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Las protestas de la oposición contra el Gobierno alientan la inestabilidad

El gasto en defensa limita la capacidad de Sharif para impulsar la economía

Un grupo de escolares de la escuela atacada en Peshawar (Pakistán) se aleja del lugar del atentado.
Un grupo de escolares de la escuela atacada en Peshawar (Pakistán) se aleja del lugar del atentado.reuters

El primer ministro de Pakistán, Nawaz Sharif, y su partido, la Liga Musulmana de Pakistán (PML, en sus siglas inglesas), llegaron al poder en las elecciones de mayo de 2013, manchadas por la sospecha del fraude y, consecuentemente, por la falta de legitimidad del jefe del Gobierno, factores ambos que desde entonces han exacerbado la inestabilidad en un país cuyo telón de fondo es el terrorismo talibán.

Miembro de una multimillonaria familia de industriales, Sharif, que ha entrado y salido del Gobierno en repetidas ocasiones y permanecido en el exilio en Arabia Saudí una temporada, estrenó en 2013, refrendado por una amplia mayoría, un tercer mandato que la oposición, encarnada en la figura de Imran Khan, célebre estrella del críquet convertida en político, ha contestado con protestas multitudinarias. Las caravanas de protesta lideradas por Khan, algunas de ellas de semanas de duración, tuvieron lugar sobre todo en la región del Punjab, feudo de Sharif y hogar del 60% de los paquistaníes.

Los autores del ataque contra Malala

El principal grupo talibán paquistaní, el Movimiento Talibán de Pakistán (TTP, en sus siglas en inglés), ha asumido la autoría del ataque de ayer en una escuela en Peshawar en el que han muerto 148 personas, la mayoría alumnos. Es el peor atentado que ha sufrido el país en 15 años, después de una ola de ataques suicidas que duró varias semanas en agosto de 2007.

El TTP es una organización paraguas que agrupa a una treintena de facciones yihadistas armadas que pretenden establecer un Estado islámico y que luchan contra el Gobierno de Islamabad.

Nació en 2007, bajo el liderazgo de Baitulá Mehsud —muerto en 2009 el ataque de un dron estadounidense— al calor de la explosión de la insurgencia islamista contra el régimen militar liderado entonces por el general Pervez Mushárraf. Las autoridades paquistaníes acusan a Baitulá Mehsud de haber orquestado el asesinato de la ex primera ministra Benazir Bhutto en diciembre de 2007.

El primo de Baitulá Mehsud, Hakimulá Mehsud, asumió el liderazgo del TTP entre 2009 y noviembre de 2013, cuando murió en otro ataque aéreo de Estados Unidos.

Los talibanes paquistaníes eligieron entonces al mulá Fazlulá como líder. Fazlulá, que hasta el momento de su nombramiento había sido jefe de los talibanes del valle del Swat, está acusado de haber ordenado el atentado a la joven activista por el derecho a la educación de las niñas Malala Yousafzai, que hace unos días recibió el premio Nobel de la Paz en Oslo (Noruega) y que condenó el atentado contra los estudiantes de Peshawar.

El primer ministro, que durante la campaña electoral prometió convertir el país, una potencia nuclear con 180 millones de habitantes, en un nuevo tigre asiático, con la construcción de nuevas infraestructuras y un Gobierno "con tolerancia cero a la corrupción", ha ido modelando su discurso. Con su gran enemigo, India, siempre presente en el discurso público —ha habido tres guerras desde la independencia de ambos países, en 1947—, el mantenimiento de su Ejército, el séptimo más grande del mundo, requiere una constante inversión(en 2012, el 3% del PIB; el 20º mayor desembolso mundial). En los últimos años Islamabad ha comprado helicópteros de combate rusos y cazas chinos. Pekín se ha convertido en el mayor aliado de Pakistán en la región. Ambos países han establecido vínculos en comercio y defensa. Islamabad y Pekín mantienen unos intercambios económicos crecientes, que ahora suponen unos 9.000 millones de dólares anuales (7.225 millones de euros).

A la pobreza del país —el PIB por cápita es de 1.300 dólares, el 148º mundial— se suma el coste de la operación antiterrorista contra los talibanes. Según el Ministerio del Interior, que la semana pasada presentó ante el Parlamento su informe sobre la ofensiva antiterrorista, en los últimos diez años ha costado más de 80.000 millones de dólares y ha dejado más de 50.000 civiles muertos. El Ejército también ha sufrido serias pérdidas: más de 4.000 soldados han perdido la vida en ese período. El Gobierno de Sharif sufre una gran presión por parte de sus ciudadanos por su decisión de ignorar —y a veces incluso apoyar— el uso de drones (aviones no tripulados) por Estados Unidos, que con demasiada frecuencia también se cobran víctimas civiles.

Pese a las críticas, hay quienes creen que Islamabad sí está logrando decisivos avances contra el terrorismo en los últimos años. "No hay duda de que el Gobierno está limpiando de terroristas el país. Gracias a ello se ha alcanzado la paz y la estabilidad en regiones donde antes no las había. Pero el reto contra esta lacra internacional es muy grande para un país pobre como éste", explica desde Islamabad el analista Rasul Bukshsh. Para este analista existe un consenso nacional acerca de que los terroristas son enemigos de la gente, del islam y del país, y que ningún partido político debe beneficiarse de sus ataques.

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