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5º ANIVERSARIO DEL 'CABLEGATE'

Una historia 'clasificada'

El precedente histórico más cercano de la revelación de los papeles del Departamento de Estado por parte de WikiLeaks es la filtración de los 'Papeles del Pentágono'

Daniel Ellsberg (a la izquierda), filtrador de los Papeles del Pentágono. 
Daniel Ellsberg (a la izquierda), filtrador de los Papeles del Pentágono. AP

La salida a la luz de mensajes diplomáticos clasificados efectuada por WikiLeaks fue bautizada en seguida como Cablegate, una etiqueta que lo colocaba dentro de la tradición moderna del periodismo de investigación, inspirada por el escándalo del Watergate. Pero del contexto histórico emana una clasificación más precisa.

Los reportajes sobre el abuso del poder presidencial, de la década de los setenta de Bob Woodward y Carl Bernstein publicados en The Washington Post (sus archivos están en los fondos de la la Universidad de Texas, donde imparto clase), aportaron el marco del sufijo "gate" a las diversas investigaciones posteriores que pretendían sacar a la luz algún escándalo. Sin embargo, el marco que ofrece ese sufijo ha tenido como consecuencia el convertir las fechorías personales ("¿Qué sabía el presidente?") —contadas, en esencia, como parte de una historia policial— en el modelo de los reportajes de investigación. Esto ha desviado el foco de los problemas sociales sistémicos.

Comprendemos mejor Vietnam tras  los 'Papeles del Pentágono', y el Cablegate nos ha dado una visión más franca de las relaciones internacionales

Así que el Watergate no es el mejor precedente para entender esta nueva forma de periodismo. Un modelo más cercano son los Papeles del Pentágono publicados por The New York Times poco antes del Watergate. Aquellos papeles destaparon la historia clasificada de la Guerra de Vietnam que había sido encargada por el Departamento de Defensa de EE UU y que contenía una versión menos suave de la guerra, que la que conocían los ciudadanos hasta entonces. Esto fue un escándalo político, no un delito penal a nivel particular, y la información se obtuvo por la filtración a gran escala a un medio de comunicación.

Históricamente los periodistas siempre han preferido las ruedas de prensa y las entrevistas a la tarea, más difícil, de investigar a partir de pruebas documentales, pero los Papeles del Pentágono eran literalmente papeles, fotocopiados por la fuente que dio la voz de alarma. Hoy la tecnología reduce enormemente los escollos para este tipo de filtraciones, y aumenta el valor de documentos materiales, como se ha visto en el caso de WikiLeaks.

La tecnología reduce enormemente los escollos para las filtraciones, y aumenta el valor de documentos materiales, como se ha visto en el caso de WikiLeaks
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De hecho, el mundo de Internet ha otorgado incluso a los ciudadanos corrientes —que por lo demás no tienen un acceso especial a la información— la capacidad de participar en el proceso de investigación. Mientras que los reportajes del Watergate requirieron una investigación tenaz y mucho ir y venir (con la ayuda de fuentes internas claves), ahora las noticias pueden saltarse a toda la prensa institucional. Incluso en sociedades autoritarias como la china, donde los medios de comunicación profesionales están limitados, los activos netizens o "ciberciudadanos" hacen una puesta en común de la información, contribuyen a los denominados "incidentes masivos", verifican los relatos oficiales y sacan a la luz escándalos a una velocidad y una escala notables.

Más allá de esta investigación con base ciudadana, de los Papeles del Pentágono y del Watergate, el caso del Cablegate supone una nueva forma de colaboración híbrida entre activistas de la transparencia y medios de comunicación. Es una forma de periodismo de investigación para un ecosistema periodístico global, que se ha creado a partir de una estructura de redes interconectadas de medios institucionales, de periodistas ciudadanos, de whistleblowers o gente que da la voz de alarma ante malas prácticas, y de plataformas tecnológicas. Cierto que de este modelo más participatorio surgen menos héroes periodísticos del tipo Woodstein, pero aquello fue una heroificación del periodismo que distorsionaba su función y hacía más difícil la crítica al sistema.

Al publicar los documentos a través de grandes medios de comunicación los grupos activistas de la transparencia como WikiLeaks demostraron que reconocían el contexto y conocimiento que los profesionales pueden aportar. Pero los medios de comunicación tradicionales, aunque valoran el acceso a semejante abundancia de documentos de interés periodístico, encuentran incómoda su colaboración en estas operaciones emergentes apátridas y supranacionales, aunque tengan una misión común: publicar información difícil de encontrar. Mark Coddington, catedrático de la Universidad Washington y Lee, ha analizado el modo en que los medios de comunicación tradicionales han reaccionado ante WikiLeaks, y ha mostrado cómo se sienten empujados a defender las fronteras de su autoridad profesional y el paradigma periodístico tradicional, que se basa en la institucionalización, en una relación más formal con las fuentes de información y en la objetividad.

De este modelo más participatorio surgen menos héroes periodísticos del tipo Woodstein, pero aquello fue una heroificación del periodismo

La diplomacia debe tener algún componente de secreto y engaño, pero los Gobiernos tienden a llegar demasiado lejos al ocultar información, y estas prácticas entran en conflicto con nuestra idea de cómo funcionan mejor el periodismo y la vida ciudadana. Comprendemos mejor la Guerra de Vietnam tras haber tenido acceso a los Papeles del Pentágono, y el Cablegate nos ha dado una visión más franca de las relaciones internacionales. Debido a la preocupación por la seguridad debe haber información clasificada, pero ahora que las posibilidades tecnológicas del “periodismo en red” sustentan la colaboración (aunque sea incómoda) entre los activistas y los guardianes profesionales de la información, la balanza se inclina cada vez más hacia la transparencia.

Stephen Reese ocupa la cátedra Jesee H. Jones de Periodismo en la Universidad de Texas y es vicedecano de la escuela de Comunicación. Es coautor de Mediating the Message in the 21st Century: A Media Sociology Perspective.

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