Los autores de los últimos atentados comparten origen, antecedentes y fe
Casi todos los autores de los últimos atentados yihadistas en Europa comparten perfil
Los rostros de los autores de los ataques yihadistas cometidos en suelo europeo durante los últimos tres años no eran desconocidos para la policía. Casi todos tenían antecedentes por delitos comunes o habían sido investigados por posibles vínculos con el terrorismo. Casi todos habían estado encarcelados. Y todos, sin excepción, compartían un origen común: europeos descendientes de inmigrantes musulmanes magrebíes o subsaharianos, atrapados en los suburbios y estancados en su fase de ascenso social. “La salida contra su frustración es el terrorismo islamista, que les hace sentirse parte de una comunidad”, explica Miguel Ángel Cano Paños, profesor de Derecho Penal de la Universidad de Granada y autor de Generación yihad.
El perfil descrito coincide con las biografías de los autores de los atentados de París del pasado enero, los hermanos Kouachi y Amedy Coulibaly, pero también con la de Mehdi Nemmouche, autor de la matanza del Museo Judío de Bruselas, y de Omar el Hussein, el autor de los asesinatos de Dinamarca. “Son sujetos con pasaporte europeo pero que se sienten víctimas de una marginación socioeconómica por parte de la sociedad mayoritaria, lo cual lleva irremisiblemente a un estado de frustración respecto a sus perspectivas de futuro en la sociedad de acogida”, añade Cano. Según este experto, hace años la salida a esa frustración eran “el rap y la delincuencia común”. Pero ahora son “la yihad y el Estado Islámico”. “En los barrios turcos de Berlín se nota la transformación de su juventud: si esos chicos antes formaban parte de bandas dedicadas al hostigamiento callejero, hoy van vestidos de forma impoluta y se comportan como buenos musulmanes”, afirma.
Los tres factores a los que apunta Angel Rabasa, doctor de Harvard experto en terrorismo y coautor del reciente libro Eurojihad: Pattern of Islamist Radicalisation and Terrorism in Europe (Eurojihad: Patrón de la radicalización islamista y el terrorismo en Europa, Cambridge University) son “la pobreza, la religión y la alienación cultural”. Pero Rabasa diferencia entre los yihadistas británicos y los que han nacido en la Europa continental. Mientras que 21 de los 31 británicos que han cometido atentados terroristas en los últimos 10 años habían terminado la educación secundaria o tenían formación universitaria —como Michael Adebolajo, que en 2013 acuchilló a un soldado—, en el resto de los casos la mayoría es de origen “humilde” y carece de formación.
Casi todos comparten un pasado en prisión. Algunos se aproximaron al salafismo (una interpretación rigorista del islam) tras las rejas y otros lo hicieron antes. Y, aunque varios países sopesan reforzar la vigilancia en las cárceles ante los indicios de que son un lugar propicio para radicalización, Miguel Ángel Cano considera que “las prisiones están muy controladas hoy en día”. El menor de los hermanos Kouachi, autores de la matanza en la revista Charlie Hebdo, fue encarcelado por ejemplo en una operación contra una célula de captación de yihadistas.
¿Por qué falló entonces la policía si todos estaban fichados y tenían un perfil potencialmente peligroso?, se pregunta John Mueller, politólogo de la Universidad de Ohio experto en lucha antiterrorista. “Por el alto coste de investigarlos”, responde. La vigilancia durante un año de un sospechoso cuesta, según sus cálculos, unos siete millones de euros. Si retornaran a Francia 125 personas de las más de 1.100 que se cree que han viajado a Siria o Irak, el presupuesto ascendería a la tercera parte de los fondos anuales que el FBI destina al contraterrorismo.
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