Estambul se echa a la calle tras las disculpas del Gobierno de Erdogan
Miles de ciudadanos ocupan en un ambiente festivo los lugares donde empezaron las protestas


Estambul es una fiesta. Una marea humana ha recorrido en las primeras horas de esta tibia madrugada del miércoles las arterias que desembocan en la plaza de Taksim, en el corazón de la parte europea de la principal ciudad de Turquía. Miles de personas —jóvenes en su mayoría, pero también parejas maduras y familias con niños— se han echado a la calle en un ambiente de celebración tras las disculpas y los mensajes conciliadores que llegan desde el Gobierno del primer ministro turco, Recep Tayyip Erdogan.
Después de una semana de violentas protestas ciudadanas desatadas por la construcción de un centro comercial sobre un parque adyacente a Taksim y tras la retirada de las fuerzas de seguridad, los ciudadanos han tomado la calle como señal de victoria. “Estamos aquí para vivir este sentimiento colectivo de alegría”, resume Duygu, un estudiante de Psicología de 20 años.
“La plaza y el parque se han convertido en símbolos de un movimiento civil de resistencia”, añade Fatih, de 23 años y estudiante de Economía. Cientos de jóvenes habían acampado al caer la noche del lunes en los parterres del parque de Gezi, convertido en una auténtica romería. Con músicos, puestos de comida y bebida y tenderetes de las plataformas sociales que encabezan la protesta. Mientras, en la plaza rectangular donde yacen aún algunos vehículos calcinados, ondean banderas de organizaciones políticas y sindicales y pancartas con la leyenda: “Erdogan, dimisión”.
Desde la calle de Istiklal, el principal centro de animación nocturna de Estambul, hasta la cosmopolita avenida de la República, grupos que ondean banderas turcas y corean lemas contra el Gobierno se cruzan con hinchas de los equipos de fútbol Besiktas y Galatasaray que entonan cánticos de celebración para sumarse a las protestas. Muchos llevan latas de cerveza Efes en la mano, como si marcharan hacia una verbena y no hacia una concentración política.
A las puertas del hotel Diwan, en el cruce de caminos que conduce hacia el Bósforo, un grupo de estudiantes de Medicina, vestidos con batas blancas y con la cara cubierta con mascarillas de quirófano y gafas de bucear, se prepara para atender a posibles intoxicados por los gases de las granadas lacrimógenas. Como cada noche, la protesta intenta llegar hasta la oficina del primer ministro en Estambul, situada en el palacio de Dolmabahçe. Aybur, que cursa tercero de Medicina, lleva un frasco con una solución blanquecina. “Es leche y agua a partes iguales. Es lo único que les podemos ofrecer en el primer momento. Pero si alguno de los intoxicados está muy grave lo llevamos hasta una zona donde varios de nuestros profesores les atenderán. Hemos venido porque estamos indignados ante la desproporcionada respuesta de la policía”, explica. El eco de los disparos de las granadas se mezcla en la noche de Estambul con los gritos de alegría.
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