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La Fiscalía pide un “duro castigo” en el último día del juicio a Bo Xilai

El exmandatario comunista cree que su lugarteniente le denunció por estar "enamorado" de su esposa

Bo Xilai, en el último día del juicio contra él.Foto: reuters_live

El proceso judicial a Bo Xilai, de 64 años, exsecretario del Partido Comunista Chino (PCCh) en la municipalidad de Chongqing y exmiembro del Politburó, ha quedado este lunes visto para sentencia. El fiscal ha pedido un duro castigo para el acusado por la gravedad de los crímenes cometidos y no haber admitido su culpa. Concluye así el juicio de mayor trascendencia política que ha vivido China desde la caída de la esposa de Mao Zedong, Jiang Qing, y su Banda de los cuatro al final de la Revolución Cultural (1966-1976). El tribunal de Jinan (capital de la provincia nororiental de Shandong), en el que ha sido juzgado, no ha dicho cuándo emitirá el veredicto.

El escándalo ha sacudido las estructuras del PCCh desde que Bo fue destituido de todos sus cargos en Chongqing en marzo del año pasado, coincidiendo con el anuncio de que su esposa, Gu Kailai, era sospechosa de haber matado envenenado a un empresario británico amigo de la familia, Neil Heywood, por una disputa económica. Bo fue sometido a investigación y posteriormente fue expulsado del Politburó y el PCCh, bajo la sospecha de que había violado la disciplina del partido por corrupción e intentar encubrir el asesinato.

“El acusado ha cometido crímenes muy graves, y ha rechazado admitir su culpa. No hay razones para un veredicto benévolo. Tiene que ser duramente castigado de acuerdo con la ley”, ha afirmado el fiscal, de acuerdo con la transcripción del tribunal. La acusación asegura que las pruebas son suficientes y los hechos claros sobre la responsabilidad de Bo en los tres cargos de que fue acusado formalmente: aceptación de sobornos, corrupción y abuso de poder.

En su declaración final, Bo ha vuelto a negar las acusaciones de corrupción y que intentara ocultar el asesinato de Heywood por parte de su esposa; pero ha reconocido que no gestionó bien a los miembros de su familia y a sus subordinados, y ha pedido perdón por ello. También ha añadido una nota emotiva. “Estoy atrapado en el desastre de ir a la cárcel. Me persiguen todo tipo de sentimientos, y lo único que me queda es el resto de mi vida”, ha dicho, informa France Presse.

Las transcripciones del desarrollo del juicio han sido difundidas a través de la cuenta en Weibo (servicio de mensajes cortos similar a Twitter) del tribunal. Pero, según la prensa de Hong Kong, han sido previamente editadas y censuradas. Los periodistas extranjeros no han sido admitidos en la sala.

El escándalo estalló en vísperas del XVIII Congreso del Partido Comunista Chino, celebrado en noviembre pasado, y en medio de las luchas entre las diferentes facciones del partido para repartirse los asientos en el Comité Permanente del Politburó -máximo órgano de poder de China-, en el que Bo ambicionaba entrar. Bo, un político carismático, había provocado ampollas a una parte de la cúpula dirigente con su estilo extrovertido y populista. Los partidarios de sus programas sociales y económicos de tinte maoísta aseguran que ha sido víctima de una purga en la lucha de poder contra la facción del partido que defendía mayores reformas económicas de tipo capitalista y rechazaba sus aires de estrella y su recurso a la parafernalia revolucionaria.

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Antes de máxima autoridad de Chongqing (2007-2012), Bo fue alcalde de la ciudad nororiental de Dalian (provincia de Liaoning) en la década de 1990, gobernador de Liaoning (2001-2004) y ministro de Comercio (2004-2007).

El mayor escándalo político que ha vivido China en décadas detonó en febrero del año pasado, cuando Wang Lijun, el exjefe de policía de Bo Xilai en Chongqing, huyó al consulado de Estados Unidos en Chengdu (capital de la provincia de Sichuan) porque, según ha declarado, temía ser asesinado por los agentes de Bo después de haberle comunicado que tenía pruebas de que su mujer estaba implicada en la muerte de Heywood.

En los cinco días que ha durado la vista, Bo se ha defendido con decisión y se ha opuesto con energía a los cargos. Se ha retractado de algunas confesiones que hizo durante los interrogatorios llevados a cabo por la comisión de disciplina del partido. Según ha dicho, las hizo bajo presión psicológica. El diario de Hong Kong South China Morning Post afirma que los investigadores le pusieron el ejemplo de dos altos líderes del partido juzgados anteriormente, uno que confesó y vivió y otro que luchó contra los cargos y fue ejecutado.

El último día del juicio, Bo ha añadido un poco más de pimienta a un embrollo en el que se mezclan política, poder, dinero, sexo y muerte. Ha asegurado que Wang desertó al consulado estadounidense porque estaba enamorado de su esposa, Gu. Bo reconoció días antes que él mismo había tenido una aventura extramatrimonial. El domingo, Bo dijo que el testimonio de Wang en su contra estaba “lleno de mentiras y fraude”.

El político ha sido acusado de recibir 21,8 millones de yuanes (2,67 millones de euros) en sobornos de dos empresarios y malversar otros cinco millones de yuanes (610.000 euros) de fondos públicos. Los sobornos –entre ellos, un chalé en el sur de Francia- fueron recibidos a través de Gu Kailai y el hijo de ambos, Bo Guagua, según los fiscales.

El exdirigente afirmó el viernes que su mujer es una “enferma mental”, después de que Gu declarara en su contra por medio de un vídeo previamente grabado en el que señaló que Bo estaba al corriente del dinero y los regalos recibidos. Él ha negado los cargos por los que ha sido imputado, aunque ha admitido parte de culpa en la malversación de los cinco millones de yuanes. Según ha declarado, se los apropió su esposa sin su participación, pero él no actuó para evitarlo.

Bo ha rechazado que intentara proteger de forma ilegal a su mujer de la acusación de asesinato, en referencia al cargo de abuso de poder. Gu fue condenada en agosto de 2012 a pena de muerte con dos años de suspensión de sentencia, lo que en la práctica supone cadena perpetua. Wang Lijun fue sentenciado el mes siguiente a 15 años de cárcel por encubrir inicialmente la muerte del británico, deserción, abuso de poder y aceptar sobornos.

Algunos observadores piensan que el tipo de defensa esgrimido por Bo podría formar parte de un guión previamente acordado con las autoridades para añadir un barniz de ecuanimidad al juicio a cambio de un tratamiento más indulgente. El exdirigente ha evitado denunciar a sus oponentes políticos durante la vista, y poco ha dicho relacionado con los máximos líderes chinos, aunque en su momento fue uno de los 25 miembros del Politburó. O la información hecha pública no lo ha recogido.

“El juicio ha sido más abierto que la mayoría de juicios similares, y quizás Bo se ha comprometido a mantener al mínimo sus refutaciones para lograr un tratamiento poco severo”, afirma Roderick MacFarquhar, profesor en la Universidad de Harvard especialista en China. “Bo es un veterano y procede de una familia revolucionaria de larga tradición en la política al más alto nivel en China. Parece que ha tratado de cooperar, pero ahora intenta protegerse solo a sí mismo porque sabe que la situación no tiene vuelta”, matiza Hu Xiaobo, director del Centro de Estudios sobre China en la Universidad Clemson (Carolina del Sur, EE UU).

Según muchos analistas, el resultado del proceso ha sido previamente decidido por el partido, y se da por sentado que será encontrado culpable. En China, los fiscales y los jueces están bajo el control del PCCh. Podría ser condenado a muerte, aunque lo más probable es que reciba una larga pena de cárcel.

Las autoridades tendrán que mantener un delicado equilibrio entre una sentencia que, por un lado, sea ejemplar y evite acusaciones de favoritismo y, por otro, no dispare la tensión con los partidarios de Bo y otras familias de ‘principitos’, nombre con el que son conocidos los hijos de los líderes históricos o prominentes del PCCh. Bo Xilai es hijo de Bo Yibo, camarada revolucionario de Mao Zedong y exviceprimer ministro, fallecido en 2007.

El proceso ha ofrecido una excelente oportunidad a los nuevos líderes chinos, encabezados por el presidente, Xi Jinping, para mostrar su compromiso con la lucha anticorrupción. De ahí, que hayan querido trasladar el mensaje de que el escándalo Bo Xilai ha sido solo un asunto de corrupción y nada tiene que ver con luchas políticas. Ahora, se trata de pasar página para consolidar su poder y centrarse en las reformas económicas y sociales que tanto necesita China.

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