Fractura regional
Con el argumento económico, los países de Mercosur empujan a Venezuelaa salir del bloque comercial
Venezuela está siendo acompañada por Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay hasta la puerta de salida de Mercosur. La postergación del traspaso de la presidencia pro tempore de esa unión a Nicolás Maduro encamina al chavismo hacia la expulsión. La decisión de aplazar esa transferencia se tratará el próximo jueves. El argumento al que recurrieron los demás socios es que Maduro todavía no cumplió con los requisitos económicos que exige la pertenencia al bloque. ¿Hará los deberes para agosto? Muy difícil. Los venezolanos han sido puestos por él al borde de la hiperinflación.
Las condiciones para continuar en Mercosur son una excusa. Esa liga regional es el campo de batalla de una fractura política e ideológica que se acentuó con la victoria de Mauricio Macri en la Argentina y el ascenso de Michel Temer en Brasil, que hoy gobierna con las banderas de la oposición a Dilma Rousseff. Brasil es el principal promotor de que el cambio de mando se prorrogue. Temer no tolera que la agenda del bloque quede en manos de un régimen que le acusa de golpista. También por eso la diplomacia brasileña elude la propuesta de Paraguay: que se excluya a Venezuela por la aplicación de la cláusula democrática del Tratado de Ushuaia.
El Gobierno de Horacio Cartes recuerda que su país fue suspendido en 2012 porque, frente al desplazamiento de Fernando Lugo, el Brasil de Lula y la Argentina de los Kirchner invocaron esa cláusula. El Senado paraguayo venía vetando el ingreso de Venezuela. Por eso la exclusión de Paraguay fue indispensable para que Hugo Chávez se siente a la mesa del Mercosur. Cartes, y su canciller Eladio Lóizaga, pasan ahora la factura, apoyándose en evidencias incontrastables: el chavismo degeneró en una hegemonía autoritaria que desconoce la división de poderes y persigue a la oposición con la tortura y con la cárcel.
Brasil evita esa presión extrema contra Maduro. Temer consiguió que Argentina le acompañe en esa moderación. Ya se vio en la OEA: ambos países se negaron a votar la aplicación de la cláusula democrática, propuesta por el secretario general, Luis Almagro. La moción de Almagro fue un arma de doble filo. Al mismo tiempo que condenaba a Venezuela, pidió un dictamen a la Corte Interamericana de Justicia para despejar algunas “incertezas jurídicas” que él detectó en el impeachment contra Rousseff.
Brasil evita la presión extrema contra Maduro. Temer consiguió que Argentina le acompañe en esa moderación
El mes próximo vence el plazo para que Venezuela se adecue a los estándares económicos del Mercosur, sobre todo en materia de comercio. De modo que en agosto no se discutirá si puede presidir al grupo sino si seguirá siendo miembro de él. La idea de demorar hasta ese entonces la transferencia del mando, que podría adoptarse pasado mañana, fue sugerida hace una semana por el canciller de Brasil, José Serra, al gobierno uruguayo, que ejerce hoy la presidencia. En el fondo de esa propuesta yace la hipótesis de que el régimen de Maduro, minadas sus bases materiales, no puede sostenerse por mucho más. O se reforma o cae. Pero esa tesis es todavía una apuesta, más que un pronóstico certero.
Serra llegó a Montevideo acompañado por el ex presidente Fernando Henrique Cardoso. Fueron recibidos por Tabaré Vázquez y sus ministros de Exteriores, Rodolfo Nin Novoa, y de Economía, Danilo Astori. Fue un almuerzo de amigos, al que Vázquez sumó al ex presidente uruguayo Julio María Sanguinetti.
Dos días después de esa reunión, la cancillería del Uruguay aclaró que el traspaso de la presidencia del Mercosur se realizaría según las reglas vigentes. No precisó ni cuándo ni a quién. La ambigüedad de Vázquez y Nin Novoa se debe a la enorme presión que ejerce sobre ellos el ala bolivariana del Frente Amplio, su coalición. El domingo pasado se advirtió. Legisladores y sindicalistas amigos del chavismo recibieron en Montevideo a la canciller de Maduro, Delcy Rodríguez, quien denunció los “malos modales de la derecha” para con su país. Fue la antesala de la jugada que Rodríguez protagonizó ayer: se introdujo en la reunión informal pedida por Paraguay, a la que no había sido invitada. Pero debió retirarse.
Aislado en el Mercosur, el régimen de Maduro sólo se sostiene en la Unasur, ya que esa liga incluye las afinidades bolivarianas de Bolivia y Ecuador
En Brasilia y en Buenos Aires presintieron que la canciller de Maduro podría atarse a las columnas del templo en Montevideo. Por eso ni Serra ni Susana Malcorra, la canciller de Macri, asistieron al encuentro. Enviaron diplomáticos subalternos. Serra alegó dolores en la espalda. Malcorra tenía una excusa más consistente: recibir al canciller de Holanda, el país de su compatriota, la reina Máxima.
Aislado en el Mercosur, el régimen de Maduro sólo se sostiene en la Unasur, ya que esa liga incluye las afinidades bolivarianas de Bolivia y Ecuador. El secretario general de la Unasur, Ernesto Samper, prestó el último servicio a la continuidad del chavismo auspiciando la mediación de José Luis Rodríguez Zapatero, del dominicano Leonel Fernández y del panameño Martín Torrijos, entre el gobierno y la oposición. También Washington auspicia, con enorme discreción, el diálogo. El objetivo es ofrecer al chavismo una salida antes del derrumbe para que, aprovechando su arraigo en una fracción de la sociedad venezolana, siga participando del juego democrático.
Las conversaciones han sido infructuosas. Como señaló el secretario general de la OEA, Almagro, desde que se designó la comisión el número de presos políticos y de torturas ha aumentado. Maduro pretende ganar tiempo a la espera de un milagro: una recuperación espectacular del precio del petróleo. Los negociadores, mientras tanto, aspiran a que asuma algunos compromisos con la oposición: liberación de los presos políticos, equilibrio institucional y habilitación del plebiscito revocatorio previsto en la Constitución. Esta última pretensión es la flecha envenenada. Implica algo que Maduro no está dispuesto siquiera a pensar: el abandono del poder.
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