Quijano y la reeducación marcial de los descarriados
El candidato de la derecha promete “usar con toda la autoridad al Ejército” en tareas de seguridad pública
Cuando era joven, Norman Quijano fue futbolista. Dice que era un central con mucha fuerza. A sus 67 años, el candidato del partido de derecha Arena, segundo en las preferencias electorales según los sondeos, tiene un aspecto recio –el pelo denso peinado hacia atrás, bigote recortado con orden, el cuerpo compacto– que se ajusta a su discurso político marcial.
Durante la campaña electoral Quijano ha propuesto militarizar la seguridad pública. En un país que salió hace dos décadas de una guerra civil, hablar de darle más fuerza al Ejército es un asunto sensible. Esta mañana, el candidato explicó la idea a EL PAÍS.
Él considera que El Salvador está en peligro de ser “un estado fallido”. Dice que la policía ha sido rebasada por las pandillas. Que los pandilleros son más –habla de 68.000 en un país de seis millones de habitantes– y que “incluso en armamento” habrían superado la capacidad de la policía. Por este motivo, anuncia que si gana la presidencia podría declarar el estado de excepción “para poder usar con toda la autoridad al Ejército en labores de seguridad pública”.
Además de darle más presencia en las calles a los soldados –que ya hacen patrullajes conjuntos con la policía–, Quijano quisiera usar las instalaciones militares en desuso de los tiempos de la guerra para trasladar allí presos “poco peligrosos” y desahogar las cárceles. Afirma que la saturación de las cárceles las ha convertido en espacios sin autoridad que los líderes pandilleros usan como oficinas de gestión del crimen.
El líder de Arena se refiere a estas eventuales prisiones alternativas como “granjas militares”. Dice que también servirían para internar a jóvenes “entre 18 y 30 años” que no estudien ni trabajen. Explica que se haría bajo el concepto del servicio militar obligatorio, que en El Salvador está vigente pero no se aplica.
Quijano habla de las granjas como lugares en los que los muchachos se levantarían temprano, desayunarían, se lavarían y ocuparían su tiempo en disciplinarse y en talleres laborales. “Irían a las granjas penitenciarias para recibir capacitación en oficios, no para aprender a usar un M-16 o un AK-47”. El candidato resume su idea de enderezar y formar a la juventud desocupada –y en riesgo de entrar en pandillas– con lo que le decían los padres a los hijos cuando él era un chico: “Si no te portás bien, te vamos a meter al cuartel”.
En caso de que Norman Quijano gane las elecciones, la tregua entre pandillas –que ha reducido casi a la mitad los homicidios y cuenta con el beneplácito del gobierno de izquierda– podría terminarse. Quijano lo llama “el pacto del mal”.
El candidato de Arena también habló de un hecho que está golpeando la imagen de su campaña: sus dos principales asesores están en problemas con la ley. Su asesor venezolano Juan José Rendón tiene una orden de aprehensión por parte de las autoridades de Venezuela por un supuesto delito de violencia de género. A su otro asesor, el expresidente Francisco Flores, lo busca la policía para que siga declarando ante una comisión parlamentaria por el supuesto uso discrecional de millones de dólares donados a El Salvador por Taiwán durante su gobierno.
Sobre el caso de Flores, el que más está minando a Arena, Quijano dice que se trata de una persecución política por intereses electorales. En cualquier caso, Francisco Flores no está en casa. Se ha esfumado. Norman Quijano despeja el balón de su área con un patadón eufemístico: “Yo no diría que está escapado. Diría que está atento a que se le garantice un proceso justo e imparcial”.
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