sin derecho legal a la libre circulación de trabajadores pero sí un régimen de una cierta movilidad laboral controlada y una contribución al presupuesto de la UE”.
Bruegel propone abordar el problema a partir de una visión funcional y no política del Mercado Único, que igualmente obliga a la aceptación de numerosos capítulos del ‘acquis communautaire’ y a preservar el control de las ayudas de Estado, política de competencia y reglas comunes y estándares mínimos, cuestiones todas ellas que son de la incumbencia de la denostada Comisión Europea. Además de la participación funcional en el Mercado Único, la Asociación Continental también contempla una “estrecha cooperación en política exterior, seguridad y posiblemente defensa”, que es plenamente intergubernamental.
Como no puede ser de otra forma, nada se puede hacer sin instituciones, aunque mucho de los brexiters nada odien más que las instituciones europeas. Pues bien, Bruegel propone la creación de un Consejo de la Asociación Continental (CAC), como institución intergubernamental sin capacidad legislativa ni participación formal en la fabricación legal, pero con el derecho a la deliberación y a la enmienda en los procesos legislativos de la UE que le afecten. El CAC, y en su caso Londres, no tendrá derecho de veto ni podrá paralizar la toma de decisiones de la UE, pero sí tendrá voz antes de que el Consejo y el Parlamento Europeo decidan.
Como en toda la arquitectura europea, un tal organismo, aunque sea intergubernamental, también podría tener, según Bruegel, una corte de justicia con jueces de todos los países, aunque indefectiblemente deberá estar vinculada de una u otra forma a la Corte de Justicia de la UE de Luxemburgo. Como remate y probablemente para disgusto de los brexiters, “la participación en el presupuesto de la UE será vital”, dicen los autores del ‘paper’ por si alguien se despistaba.
El proyecto quiere resolver tres cosas. Primero, el rompecabezas del Mercado Único, y principalmente la dificultad de encontrar una fórmula útil, cosa para lo que no sirve ni el modelo de Noruega, ni el de Suiza, ni tampoco el de los simples acuerdos de libre comercio. Luego, quiere abordar de forma pragmática y prudente las cuestiones de seguridad y defensa, en las que Europa entera y no solo Reino Unido se arriesgan a perder mucho de la fragmentación que significa el Brexit y están por tanto obligados a avanzar en la integración. Y en tercer lugar, quiere hacerlo todo dentro de una arquitectura europea que no frene la integración sino al contrario que la impulse.
Este es el primer proyecto que aparece sobre la mesa de debate. Seguro que tiene defectos y lagunas, pero contiene ideas originales y eficaces y sirve, por tanto, para la discusión. Aunque sus autores solo se representan a ellos mismos, la presencia de Pisani y de Röttgen en el equipo que lo ha discutido y trabajado, permite entender que hay una cierta inspiración de ideas francesas y alemanas. Veremos en las próximas semanas si toma vuelo la idea de esta Europa de tres velocidades capaz de mantener a Reino Unido integrado en ella.
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