El mitin carcelario de Aurora Dorada
El partido ultra aspira a convertirse en la tercera fuerza más votada el domingo
Yannis Kapatsos, corredor de Bolsa y candidato a diputado por Aurora Dorada (AD), suda a mares, embutido en un impecable terno con una insignia del partido en el ojal. Aguarda el inicio del mitin central de la formación, en un hotel de Atenas, ante una concurrencia peculiar: jubilados entregados por un lado; jóvenes circunspectos y anabolizados del otro. En la recta final de una campaña con sordina —su cúpula directiva está en prisión preventiva desde septiembre de 2013—, AD pugna por hacerse con el tercer puesto en las elecciones del domingo. “Que vamos a ser terceros es seguro; sólo queda saber a cuánta distancia del cuarto. Pero no esperamos menos del 8% de los votos”, cuenta el amable Kapatsos, que fue candidato a alcalde de su localidad en mayo. ¿Y cómo se hace una campaña con la cúpula entre rejas? “El líder [Nikos Mijaloliakos] intervendrá por teléfono desde la cárcel”, explica cortante el también candidato Ilias Panagiótaros, único líder de peso de AD en libertad.
Las encuestas dan a AD en torno al 5% de los votos, pero tradicionalmente en la extrema derecha hay mucho voto oculto. “Pueden sacar lo mismo que en 2012, en torno al 7%, más sería sorprendente”, explica Vasilikí Georgiadu, profesora de la Universidad Panteio y especialista en extrema derecha griega. “La cárcel ha jugado un papel importante contra el partido, y también todos los desmanes que ha sacado a la luz la investigación”, iniciada después de que uno de sus militantes asesinase en septiembre de 2013 a un rapero antifascista. “Aunque privado de la actividad pública que desarrollaban hasta entonces sus milicias, las que atacaban a inmigrantes o ayudaban a jubilados desvalidos en barrios problemáticos, mantiene la fuerza. De hecho, independientemente de lo que suceda con el juicio [previsto para este año], conservará como mínimo la mitad de sus votantes, los más ideológicos”. El resto, clase media de manual, ha hallado en AD un bálsamo al estado de ansiedad e inseguridad provocado por cinco años de austeridad a ultranza.
Magdalini Liarou es el prototipo de votante: 67 años, clase media precarizada y vecina de Ayios Panteleímonas, el barrio con mayor concentración de inmigrantes de Atenas (una ciudad en la que el porcentaje de extranjeros llega al 17,4%). Liaru, que regenta a medias con su hijo un bar, es testigo de la progresión —y la posterior retirada a los cuarteles— de las huestes de AD en la capital griega. “Llegaron en 2010-11 y limpiaron la zona [de extranjeros], también acompañaban a jubilados cuando tenían que ir a cobrar la pensión al banco, o los llevaban en taxi al médico. Desde que [los líderes] están en la cárcel vienen menos, pero son buenos muchachos, los únicos que se han ocupado de la gente... Sin ellos el barrio es un horror”.
Entre el combate a la inmigración y la retórica antieuropea de que ahora hace gala en su programa, hay un punto de inflexión, la crisis económica. AD salió a las calles entre 2008 y 2009, con la segunda oleada de inmigración irregular procedente de Asia y África; la primera, la de los albaneses, no había llamado tanto la atención en los noventa. Con un discurso radical, hipernacionalista y antipartidos, AD prometió echarlos del país. En 2010, sacó el 5,3% de los votos en las elecciones locales. En las generales de 2012 la inmigración se convirtió en un tema menor en beneficio de la crisis, y el discurso de AD se tiñó de populismo y, como subraya la investigadora Georgiadou, “de nihilismo”. “Empezó a oírse un mensaje nihilista frente al discurso democrático, y es el que sigue vigente, aunque organizativamente estén en horas bajas: los que organizaban las milicias están en la cárcel, y eso se nota en una escasa presencia pública”. Muchos no dudaron en calificar de pogromos las razzias antiinmigrantes que los militantes de AD lanzaron en sus días de pujanza callejera.
Pero también su voto ha evolucionado desde 2012. Según un estudio de la Universidad de Macedonia hecho público hace tres días, el 15% de los apoyos que entonces cosechó irán este domingo a la conservadora Nueva Democracia (segundo partido en intención de voto); y el 10%, a Syriza. El jubilado Andonis Giargópulos, vecino también de Ayios Panteleímonas, es un reflejo de esta tendencia. “Este barrio es una mierda, griegos quedamos muy pocos, y todos mayores; los jóvenes se han ido. Mira alrededor: las únicas tiendas abiertas son de extranjeros, y la atmósfera es amenazante. Voté a AD en 2012, pero el domingo voy a votar a Samarás, tiene más experiencia… y AD, las manos atadas”.
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