Mustafa Koç, presidente del mayor grupo empresarial de Turquía
El hombre de negocios se enfrentó al Gobierno durante las protestas de Gezi al abrir sus hoteles a los manifestantes
Apenas unas horas antes de volar hacia Davos, donde tenía previsto dar una conferencia sobre igualdad de género, el empresario Mustafa Vehbi Koç (Estambul, 1960) sufrió un ataque al corazón mientras se ejercitaba en la mañana del jueves. Ni los primeros auxilios prestados por sus guardaespaldas, primero; ni después los médicos del Hospital Americano –de su propiedad-, al que fue trasladado en helicóptero, pudieron librarle de la lenta agonía que lo condujo a la muerte. Sus últimas horas fueron retransmitidas por las televisiones casi como si se tratase del fallecimiento de un presidente.
En Turquía, país de apellidos nuevos –se instituyó su uso en 1934-, sin realeza ni aristocracia, hay apenas un puñado que lo dicen todo de uno. Sabanci o Koç son algunos de ellos. Familias que progresaron rápidamente en la escala social en las décadas de 1930 y 1940 –el abuelo y fundador del grupo empresarial, Vehbi Koç, comenzó regentando una pequeña tienda de ultramarinos- al calor del proyecto de la joven república de crear una burguesía étnicamente turca que sustituyese a quienes habían sido los capitalistas del Imperio Otomano -griegos, armenios y levantinos-, expulsados, huidos o despojados de su riqueza. Vehbi y, posteriormente, su hijo Rahmi convirtieron el grupo Koç en el mayor conglomerado empresarial del país, con intereses que van desde la alimentación (supermercados Migros), a la automoción (Fiat Tofas y Ford Otosan), la producción de electrodomésticos (Arçelik y Beko), la industria militar (Otokar) y la energía (Tüpras, Aygaz y Opet).
Así, cuando Mustafa Koç, tras estudiar en un liceo suizo, graduarse en la Universidad George Washington de EEUU y pasar por varios puestos de venta en las empresas del grupo, accedió a la presidencia del consejo directivo, heredaba el timón de un imperio ya consolidado. Con todo, bajo su dirección Koç Holding se internacionalizó al adquirir empresas como Grundig y al hacer que marcas suyas como Beko se lanzasen a la conquista de mercados extranjeros (su logo hoy luce la camiseta del FC Barcelona). En Turquía, controla casi la mitad de la producción total de automóviles y sus empresas suponen el 10 % de las exportaciones del país. Los resultados son palpables: hoy Koç se encuentra en el puesto 381º del ranking los mayores grupos empresariales del mundo elaborado por la revista Forbes.
No es de extrañar, por tanto, que se ganase un puesto en la directiva de TÜSIAD, la principal patronal del empresariado laico y aún la más importante de Turquía pese a que su poder ha ido siendo socavado por el ascenso de una nueva burguesía verde (islamista) que, apoyada por el gobierno del Partido de la Justicia y el Desarrollo (AKP), ha arrebatado pedazos del pastel a familias como los Koç.
La fisura entre Mustafa Koç y el poder político representado por el entonces primer ministro y ahora presidente, Recep Tayyip Erdogan, se hizo patente durante las protestas de Gezi en 2013, cuando los manifestantes que escapaban de la policía entraron en el hotel Divan, propiedad de Koç, con permiso de la dirección y allí improvisaron un hospital de campaña para atender a los heridos.
Enfurecido, Erdogan le acusó de “dar cobijo a terroristas” y advirtió de que “ese delito no quedará impune”. Efectivamente, días después –en medio de una intensa campaña de los medios progubernamentales contra el grupo Koç-, inspectores de Hacienda iniciaban una investigación sobre sus refinerías y el Gobierno cancelaba un acuerdo de construcción de barcos militares valorado en más de 1.000 millones de euros. Mustafa Koç sólo rompió su silencio meses después, en una entrevista con el diario Hürriyet en la que avisaba: “Nos hemos ganado nuestra reputación durante 90 años y no dejaremos que nadie la pisotee. Defenderemos nuestros derechos legales hasta el final”.
Sin embargo, en las últimas semanas, el empresario fallecido había tratado de reconciliarse con el poder, en vista del empeoramiento de los resultados del grupo Koç. Según trascendió, un día antes de su muerte, se había reunido con Erdogan, presidente de una Turquía donde cada vez se vuelve más difícil hacer negocios sin contar con el beneplácito del nuevo gran líder.
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