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Maduro y la oposición se sientan a dialogar tras dos meses de protestas

Sectores de ambos bandos miran con recelo el encuentro para superar la crisis

La primera sesión de diálogo entre el Gobierno de Nicolás Maduro y una delegación de la opositora Mesa de la Unidad Democrática (MUD) ha comenzado pasadas las ocho de la tarde, hora de Caracas, en el salón Ayacucho del Palacio de Miraflores. La reunión, en la que durante la primera hora solo ha hablado el presidente, parece condenada por los peores augurios. Parte de su mala estrella tiene que ver con la aparente confusión que hay sobre qué esperar de ese diálogo, no sólo entre el público, sino entre sus propios actores. Por ejemplo, el presidente Maduro puntualizaba el martes por la noche, en su programa de radio, que la cita no era de negociación, sino “de debate”.

Como está siendo transmitido por televisión, el evento (cuyo comienzo estaba previsto para las cinco de la tarde) también podrá resultar en un concurso vano de retórica y propaganda. No mucho más que eso prometen los bufidos, como de previa de combate de boxeo, que durante la víspera intercambiaron el ministro de Exteriores Elías Jaua y Henrique Capriles Radonski, gobernador de Miranda. Mientras el primero advertía al segundo que preparara “bien sus respuestas” puesto que tendría que oír “algunas verdades duras”, el también ex candidato presidencial por la oposición anticipaba en su cuenta de Twitter que diría algunas palabras “que harán temblar a Miraflores”, en alusión al palacio presidencial venezolano.

Pero si, aún así, la justa entre Gobierno y oposición llegase a mantener un foco reconocible hacia la consecución de acuerdos que contribuyan a estabilizar el país y regularizar el enconado conflicto político, todavía tendría que superar el escepticismo y la crítica abierta que se expresan desde sectores de ambos bandos.

La disposición de la directiva de la MUD a participar en las conversaciones decretó de hecho una ruptura en la oposición. Aunque sobre el papel todavía forman parte de la alianza, los grupos que consideran que el régimen chavista se tambalea y que para su derrumbe basta con mantener la presión en la calle —encabezados por sus líderes más visibles, como el ex alcalde Leopoldo López y la recién defenestrada diputada María Corina Machado— temen que la mesa de diálogo tenga un efecto de desmovilización sobre las protestas que desde el 12 de febrero parecen mantener contra las cuerdas al Gobierno. En esta facción, en la que cada día se integra con más claridad el alcalde metropolitano de Caracas, Antonio Ledezma, existe la convicción de que el diálogo es inútil, y hasta podría contribuir a la consolidación del Ejecutivo, sin que antes éste cumpla unas condiciones mínimas que incluyen la liberación de los prisioneros políticos.

Mientras se convocaba a la reunión, continuaban los desórdenes públicos en Caracas y otras ciudades del país. En Valencia, capital del estado de Carabobo, los manifestantes secuestraron e incendiaron un camión de transporte de combustible el miércoles por la noche.

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