Un diplomático holandés sufre un asalto homófobo en Moscú
Las relaciones se tensan entre Holanda y Rusia tras la detención en La Haya de un diplomático ruso
Atado a una silla de su domicilio en Moscú, Onno Elderenbosch, de 60 años y canciller de la embajada holandesa, vio la noche del martes cómo unos desconocidos dejaban en el espejo del salón una pintada homófoba: un corazón rosa atravesado con una flecha junto a las siglas LGTB (acrónimo del colectivo de lesbianas, gais, transexuales y bisexuales). Los asaltantes, dos hombres, iban vestidos de electricistas y entraron en su casa con la excusa de revisar el contador de la luz, que había fallado durante el día. El diplomático les dejó pasar y acabó herido leve y con sus enseres por los suelos. El incidente ha enfurecido a Holanda y ha tensado las relaciones bilaterales con Rusia justo cuando ambos países celebran cuatro siglos de contactos diplomáticos con profusión de actos culturales y misiones comerciales.
Hace una semana, sin embargo, la situación fue, con matices, la inversa. Dimitri Borodin, también canciller pero de Rusia en Holanda, fue detenido por la policía por presunto maltrato de sus hijos. Entonces Moscú protestó, y obtuvo, una disculpa formal del Gobierno de La Haya. Todos los diplomáticos gozan de inmunidad y la de Borodin fue vulnerada por los agentes, que primaron la seguridad de los menores.
A pesar de que 2013 debía ser un año de fraternidad, ambos incidentes suponen la última entrega de una larga lista de agravios mutuos entre dos países con importantes lazos comerciales. Las exportaciones rusas a Holanda sumaron 20.000 millones en 2012. Para esta, la venta de carne, flores y productos agrícolas al mercado ruso involucra a 4.000 empresas.
Pero desde el pasado 17 de enero se han sucedido los conflictos bilaterales. El más dramático fue el suicidio del disidente Alexander Dolmatov en una celda del centro de expulsiones del aeropuerto de Rotterdam. El informe posterior abochornó a las autoridades holandesas, porque el proceso de extradición del fallecido estaba abierto. En abril, el presidente ruso, Vladímir Putin, fue recibido en Ámsterdam con gritos y protestas de Amnistía Internacional y la comunidad homosexual nacional contra su “legislación homófoba”. El 14 de septiembre, la ministra holandesa de Cultura, Jet Bussemaker, criticó en Moscú sin rodeos esas mismas leyes. Cinco días después, el barco Arctic Sunrise, de Greenpeace, y su tripulación fueron apresados en Rusia por piratería. Bajo bandera holandesa, protestaban contra la perforación petrolífera y siguen arrestados. ¿Qué está sucediendo?
Moscú ha prometido abrir una investigación criminal por el ataque al canciller holandés, y Frans Timmermans, ministro de Exteriores, está, de momento, satisfecho. Pero las autoridades rusas no esconden su rechazo a recibir lecciones de derechos humanos. Que lifenews.ru, el sitio ruso de Web con información policial y oficial de primera mano, haya publicado enseguida fotos de la casa del diplomático, corroboraría esta posible explicación. Tampoco hay que olvidar la reacción de Vladimir Zhirinovski, el líder de extrema derecha (con 12 de los 450 escaños de la Duma), que pidió “borrar del mapa” la Embajada holandesa en la capital rusa, de repetirse un incidente como el del canciller arrestado.
“Los políticos respetan el derecho diplomático internacional y por eso se pidieron excusas a Rusia. Por otra parte, los mismos políticos utilizan otro lenguaje para su opinión pública. Eso enciende las redes sociales, que convierten estos incidentes en asuntos de interés humano”, señalan expertos del Instituto Clingendael de Relaciones Internacionales. “A Rusia le irritan las críticas constantes de Holanda por los derechos humanos, en especial del colectivo homosexual. Como las autoridades rusas investigan el ataque al canciller, es de esperar que prevalezca la razón”, añaden.
De momento, se mantiene la visita de Estado de los reyes Guillermo Alejandro y Máxima a Moscú, el próximo 9 de noviembre. El broche de oro para fomentar el conocimiento mutuo.
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