Turquía vuelve la mirada hacia Oriente
El Gobierno de Erdogan corteja organizaciones de comercio asiático mientras el bloqueo de la adhesión a la UE hace mella en el europeísmo de la población
¿Es Turquía parte de Europa? Este es uno de los grandes debates a los que se han enfrentado tanto Turquía como la Unión Europea. Después de años llamando a la puerta de Bruselas y de encontrarse con una división entre los socios que bloquea cualquier decisión, el Gobierno del primer ministro turco, Recep Tayyip Erdogan, parece cada vez más dispuesto a responder que no a esa pregunta.
“Hace poco le dije al señor [Vladimir] Putin [presidente de Rusia]: ‘Aceptadnos en los Cinco de Shanghái. Aceptadnos y diremos adiós a la Unión Europea”. Esto declaró Erdogan hace unos días en una entrevista en una televisión turca.
En realidad, se refería a la Organización de Cooperación de Shanghái (OCS), creada en 1996 como los Cinco de Shanghái. Entonces, sus miembros eran la República Popular China, Rusia, Kazajistán, Kirguistán y Tayikistán. La organización pasó a llamarse OCS en 2001 con la entrada de Uzbekistán y tiene como objetivos la cooperación política, económica y en cuestiones de seguridad entre sus miembros. El hecho de que la formen regímenes autocráticos hace que la OCS no esté bien vista en occidente. El pasado octubre, la Federación Internacional por los Derechos Humanos publicó un informe en el que la describía como “un vehículo para la violación de los derechos humanos”.
Preguntado en la misma entrevista sobre la UE, Erdogan dijo que la OCS “es mucho mejor y mucho más fuerte”. “La UE quiere olvidarse de nosotros, pero es demasiado tímida para decirlo. Aunque todos nos sentiríamos aliviados si lo dijera alto y claro”, añadió.
“Creo que Erdogan estaba enviando un mensaje a la UE y a la OTAN para que traten a Turquía como un miembro en igualdad de condiciones”, comenta Ahmet Uysal, director del Centro de estudios de Oriente Medio en la Universidad Eskisehir. “Erdogan cree que Occidente no está haciendo lo suficiente sobre Siria y está frustrado, pero no dijo en serio lo de unirse al grupo de Shanghái. Turquía es miembro de la OTAN y quiere convertirse en miembro de la UE”, asegura Uysal.
Varios analistas señalan la incompatibilidad entre la pertenencia de Turquía a la OTAN y la posibilidad de que acabe uniéndose al grupo de Shanghái, que se presenta como una organización rival de la OTAN en cuestiones de seguridad. Además, precisamente estos días la Alianza Atlántica está desplegando misiles Patriot en el sur de Turquía con el fin declarado de proteger a este país de hipotéticos ataques desde territorio sirio.
Fue en 2005 cuando se iniciaron las negociaciones para que Turquía se acabara convirtiendo en un país miembro de la UE. Sin embargo, desde ese año apenas ha habido avances y la posibilidad real de la adhesión parece cada vez más lejana. Para la UE, es un problema grave que Turquía sea el único país que apoye a la autoproclamada República Turca de Chipre del Norte. Además, los informes periódicos de la UE hacen también hincapié en los ataques a la libertad de expresión y otros derechos humanos en Turquía.
Otro de las dificultades, el conflicto armado entre el Gobierno y el Partido de los Trabajadores del Kurdistán, podría resolverse ahora que ambas partes acaban de iniciar un proceso de paz. Pero varios Estados de la UE siguen viendo con recelo a este enorme país de 75 millones de personas, de religión musulmana y que comparte frontera con países problemáticos diplomáticamente como Irak, Siria e Irán.
No solo el Gobierno turco se siente frustrado por la UE. “Es lo mismo para la gente en Turquía, esperan más de la UE, como poder obtener visados gratis”, añade Uysal. “No creo que el proceso de adhesión esté muerto, pero tanto el Gobierno como la gente quieren más y que se los considere un socio en igualdad de términos”.
De hecho, en los peores datos que se recuerdan, un 59,5% de los turcos cree que Turquía debería cesar en su empeño de querer formar parte de la UE. Y el 14,6% considera que Turquía debería establecer una organización que rivalizara con Europa, según una encuesta publicada en enero por el Centro de Estudios Económicos y de Política Exterior (EDAM, en turco).
Curiosamente, EDAM también preguntó a un panel de expertos en política internacional y los resultados fueron muy diferentes: el 86,6% dijo que Turquía debería seguir insistiendo en unirse a la UE. Estas declaraciones de Erdogan serían solo el más reciente de entre toda una serie de signos y mensajes que su Gobierno lleva ya un tiempo lanzando a sus vecinos europeos.
“La salud física y mental de la UE está dañada, así que no puede ofrecer el tratamiento adecuado” para Turquía, declaró Egemen Bagis, ministro turco para los Asuntos de la UE, en octubre como respuesta al último informe de la Comisión Europea sobre Turquía, el más crítico desde 2005.
El Ministerio de Bagis realizó su propio informe, que publicó el 31 de diciembre. En él afirma que “la autoestima turca supone un reto para la prejuiciada mentalidad europea”. Y siguiendo con la metáfora anterior, también dice que “el enfermo de ayer [Turquía] es quien está ofreciendo recetas a Europa hoy”. En un momento de profunda crisis en parte de Europa, la economía turca lleva 10 años creciendo a una media anual del 5,5% y el país está viviendo un resurgir nacionalista.
El propio Erdogan no mencionó ni una vez la adhesión de Turquía a la UE durante un largo discurso en septiembre tras ser reelegido líder del partido gobernante. Solo habló de Europa para criticar la islamofobia en Francia y Alemania, una impresión que comparten analistas y gente de la calle en Turquía.
Pero, como indicaba la encuesta de EDAM, los analistas esperan que estas tendencias cambien. “Turquía forma parte de Europa desde hace unos mil años, está próxima a Europa en cuanto a ideas sobre democracia y derechos humanos. Las fronteras no señalan solo un lugar, también se refieren a la cultura, a la mentalidad e incluso a la identidad, y yo no creo que Turquía esté fuera de Europa”, resume Ahmet Uysal.
Una hora más lejos de Europa
Desde 1925, dos años después de la fundación de la actual República Turca, este país sigue el horario GMT+2 (dos horas más que Greenwich), por lo que en Turquía es una hora más tarde que en España. Es la misma hora que en Grecia, Bulgaria, Rumanía, Lituania, Letonia y Estonia, todos ellos Estados miembros de la UE.
Sin embargo, el ministro de Energía y Recursos Naturales, Taner Yildiz, pretende cambiar el huso horario por el que se rige Turquía para situarlo una hora más hacia Oriente, según recogió el pasado octubre el diario Haberturk, uno de los mayores periódicos del país.
Turquía pasaría entonces a tener el horario GMT+3, el mismo que Arabia Saudí, que ha hecho un llamamiento a los países musulmanes para que sigan ese horario. Los saudíes lo llaman “Hora media islámica” (IMT, en inglés) y quieren que esté marcado por un enorme reloj construido junto a la Kaaba, el lugar sagrado y de peregrinación más importante del islam, en la ciudad saudí de La Meca. Curiosamente este reloj recuerda en su aspecto al Big Ben británico, aunque supera varias veces en tamaño a la torre londinense.
De esta forma, Turquía se alejaría una hora de Europa para acercarse a Oriente Medio. Se trataría de un movimiento nada extraño para el Gobierno islamista moderado del primer ministro, Recep Tayyip Erdogan, que recientemente levantó la prohibición de que las mujeres llevaran velo en la administración pública, entre otras medidas que poco a poco están reintroduciendo el islam en la esfera pública turca.
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