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Pyongyang aconseja a los ciudadanos extranjeros evacuar Corea del Sur

Corea del Norte profundiza en su cotidiana escalada de amenazas y tensión Japón despliega defensas antimisiles en el centro de Tokio

Los estrategas de comunicación en Pyongyang no dejan de sorprender cada día con un nuevo anuncio. Corea del Norte ha aconsejado este martes a los extranjeros que están en Corea del Sur que busquen donde refugiarse y evacuen el país en previsión de que estalle la guerra. El anuncio, realizado por el Comité de Paz de Asia Pacífico norcoreano, ha elevado un nuevo punto la tensión que vive Asia oriental desde hace semanas. Japón ha desplegado hoy en el centro de Tokio misiles Patriot para derribar cualquier proyectil que pueda ser disparado por el Norte y penetre en su territorio.

“Todas las instituciones, empresas y extranjeros, incluidos los turistas, deben tomar de antemano medidas para refugiarse y evacuar por su seguridad (…) No queremos ver a los extranjeros en Corea del Sur caer víctimas de la guerra”, ha afirmado el comité, según la agencia oficial norcoreana KCNA. La semana pasada, el Norte también advirtió a los gobiernos extranjeros con embajadas en Pyongyang que las evacuaran porque a partir de este miércoles no podría garantizar su seguridad en caso de conflicto.

No ha habido señales de que los diplomáticos extranjeros hayan dejado Corea del Norte, y ninguna de las legaciones en Seúl parece haber aconsejado a sus ciudadanos que se vayan del Sur. Estados Unidos ha asegurado que no hay signos inminentes de amenazas a sus ciudadanos.

Por su parte, el secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, ha advertido este martes que el grado de tensión en la península coreana es "un peligro". Tras reunirse en el Vaticano con el papa Francisco, aseguró que "un pequeño incidente puede desatar una situación incontrolable", informa Efe.

La retórica y las represalias han ido en crescendo desde que la ONU impuso sendas rondas de sanciones a Corea del Norte por el lanzamiento de un cohete en diciembre pasado y la realización de la tercera prueba nuclear de su historia el 12 de febrero. Pyongyang ha suspendido el armisticio de la guerra de Corea (1950-1953), ha amenazado con llevar a cabo ataques nucleares contra el Sur y Estados Unidos, ha asegurado que va a reactivar las instalaciones nucleares de Yongbyon —núcleo de su programa de armas atómicas— y ha suspendido la actividad en el complejo industrial de Kaesong —situado en el Norte, pero que es operado de forma conjunta con Seúl— a pesar de que es una buena fuente de divisas.

Los expertos creen que la advertencia de Pyongyang a los extranjeros para que se vayan de Corea del Sur está destinada a mantener la tensión de la crisis e intentar provocar ansiedad en los mercados y las compañías extranjeras.

Pyongyang no ha dado señales de haber movilizado a su ejército, compuesto por 1,2 millones de personas, lo que indica que las continuas advertencias pueden estar dirigidas en buena medida al consumo de su propia población, con objeto de reforzar la imagen de su joven líder, Kim Jong-un.

Pocos creen que el Norte se atreva a realizar un ataque a gran escala contra el Sur o Estados Unidos, ya que supondría un suicidio para el régimen. Sí podría, sin embargo, provocar un incidente menor, como el bombardeo de la isla de Yeonpyeong en 2010, en el que murieron dos soldados y dos civiles surcoreanos, o una nueva prueba nuclear o el ensayo de un misil. Informes de los servicios de inteligencia sugieren que ha trasladado dos misiles de alcance medio a su costa este, los ha colocado en plataformas de lanzamiento móviles y podría dispararlos antes del lunes que viene, aniversario del nacimiento de Kim Il-sung, fundador de Corea del Norte y abuelo de Kim Jong-un.

Pero si las amenazas de cataclismo nuclear no son consideradas creíbles, Seúl, Washington y Tokio no quieren correr riesgos. En los últimos días, han desplegado aviones con radares de vigilancia y barcos con sistemas de interceptación de misiles.

El Gobierno japonés ha asegurado que ha instalado hoy dos lanzaderas de misiles tierra-aire Patriot en el Ministerio de Defensa en Tokio, y que está “en alerta”. Según informes de la prensa local, va a desplegar baterías similares en otros dos lugares del área metropolitana, donde viven unos 30 millones de personas.

“El Gobierno está haciendo los máximos esfuerzos para proteger la vida de nuestra gente y garantizar su seguridad”, ha afirmado el primer ministro, Shinzo Abe, informa France Presse. “Dado que Corea del Norte continúa haciendo comentarios provocadores, Japón, en colaboración con los países pertinentes, hará lo que tiene que hacer”.

La respuesta de Tokio a la crisis ha sido, de momento, bastante tranquila. El ministro de Defensa, Itsunori Onodera, afirmó el lunes en un programa de televisión que serán instaladas baterías Patriot de forma permanente en el archipiélago de Okinawa porque “es el lugar más efectivo para responder a emergencias”.

Los expertos creen que es poco probable que Pyongyang quiera disparar contra Japón, y que Tokio ha tomado la medida como precaución, ante el peligro, en particular, de que un posible misil lanzado para ensayo se desvíe de su trayectoria y se dirija de forma descontrolada hacia Japón.

Corea del Norte dijo el lunes que iba a suspender las operaciones y retirar a sus 53.000 trabajadores del complejo industrial de Kaesong, y ha cumplido lo dicho. Los empleados norcoreanos no han acudido hoy a trabajar al parque, donde operan 123 empresas del Sur. Está situado en el Norte a unos 10 kilómetros de la frontera con el Sur, aunque es operado de forma conjunta por los dos países. Unos 475 trabajadores y directivos surcoreanos permanecían este martes en Kaesong, de los cuales tienen previsto regresar hoy al Sur 77, según Seúl.

La tensión en la península coreana ha recibido la atención de líderes de todo el mundo. El presidente chino, Xi Jinping, dijo el domingo, sin nombrar a ningún país, que “no debe permitirse a nadie arrastrar a la región ni al mundo entero al caos por intereses egoístas”, mientras su homólogo ruso, Vladimir Putin, ha advertido que las hostilidades podrían degenerar en un cataclismo peor que el desastre nuclear de la central de Chernóbil, en 1986.

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